La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha puesto sobre la mesa una recomendación contundente: la prohibición de celulares en las aulas. Esta sugerencia se suma a la creciente preocupación expresada por el psicólogo social Jonathan Haidt, quien aboga por una revolución en la forma en que los padres administran los teléfonos inteligentes y las redes sociales de sus hijos adolescentes. Haidt no está solo en su alarma, ya que la Asociación Estadounidense de Psicología denuncia que las plataformas de redes sociales son "intrínsecamente inseguras para los niños".

En su libro "La generación ansiosa", Haidt insta a los padres a reconsiderar el acceso de sus hijos a los dispositivos digitales. Propone que los niños deberían tener poco o ningún acceso a ellos hasta los 16 años. Esta postura no es infundada, ya que el libro destaca los crecientes problemas de salud mental entre preadolescentes y adolescentes en Estados Unidos. La Asociación Estadounidense de Psicología respalda estas preocupaciones, apuntando que los desarrolladores de las plataformas deben asumir la responsabilidad por su impacto.

Adolescente cada vez más ansiosos

Los datos respaldan estas inquietudes. Las tasas de enfermedades mentales, autolesiones y suicidios entre adolescentes están en aumento, con un incremento especialmente preocupante en las niñas. La conexión constante a través de las redes sociales está exacerbando la ansiedad en este grupo demográfico. Las visitas a salas de emergencia por autolesiones en niñas de 10 a 14 años casi se triplicaron durante la década de 2010, una tendencia alarmante que no puede ignorarse.

Ante este panorama, Haidt propone normas claras: no usar teléfonos inteligentes antes de la secundaria, no permitir redes sociales hasta los 16 años y prohibir su uso en las escuelas. Además, aboga por fomentar la independencia, el juego libre y la responsabilidad en el mundo real como antídotos contra la hiperconexión digital.

Las consecuencias de no tomar medidas podrían ser graves. Las tasas de enfermedades mentales podrían seguir aumentando, afectando a la mayoría de los niños y niñas. Además, la segregación en línea entre géneros podría tener repercusiones en las relaciones y el matrimonio heterosexual. No solo se trata de una cuestión de salud pública, sino que también hay implicaciones económicas, como demandas a plataformas y un posible impacto en la economía de libre mercado. Es hora de considerar seriamente cómo los celulares y las redes sociales están moldeando la salud mental de las generaciones más jóvenes y qué medidas deben tomarse para revertir este deterioro.