¡Qué mala suerte tiene el periodismo deportivo argentino! Lleva más de un siglo tratando de encontrar a un buen dirigente de fútbol. Si hay una pregunta de difícil respuesta entre los lectores, oyentes, televidentes o hinchas hoy es: ¿con cuál dirigente del fútbol argentino se quedaría usted si tuviese la posibilidad del voto directo?
¿Complicado no?
Los días recientes trajeron el bochorno que faltaba: un ex barra brava de Vélez, convertido luego en presidente del club, entra al edificio de la calle Viamonte, revolea una silla, un cenicero, pega dos gritos y amenaza a Javier Medín, uno de los integrantes que la Comisión Normalizadora puso en la AFA. Gámez quiere el dinero para Vélez como quiso agarrarse a piñas con los ingleses en la popular del Azteca allá por 1986.
Fue unas horas después de que la AFIP anunciara que buena parte de los clubes de la AFA le deben al estado 1.346 millones de pesos por evadir impuestos.
Y unos días después del revoltijo de dirigentes que reclaman la renuncia de Armando Pérez al frente de la Comisión y el llamado a elecciones.
Toda una cadena de dislates y atrocidades de un grupo de hombres que tienen, mayoritariamente, una característica en común: empresarios.
Terminando así con el hipócrita slogan que aburre y cansa (“para manejar dinero y lograr éxitos hay que convocar empresarios exitosos”) y que le metieron en la cabeza a miles de hinchas argentinos.
Así quedamos, así estamos.
Ni saben manejar dinero ni saben manejar el fútbol y mucho menos se les cae una idea para frenar la violencia que mata y mata de lunes a lunes.
Se ha dicho esta semana que el plan del gobierno nacional es dejar que la AFA y los clubes se hundan para que se llegue a la conclusión de que no hay nada mejor que las Sociedades Anónimas para manejar el fútbol.
Tremenda mentira. Primero porque Macri anda muy ocupado en multiplicar los beneficios de otros empresarios. Y segundo, porque al gobierno de Macri no le hace falta ni abrir la boca para que se conozca su idea capitalista de lucrar con los socios e hinchas. Ya lo dijo cuando llegó al sillón máximo en Boca.
Los ideólogos del fútbol entregado a las S.A. no necesitan de la ayuda de ningún plan: son los propios dirigentes argentinos (salvo honrosas excepciones) los que año tras año manejan los clubes como manejan todo lo que tocan. Sin importarle el prójimo. Quieren fama, salir en los diarios, entrar en la historia, ufanarse de sus tiempos de dirigentes, viajar a los Mundiales, tener acceso libre a la foto con un futbolista, vivir ficticios tiempos de gloria en escenarios internacionales.
Dejaron que gobernara Grondona porque Grondona era su modelo. Incapaces de construir una alternativa con alguna pata social y que piense en las mayorías, vivieron del mangazo y del despilfarro. Las dos cosas juntas.
Hoy, cuando no hay lugar que se toque y no supure, es difícil no evitar la consigna que alguna vez marcó el inicio de una pequeña solución para el país: que se vayan todos.