El escándalo FIFA – Conmebol de los últimos años, se sabe, no fue un descubrimiento del periodismo deportivo sino una mecha encendida desde el Poder Judicial estadounidense. Aunque usted no lo crea.

A raíz de aquellas denuncias de corrupción, nepotismo, clientelismo y sobornos desde los medios de comunicación ( Eureka ¿cómo pretendíamos que el periodismo investigara la podredumbre si en el mismo lodo estaban todos?), supimos un dos por ciento- por ser generosos- del inmundo mundo dirigencial de las altas esferas.

Infectado hasta los huesos, el fútbol mundial se dispone a correr el telón y empezar en días más otro capítulo de la farsa más aplaudida: el Mundial de Rusia. Lo decimos no por lo que darán los jugadores en el campo de juego, sino por los millones asquerosos que se gastarán y embolsarán los que más tienen, en otro intento por desviar la conciencia de los pueblos durante unos instantes.

Resulta que la última semana nos enteramos desde Paraguay que se eligieron las autoridades de la Conmebol, esa cueva donde se cocinaron delitos cometidos para beneficio de dirigentes y empresarios, y donde no cesa el derroche de plata.

Salarios de dirigentes a niveles de príncipes sauditas, despilfarros en los gastos de hotelería y un viva la pepa que nadie controla. Los sueldos de los dirigentes sudamericanos van de 16.500 a 30.000 dólares y el del presidente electo por segunda vez, el paraguayo Alejandro Domínguez parece que llega a 44.000 dólares más un plus de 25.000 gracias a su doble “trabajo” en FIFA.

"Dos años atrás, cuando nos hicimos cargo, la Conmebol perdió su rumbo, estaba en quiebra moral, se olvidó del fútbol por su interés en el dinero", dijo Domínguez, sin ponerse colorado, en su discurso celebratorio de la nueva Comisión. Para él quedó, la presidencia, para el argentino Chiqui Tapia la vicepresidencia segunda. Y desde ya, más billetes.

Atrás quedaron los Grondona, Leoz, Napout y Figueredo, a quienes las escuchas de la causa mostraban sus andanzas cual filibusteros. Pero de esos nombres nada se dijo en la fiesta de la Conmebol.

Dueño de medios de comunicación, heredero de la presidencia de Olimpia, club que manejaba su padre, nadie en la Argentina sabe qué cosas buenas hizo el señor Domínguez para estar en el lugar que ocupa.

En Asunción, donde la elección se mezclaba con la buena comida y los mejores vinos, la presencia de Infantino, el titular de FIFA le daba un guiño a esta masa dirigencial de nuestra querida Sudamérica, señores que jamás pidieron disculpas por mirar hacia un costado mientras sus amigos y socios se la llevaban toda, toda.

Si usted, hincha o socio de algún club sudamericano, no escuchó nunca hablar de Domínguez y si ni siquiera sabe quién es, vaya aquí un dato: cuando se escriba la verdadera historia del desguace y vida de lujos que llevaban los ahora procesados, entre los cuales estaba su compatriota Juan Angel Napout, rebotarán los escándalos que se conocieron en las audiencias del juzgamiento a los ex Conmebol en Nueva York. A cambio de derechos de TV, Napout recibía obsequios de la empresa Full Play (de los hermanos Hugo y Mariano Jinkis) entradas para el concierto del ex Beatle, Paul McCartney (10.175,88 dólares) alquileres en Punta del Este por 40.000 dólares y otras menudencias.

Napout llegó a la presidencia de la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) gracias al actual presidente de Paraguay Horacio Cartés y a un señor de mucho dinero que era su vicepresidente: un tal Domínguez.

El mismo Domínguez que ahora fue reelecto presidente de la Conmebol.

Si de esta historia usted ya sabe el final, nosotros también.

Se llama, otra vez perdimos.