Estoy en Cannes, desde hace nueve días (cuando esto se publique, diez). Falta poco para que termine, y de las tres ediciones en las que estuve (2013 y 2014 fueron las otras dos) esta es sin dudas la mejor; por diversos motivos, y también por las películas. Uno tiende a pensar que algún año hay mejores películas porque uno vio mejores películas. Puede ser: uno nunca ve todas las películas de un festival pero la evaluación sobre Cannes tiende a ser menos incompleta que sobre otros festivales. En un festival que no tiene una programación tan grande es ciertamente más fácil evaluar algo así como una calidad promedio -o satisfacción promedio- que en uno como Berlín o Toronto, de cientos de películas. Así que sin más vueltas digamos que sí, que este año se percibe esa sensación de que estamos viendo buenas películas y, además muchos periodistas dicen que es “un muy buen Cannes”. De todos modos, coincidir en una evaluación general no implica absoluto acuerdo en lo particular (qué aburrido sería).

Vi The House that Jack Built, de Lars von Trier, un director por el que tuve admiración, aversión, indiferencia y otras reacciones. Algo me decía que esta película iba a ser lo que antes se llamaba, entre los críticos de la época del fílmico, “un plato fuerte”. Y así fue: Von Trier se mete con una energía demencial y una inventiva frontalmente ofensiva en el mundo actual, en el mundo del cine, en el mundo de lo que se dice sobre el cine y de lo que se dice y se dijo sobre Von Trier. Hay algo o mucho de demencia y abismos diversos, en una de las películas más genialmente atroces o atrozmente geniales en mucho tiempo, que nos hace reír con y del horror, y que juega perversamente con la identificación ante el protagonista, interpretado por Matt Dillon en su mejor actuación desde Loco por Mary. Por lo que veo en IMDb, las críticas han sido bastante negativas.

Me contaron que la película de Jean-Luc Godard, Le livre d'image, tuvo unas puntuaciones tremendamente altas en una tabla de críticos. Le livre d'image me parece mejor que, por ejemplo, Film socialisme o Adiós al lenguaje, pero estoy convencido de que varios de esos puntajes maximalistas estaban decididos antes de ver esta nueva película. Y la idea de rendir pleitesía a Godard me resulta cada vez más propia de un régimen monárquico que de un diálogo con las películas del diálogo. Y el propio Godard propone múltiples diálogos, y mete a muchas de sus películas en este ensayo. Y, sobre todo, incluye mucho pero mucho de un corto que es de lo mejor que hizo en los últimos cuarenta años. Pero mucho, y lo digo convencido porque usé ese corto varias veces en mis clases. Y no es casual el guiño, quizás un chiste gigante: en Le livre d’image se exhibe varias veces la palabra “Remakes” como capítulo repetido. Vean el corto De l’origine du XXIe Siècle y vuelvan a ver Le livre d’image. Les dejo este texto sobre varias de Godard en un DVD que salió en la revista El Amante hace varios años, casi una docena, en octubre de 2006:

Existe un DVD con tres cortos y un mediometraje de Godard. La afirmación exige algunas aclaraciones, The Old Place y Liberté et Patrie están co dirigidos con Anne-Marie Miéville. Y el DVD sale con subtítulos en alemán e inglés. Y no tiene "cajita". Es decir, la "cajita" es un libro de más de cien páginas con tapa dura, que incluye imágenes de las películas, todos los textos hablados presentes en ellas (en francés y en inglés) y un ensayo del crítico alemán Michael Althen (en francés, inglés y alemán). Dice Althen: "Las citas pueden ser de Bergson o Blanchot, Borges o Thomas Mann; las imágenes, de Monet o de Staël, Malevich o Rothko; la música, de Beethoven o Ravel, Keith Jarrett o Hans Otte. Lo que cuenta es la manera en la cual Godard se apropia de ellas y así vuelve sobre una experiencia conocida por todo aquel que -por voluntad o interés- hace malabares con imágenes, textos  sonidos. Es decir, todos los que recordaron alguna música parados frente a una pintura en un museo, o recordaron una pintura leyendo un libro, o pensaron en un texto al escuchar música. La pregunta es por qué entre los muchos que han tenido esas experiencias tan pocos están preparados para concederle al cine el mismo alcance, las mismas oportunidades, la capacidad de abstracción que es considerada como obvia en las bellas artes por muchos cuando van a ver una muestra". Muchos dirán que estos trabajos caleidoscópicos, estos collages, estos discursos fílmicos aparentemente caóticos de Godard no pertenecen a las salas de cine. Efectivamente, se han exhibido muy poco en ellas, pero lo mismo puede decirse de películas mucho más tradicionales. Por otro lado, The Old Place fue un trabajo encargado por el MoMA y Liberté et Patrie para la Swiss Expo 2002. Así que... ¡Godard, al museo! Y este mandato se aplica cada vez con mayor frecuencia con otros cineastas como Kiarostami y Erice (su último trabajo -en conjunto- puede verse… en museos), y unos cuantos  más. Hay un cine que ya no se verá en las salas que frecuentábamos en otras décadas, salvo excepciones festivaleras. Justamente, De l’origine du XXIe Siècle fue un encargo del Festival de Cannes. El tipo de atención que demandan estos objetos audiovisuales (estas películas, qué tanto) no se  condice con una sola visión en una sala. Son películas para ser vistas a repetición, ya que no dan todo de sí en primera instancia, y quien intente un acercamiento demasiado tradicional, no podrá hacer otra cosa que quedar pasmado-abrumado. Son películas para ver a veces con dedicación exclusiva y otras como fondo, como si fueran música o videoclips,  videoclips políticos, videoclips filosóficos, cine mutante. Y la presentación en DVD es ideal para eso: para, finalmente, traer no solo el cine sino también el museo a casa. Y un DVD en un museo es tan original o tan copia como en nuestra casa. Estos cortos nos permiten una instalación a nuestro gusto. Las imágenes y los sonidos son de Godard (o de Godard- Miéville), y la ambientación, las decisiones sobre el espacio y el sonido son nuestras. ¿Y el cine? El cine está mutando, y quizá no sea más cine el que solo puede verse en una sala, ni menos cine aquel que se vea en la pantalla del iPod.

Este Godard del fragmento, del choque de imágenes y textos y músicas, del palimpsesto, ya nos fue presentado varias veces en los 90 y en esta década también. Y a mí, que me gustan las Histoire(s) du cinema y estos cortos pero tengo mis reservas frente a Notre musique, se me ocurre pensar que este Godard se nos presenta mejor en cortos y proyectos de largo alcance como las Histoire(s) que en formatos más tradicionales, Notre musique, con su credencial de largometraje, tal vez invite a una visión que no le hace del todo bien (y quizá sea por eso que tantos comentan el fragmento "Infierno" como lo mejor -adhiero-, y que sería un corto magistral). Pero la presentación de Notre musique como "largo" y su intención de estar en los cines, si bien ha conformado a muchos, no creo que sea lo mejor de este Godard aluvional. Cuando me enfrento a un Godard-ensayo fragmentario en el cine y con la ceremonia de la sala, siempre añoro al Godard de los 60. Será conservadora mi postura, pero es que creo que parte de la buena recepción que ha tenido Notre musique, también lo es porque la película retrotrae a un nuevo Godard a un formato menos nuevo. En cambio, si el Godard actual se me aparece en la televisión y con posibilidad de repetición y segmentación, se me hace más fuerte, y ya no pienso todo el tiempo en El desprecio o en Una mujer es una mujer. Estoy convencido de que para seguir con Godard es necesario abandonar a Godard: para estar hoy con Godard, hay que situar de otra manera al de los 60. Es el propio Godard quien nos lo indica, y en Liberté et Patrie -el corto menos sombrío del paquete- vemos a Jean-Pierre Léaud en Week End, y lo vemos entre nubes de otras imágenes, de pinturas, de otras cosas. El propio cine de Godard de los 60 es para el Godard actual parte de un pasado que ya no se puede recuperar, excepto como  fantasma. Y de fantasmas se habla en The Old Place, y de la propia realización de la película, del encargo del MoMA, de si el mundo al que Godard y Miéville pertenecen, un mundo arraigado en otras décadas, sigue ahí. "Nuestro mundo ha colapsado", dice Godard. Y luego se pregunta si tal vez eso no signifique la posibilidad de un nuevo comienzo. Y Miéville: "Teatro, novelas, pintura, films... la pregunta no parece ser sobre si el hombre va a continuar, sino si tiene derecho a hacerlo". Y más adelante: "Es el futuro quien decide si el pasado está vivo o no", y después, ya sobre el final, afirma que siempre hay algo, algo original, que resiste y que siempre resistirá. Y hay que decir que estos fantasmas del arte que se ven en The Old Place parecen resistir, tal es el poder de evocación de las imágenes del mediometraje. Y como decía césaR brutO: “¡Viban los fantasmas cuando yo peresca!".

Y volviendo a la peregrina idea de dudar sobre Notre musique (quienes consideran a Godard un oráculo, ahuyentan y defenestran la duda), agrego que el desencanto, la furia, el infierno, la mirada terrible están con más fuerza y concentración en De l’origine du XXIe Siècle, un viaje al siglo XX marcado por el horror, la comparación fugaz con la belleza que a veces emerge y pinceladas de humor negro. Es en este corto, durísimo, en donde puede intuirse qué ha pasado con Godard: "Godard fue el único tipo que metió todo el mundo adentro del cine y todo el cine adentro del mundo", decía con lucidez Quintín cuando dialogaba con Castagna presentando El desprecio en el programa que El Amante tenía en canal A hace unos cuantos años. Y agregaba: "Nada de lo que ocurre en el mundo le es ajeno", y que Godard había entendido "el cine como algo que está presente en la vida de todos los días". Esa voracidad godardiana a dos bandas, que en los 60 producía un modelo de cine que todavía era sostenido por un andamiaje narrativo (aunque a veces mínimo), ahora provoca un desborde incontenible. El cine es hoy más débil que en los 60, o por lo menos sus mutaciones no están del todo claras. Y el mundo ahora abruma, desborda a Godard. Así, quedan estas aproximaciones, esos proyectos elefantiásicos como Historie(s) du cinéma, o estos cortos, estos fragmentos de una obra que hoy podemos tener en nuestras casas o, para estar más a tono con los tiempos, en dispositivos portátiles que lean imágenes digitalizadas. Estos cortos son, finalmente, unos godards portátiles de belleza devastadora. Y mientras Notre musique -insisto- propone un consumo actual a la manera de un pasado del cine en Godard, estos Four Short Films son unas películas que dialogan con el presente del cine y del propio cineasta. A fin de cuentas, el mejor Godard es aquel contemporáneo de sí mismo.