El periodismo presentó la muerte de René Houseman de todas las maneras posibles, menos una.

En sus necrológicas estaban las gambetas de maravilla, los centros, los goles, los Mundiales, las medias bajas, el alcohol, las escapadas, la noche y los precipicios de la vida, las premoniciones, los consejos, la alegría, la tristeza, la soledad, el gol.

Dijeron de él que fue un grande, casi un Maradona, un genio, un Mané Garrincha y tantas otras cosas.

Pero se olvidaron del René defensor de los Derechos Humanos. El René que también rompía los moldes en el mediocre mundo del fútbol, donde abundan las estrellas temerosas de comprometerse con las luchas populares.

René fue uno de los tres campeones del mundo de aquella Copa del 78 que, en 2008, al cumplirse los 30 años del Mundial, participó en el Monumental en aquel acto de homenaje a los desaparecidos y de repudio al golpe del 24 de marzo. Aquella tarde, René se abrazó a las Madres de Plaza de Mayo y junto a Julio Villa y Leopoldo Luque, pusieron la cuota de reflexión que tanta falta le hacía a nuestra mirada exageradamente victoriosa de aquellos años del horror. René llamaba a Videla genocida, como pocos en el mundo del deporte.

Houseman fue – además- periodista durante un mes. Ocurrió en el Mundial de Brasil 2014, cuando con la credencial de una de las revistas más envidiadas en la historia del periodismo argentino (“La Garganta poderosa”) concurrió gracias al esfuerzo increíble de los militantes-periodistas de la publicación que se edita en los barrios más humildes de la Argentina. Lo hizo para comentar aquel torneo, mientras se alojaba, con los periodistas villeros, en una favela de Río de Janeiro.

Esto escribieron hace unos días los colegas de La Poderosa: "QUE LA VILLA LO TENGA EN LA GLORIA. La verdad, no pensábamos decir nada, porque hoy el dolor tapa la gilada, pero ahora que vemos llorar a los pibes, ahora que vemos llorar al barrio, ahora que no te vemos, René, ¡ahora ya fue! Ojalá nos hubiéramos encontrado tantos housemanistas para el partido a beneficio que se venía en Excursionistas. Y sí, ahora todos a recordar, pero no se vayan a olvidar que no lo quisieron llevar al Mundial, ni sus empresarios, ni sus diarios, ni sus noticieros, ¡lo llevamos los villeros! Dueños del olvido sin perdón, hoy celebran la consagración del mito, esperando que las cámaras puedan tomarlos... Tenía que ser así, loquito, tenías que desbordarlos”.

Este René de los pobres, este René de la solidaridad con los pañuelos blancos, fue el menos evocado en estos días en que ciertos periodistas eligieron el olvido.

Estamos en el mes de la memoria. Un mes en que el periodismo deportivo en general lo que más hace es ignorar, poner vendas, mantener silencios.
Lo hicieron con esta faceta de René, la más importante.

Lo hicieron también el sábado 24 con la ausencia de cobertura (excepto Página 12) sobre una de las apariciones más reconfortantes de la última marcha a Plaza de Mayo: La Coordinadora de derechos Humanos del fútbol argentino, un nucleamiento de socios e hinchas de diversos clubes que se juntaron para “promocionar, defender y difundir los Derechos Humanos”.

Centenares de camisetas diversas comienzan a reunirse, por la paz, por la vida y la memoria.

Pero el periodismo deportivo, en general, los ignora.

Como siempre decimos, nos queda esa resistencia pasiva, la de unos pocos periodistas que consideran, como Rodolfo Walsh, que las bellas satisfacciones de un acto de libertad, son de las bellas cosas de las que gozamos, aquí abajo. Como de abajo era René.