Si somos un país excesivamente futbolero, lo es por obra y gracias del periodismo deportivo. O mejor dicho, de su decadencia en las últimas décadas.

Una comprobación, a mano: la tapa de Clarín del pasado domingo señalaba “El furor inesperado por los Juegos Olímpicos” y se asombraba de las multitudes que colmaban los Parques Olímpicos para ver a las y los jóvenes de todo el mundo que asombraban con sus destrezas y records.

Juntar 80.000 personas en diversos escenarios, como ha sucedido en alguno de los días de competencia en los Juegos, no debería sorprender a nuestra prensa. Desde siempre la Argentina, como tantas sociedades, diversificó sus entusiasmos y sus agrados. Ya sea por los viejos y queridos deportes como la natación o el atletismo o el básquetbol, como por los modernos Beach Handball o Futsal o ciclismo BMX.

No es cierto que seamos un país con una pelota de fútbol en la cabeza. En todos los sentidos. Los intentos por adormecernos con Mundiales o campeonatos diversos y que se multiplican al compás de la insaciable AFA, no pueden con una base social que resiste desde los clubes, los sindicatos y las organizaciones sociales que busca transformaciones y alteraciones que también apuntan al deporte.

Desde ya hay dos enemigos centrales: los empresariados más diversos, ávidos por lograr sociedades embobadas por el profesionalismo y el éxito, donde cada uno pague más por la mayor cantidad de objetos. Y el periodismo que apunta a la construcción de ídolos, a quienes destaca por sus ganancias y cuentas millonarias, y a un deporte que sólo se fije en los saltos comerciales.

Por supuesto, hay franjas de la sociedad que son ganadas por este esquema de pensamiento de codicia interminable. Y así nos va…

Y como todo, la prensa es expresión de ello.

Observe lo siguiente. Cada vez que un periodista entrevista al presidente de un club o no le hace ninguna pregunta sobre los veinte o treinta deportes que se practican en su institución o apenas toca el tema con alguna referencia al básquetbol. Decenas de presidentes de clubes son entrevistados en los medios argentinos y el deporte extra-fútbol no existe.

Ya hemos hablado de la ausencia de periodistas con formación multidisciplinaria, y el aburrimiento que genera escuchar las mismas voces todos los años desde las últimas épocas.

Con este panorama, la derecha dirigencial avanza rumbo al 22 de noviembre, fecha de la Asamblea de AFA, donde los representantes decidirán si obedecen al macrismo y su idea de convertir nuestros queridos clubes en Sociedades Anónimas o si desechan la idea de “mientras más oro tenés, más valés”.

Veremos cómo se comporta la prensa deportiva en esta batalla ideológica que será decisiva para el futuro deportivo.

Las miles de personas que hoy colman los escenarios olímpicos (pase libre y gratuito) o los que siguen los Juegos por la TV, son la expresión de una sociedad que reclaman más deporte y más deporte. Consciente o inconscientemente es también un reclamo político.

Somos ese país contradictorio, el que dividido en mitades, aprobó con su voto a un candidato que destruyó Fútbol para Todos en beneficio de las multinacionales, y el que aún mantiene en vigencia el artículo 77 de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que proclama la gratuidad de las transmisiones de acontecimientos deportivos relevantes.