Se busca vicepresidente. Este debería ser el cartel más urgente a colgarse en la puerta de Viamonte 1366. Porque el señor Daniel Angelici, hasta el momento portador del cargo en cuestión, hizo gala una vez más de su instinto pro-artículo 79 del Código Penal, y cual goloso cazador de enemigos, jaraneaba en la Barcelona de la reciente goleada sufrida por Boca: "Yo te quiero Boca Juniors, Yo te quiero de verdad. Quiero la Libertadores y una gallina matar".

Si el Muñeco Gallardo salió a contestarle horas después, con bastante moderación, (“La imagen habla por sí sola. No solamente es el presidente de Boca, es el vicepresidente de la AFA. Nos representa en el mundo. No me sorprende nada”), fue porque el periodismo deportivo no se levantó entero con la osadía que se necesita: reclamar que este hombre se vaya a su casa, o a trabajar.

Angelici no renunció al día siguiente del escándalo.

Redobló la apuesta y se la agarró con el entrenador de River, “Lo que puedan opinar los empleados de otros clubes no me corresponde decir nada". Dijo Angelici.

¿Y sabe usted cómo le contestaron algunos medios? “Daniel Angelici destrozó a Marcelo Gallardo tras su exabrupto contra River” tituló Infobae. Y de la misma manera Cadena 3 y otros.

Como si fuese un tomala vos, damela a mí, algunos medios han creído que la expresión alentadora de crímenes de un dirigente deportivo es para tomárselo en joda un ratito. Al igual que tantas otras cosas.

Mientras tanto la AFA ejercita su implacable forma de proteger a este hombre a quien sólo le falta sacar una navaja en una conferencia de prensa y degollar a una plumífera. Sus reiteradas apologías de los métodos hirientes y violentos van en línea paralela a sus manejos del juego y los jueces (si hasta Lilita Carrió vive denunciándolo, dirían los insatisfechos con semejantes pruebas).

Reclutado por el presidente Macri hace dos décadas, Angelici no es otra cosa que el responsable de las mayores violencias estructurales en el fútbol argentino. Si hay una barra brava que goza de la impunidad y que proclama la muerte cuando puede, es la suya, la de Boca. Aquella que goza de la protección mayor dentro del estadio, y que renació con mayor desfachatez desde 1995, cuando la dirigencia les habilita mes a mes el carnet de socio como si nada, mientras les abre las puertas para los más diversos delitos que se cometieron y cometen en la Bombonera. Angelici ha sido el continuador de esa forma de administrar el odio desde una tribuna, una canción…o los mismos hechos.

Por eso nos ponemos claramente del lado de Gallardo.

No hay demasiado qué pensar al momento de elegir. Y esperar que algún día venga, del lado de los futbolistas, o de los entrenadores, o por último de los pocos dirigentes a quienes les queda un poco de gris en la cabeza, la exigencia de pedirle que se vaya, al menos, de la AFA.

Porque si seguimos aguardando del periodismo una coherencia de reclamos, estamos esperando la carreta, la carroza o la vida entera.