Por Pablo Llonto. En estos tiempos en que la prepotencia y la codicia de los más ricos y poderosos entusiasma a los medios de comunicación, la saludable goleada de Lanús a San Lorenzo revive tres reivindicaciones:

 

a.- Nuestro fútbol, basado en el espíritu pasional de los clubes de barrio y no en las sociedades anónimas, mantiene las excepciones que confirman la regla del fútbol mundial. Aquí en la Argentina quien juega bien a la pelota, no necesita mantener planteles millonarios para lograr títulos.

b.- No hay nada más injusto que repartir el dinero de la televisión de acuerdo a tablas que contengan y mezclen como cambalache, rating, socios, campeonatos. Lo ideal es que un día lleguemos al reparto igualitario de esos derechos: todos los participantes de un torneo, la misma cantidad de dinero. Lanús vale igual que River y Boca.

c.- Basta con la mentira de los técnicos de renombre o con fama de “ganadores”. Viva Jorge Almirón y sus referencias a los jugadores de Lanús como únicos gestores de una campaña buena y de un juego vistoso. Su mérito es relegarse del lugar de “padre del campeón”. Ya aprenderán los exigentes sabelotodos del periodismo que presionan para echar entrenadores cuando los resultados no llegan en vez de contar con dos dedos de frente para admitir que en el fútbol se gana y se pierde. (Así fue como empujaron a los Moyano para que despidiesen a Almirón de Independiente en 2015).

¿Es Lanús el club modelo de la Argentina? Quién sabe; si esta nota no se atreve a firmar el sí de la respuesta se debe a que ninguna dirigencia ha sido capaz de llevar a la AFA una voz firme contra el grondonismo y sus actuales herederos. Lanús, allí en la calle Viamonte se ha movido con una cautela que desespera. Hoy no tendríamos Tinellis ni Moyanos en la AFA si Lanús hubiese postulado a su gente y su ideología. Ojalá lo hagan mañana y empezaremos a pensar si ha llegado la hora de la revolución.

Sí habrá que reconocer en ellos su combate contra el verso de las sociedades anónimas, el liberalismo, y su decidido camino hacia el sostén de un club que piense en la solidaridad y en las masas populares de los barrios antes que en las cuentas bancarias. Es cierto que falta resolver asuntos de las barras, por ejemplo, pero qué raro es hablar de un club de superávit que, a diferencia de otros, como Boca, despliega y se preocupa por una serie de actividades deportivas ajenas al fútbol sin acudir a las estafas de los socios adherentes.

Lanús campeón es una forma de colocar, por un breve tiempo al menos, el debate sobre los clubes que necesitamos.

Justo en el momento en que los poderosos caballeros del dinero pretenden que nuestro fútbol sea dominado por los insaciables que ya dejaron todo patas para arriba.

¿Le suena?