Una serie de notas directas o indirectas, algunas con tono morboso, cargaron en las últimas horas contra la intimidad de un jugador de fútbol. De ellas, seleccionamos un párrafo. En La Nación, alguien escribió:

“Sábado por la noche, apenas pasaron dos días de la dura eliminación de Boca de la Copa Libertadores y Carlos Tevez posa sonriente para la foto que, luego, Fernando Tobio compartirá en su cuenta de Instagram. El defensor organizó un asado en su casa para despedirse de Boca ya que el club no hizo uso de la opción de compra. Pero sin dudas la mirada ajena se puso sobre el apache ¿Qué hacía ahí? ¿No era muy pronto para mostrarse en público tras la derrota? Las típicas preguntas invadieron las redes sociales”.

Así, como tantas otras veces, el periodismo disimula su cuestionamiento a la vida íntima de los deportistas, alegando voces de hinchas que no son más que veinte o treinta desaforados publicando sandeces en aquello que alegremente llaman “redes sociales”. Algún día terminaremos con la costumbre de mentir con aquello de “… veamos ahora qué dicen las redes sociales” para ser más honestos y referirnos a “los cobardes que se ocultan bajo un imbécil nombre de usuario”. Desde la misma noche de la eliminación la carga mediática sobre Tévez es fenomenal. Continuará unos días más hasta arrancarle al Apache una declaración enojada. Luego vendrán los comentarios sobre su enojo. Así, puñal en mano, el periodismo deportivo argentino habrá editado el tomo mil de una obra llamada: “destruyendo a los futbolistas”.

Todo ello sucede al mismo tiempo que nadie se ocupa de la vida deportiva de las decenas de mujeres y hombres que en silencio se preparan para los Juegos Olímpicos. El desprecio a decenas de actividades deportivas, el refugio en el fútbol profesional para cubrir noticias que no son noticias (este asado, por ejemplo), la falta de investigación a las empresas y empresarios (muchos de ellos de los medios) que chupan la sangre del fútbol y de los clubes, siguen al tope de las características abominables de una prensa deportiva tan hueca como políticamente defensora de los poderosos.

La vida privada de los periodistas mientras tanto se cubre con un manto de silencio, que bien vendría correrlo para conocer la intimidad de una redacción en estos tiempos de debacle. Recientemente uno de los editores de mayor peso en Clarín formuló una lavada autocrítica de la despiadada serie de mentiras que el Grupo Clarín desató en los últimos años contra el gobierno de Cristina. Julio Blanck dijo “Hicimos periodismo de guerra, eso es mal periodismo…” durante una entrevista concedida a La Izquierda Diario”. En realidad, no hizo más que dar a conocer el posicionamiento político que todo medio de comunicación y todo periodista tiene durante las diversas etapas de su vida. ¿Qué faltó en esa entrevista? Los detalles íntimos de cada nota, foto y epígrafe de los últimos años. Saber quiénes dieron las órdenes, cómo se construyeron informaciones falsas, cuánta plata y avisadores había detrás de cada operación mediática.

Ese destripado que hacen con Tévez alguna vez llegará a cada periodista. Será la hora de una mínima Justicia.