Abandoné La fiesta de las salchichas. Lo confieso. Después de veinte minutos de padecimiento no pude seguir más con los chistes de “uh, hablamos de sexo, jijiji, porque las salchichas son penes y los panes son vaginas”. No sé si es buena, mala, o regular. Sé de mi agotamiento, de cuando una película hecha de chistes no funciona conmigo ni una sola vez. Pero es de dos estrenos de esta semana, mucho mejores, o que me interpelan mucho más, de los que quería hablar. Los dos son sobre familia, y -a sus muy distintos modos- ambos son sobre economía, entre otras cosas.

 

Una lleva como título de estreno local Después de nosotros, y su título internacional en inglés es After Love. Pero es la denominación francesa original la que señala el camino: L’économie du couple, es decir “la economía de la pareja”. Desde ese lugar, teniendo en cuenta inversiones en todos los sentidos posibles (sentimientos, hijas, dinero, tiempo, trabajo, incluso en el sentido de cambiar completamente, e invertir roles), parte esta película sobre la separación de una pareja luego de 15 años, con ella en el lugar de fastidio, del deseo de separación, de casi el desprecio (en ese sentido, siempre volveremos al de Camille-Bardot en la película de Godard). Ella es Marie, interpretada por Bérénice Bejo, con una precisión que hasta mete miedo: flaca, tensa, en sus ojos es en donde está terminada la relación. Y en su nariz perfecta y en su grácil armonía física tal vez esté el deseo de su marido de que no se termine este matrimonio, su porfiar con la continuidad. Hay una casa como centro de todo. No solo es el centro de la acción, además es el eje de muchas discusiones: fue comprada con dinero de la familia de ella, pero él (arquitecto) la puso en valor, la puso en belleza. La discusión económica de la separación, acritud y desnudez. La casa, además, es el punto de vista narrativo de la película: todo se cuenta desde ella, no se sale. La película franco-belga del belga Joachim Lafosse es uno de los muy buenos estrenos de la semana.

Otro estreno de esta semana de nueve -y uno solo estadounidense- es La larga noche de Francisco Sanctis de Andrea Testa y Francisco Márquez, pero no es esa la película que se relaciona con Después de nosotros, y ya escribí de ella en el catálogo del Bafici: aquí.

La película que conecta con L’économie du couple es la argentina Hija única, de Santiago Palavecino. En esta película también hay una pareja en crisis, y con una hija (no contar más el argumento como política, y como amabilidad a una película que sabe dosificar su planteo con inteligencia y eficacia), pero sobre todo hay una casa como eje importante, una casa con campo, una estancia, que no ha sido puesta en valor. A su modo, nada directo, Hija única es también sobre economía. Es una película en la que no se revaloriza nada, no se produce riqueza, nunca: los personajes orbitan alrededor de bienes heredados, el único trabajo del que se habla es el de guionar y hacer películas pero nada parece muy concreto, así como el plan del maxikiosco; nadie parece aportar demasiado al PBI, digamos. Es una película que va al pasado y lo trae como trauma, como fuente imparable, poderosa. Pero si fuera solo una cuestión temática el atractivo de Hija única no estaríamos ante uno de los estrenos locales más seductores del año. Anomalía de director anómalo, Hija única es una de esas películas que se animan a ir contra la corriente, contra las corrientes, desde el principio: un rostro cercano, gigante en la pantalla de cine -véase en cine-, música que no se pone como compromiso o para quedar oculta, actuaciones de sobriedad ejemplar y a la vez alejadas de cualquier minimalismo o indolencia, personajes que pueden actuar movidos por repentinos enojos, o descolocarse y descolocarnos, y darle vida a una propuesta inusual y fascinante. Palavecino hace un cine argentino que no le teme a la historia, al alcance general de una visión del país, a Borges, al fantástico, al melodrama -ese prólogo con lluvia es de una osadía asombrosa-, ni al cruce con el Leonardo Favio más flamígero. Si hasta Susana Pampín, con su personaje, recuerda a La Lechiguana de Nora Cullen. Palavecino hizo una película única al procesar sin grumos varias influencias, adns diversos, múltiples. Y afirma su voz individual en un cine argentino afortunadamente cada vez más difícil de encasillar con tres o cuatro etiquetas.