Las intensas lluvias que azotaron a Brasil durante varias semanas de abril y mayo generaron graves e inéditas inundaciones, y extendieron la problemática hacia los países vecinos, Uruguay y Argentina. Con estos eventos quedó en claro una realidad, el inexorable aumento de accidentes climáticos extremos que plantean hacia adelante importantes desafíos para las autoridades gubernamentales de toda la región.
En el estado brasileño de Río Grande do Sul, gran parte del territorio quedó bajo el agua debido a las precipitaciones registradas desde finales de abril. El lago Guaíba superó sus niveles históricos y los diques y muros de contención resultaron insuficientes para contener el agua. Como resultado, más de 2 millones de personas se han visto afectadas y cerca de 450 de los 500 municipios del estado han sido inundados. Además, las lluvias también aumentaron el caudal del río Uruguay, provocando inundaciones en 9 departamentos de Uruguay y algunas zonas del litoral de Argentina.
Las causas de estas inundaciones se deben, en gran medida, a las lluvias intensas en el sureste de Brasil, que han traído consigo enormes volúmenes de vapor de agua y energía desde la Amazonía.
Expertos señalan que estos eventos extremos están relacionados con el cambio climático, el cual aumenta tanto la frecuencia como la intensidad de los fenómenos climáticos. Además, las modificaciones al Código Ambiental de Río Grande do Sul, que eliminaron protecciones de áreas de preservación permanente, han empeorado los efectos de las inundaciones.
Previamente a estas inundaciones, estudios y alertas del movimiento ecológico en Brasil ya habían advertido sobre la posibilidad de que sucedieran eventos de esta magnitud en Río Grande do Sul. Sin embargo, la política de negación del cambio climático y retroceso de la legislación ambiental implementada por el gobierno anterior de Brasil dificultó la implementación de medidas de prevención y preparación para eventos climáticos.
Es importante destacar la importancia de las áreas de preservación permanente en los mencionados tres países, especialmente en las regiones afectadas por las inundaciones. Estas áreas, conocidas como "bañados", son zonas húmedas y humedales naturales que han sido destruidas y ocupadas por actividades agrícolas y urbanas, lo que ha agravado los efectos de las inundaciones. Por lo tanto, la protección de estas áreas se vuelve crucial para mitigar los impactos de eventos climáticos extremos.
Expertos coinciden
Los expertos coinciden en que es necesario un cambio drástico en la gestión ambiental y económica por parte de los gestores públicos, integrando las recomendaciones científicas para prevenir y prepararse ante eventos climáticos extremos. La negación del cambio climático y el retroceso de la legislación ambiental han agravado la vulnerabilidad de las comunidades afectadas.
Estas inundaciones no solo tienen implicaciones a nivel regional, sino también global. Están conectadas a la dinámica climática en la cuenca del Río de la Plata y la Amazonía, por lo que la respuesta de los gobiernos debe considerar estas interconexiones y adoptar medidas a escala regional y global para hacer frente al cambio climático.
En cuanto a la reconstrucción y la planificación futura, el gobierno federal de Brasil ha prometido asistencia y recursos para la reconstrucción de infraestructura en Río Grande do Sul. Sin embargo, se cuestiona si habrá una verdadera transformación en la gestión ambiental y una planificación a largo plazo para evitar futuros desastres. Es necesario repensar la ubicación de viviendas, la gestión de cuencas hídricas y la implementación de políticas climáticas efectivas. Solo así se podrá enfrentar adecuadamente los desafíos que plantean las inundaciones y proteger a las comunidades de futuros eventos climáticos extremos.