Sin duda, alguna vez la pregunta acerca de la suerte que nos ha tocado en vida ronda nuestras cabezas. A no preocuparse más porque en Fox Life, un docu-reality nos tira algunas pautas acerca de la buena fortuna. Lucky ladies es el título de la receta que cuentan frente a las cámaras seis mujeres argentinas relacionadas de distinta forma con el polo, esa palabra aspiracional que abre las fronteras a la tilinguería y lubrica el camino sin escalas al litio.
Experiencia realizada en México con mujeres de músicos del rock, nuestras señoras suertudas de entre los treinti y cuarentitantos abren su intimidad, casa, familia y proyectos existenciales durante 13 capítulos de una hora. Ellas son Julieta Kemble (ex modelo, hija del artista plástico Kenneth Kemble, casada con Justo Saavedra, ex polista y manager de un club de polo), Concepción Cochrane Blaquier (diseñadora de indumentaria, familia de polistas, soltera), Anita Bereciartúa (esposa del polista Alejandro Agote -primo hermano de Concepción-, es hija del rockero Vitico, el bajista de Pappo), Martina Monteverde (hermana del jugador Lucas Monteverde y casada con un abogado de polistas), Sylvita Pereyra Iraola (separada del polista Héctor Guerrero Campos, es parte de la banda Drink Team -integrada por Zorrito Von Quintiero- y del dúo Miusicats junto a su amiga Solana Gassiebayle) y la misma Solana (DJ, familia de polo y separada).
En principio, el gancho es interesante. Hay un público que quiere saber si los ricos piden o no permiso. Pero con un programa alcanzaba y la cuestión es que hay que sostener un cuento con personajes, devenires y cambios hacia, aparentemente, las mujeres autónomas que hay detrás de la cáscara de señoras de alguien o algo. Dedicadas a seguir a otros (salvo el caso de Concepción), están buscando qué hacer cuando el fulano se jubile de la montura: lo mismo que las botineras pero con otras ínfulas, criadas en un contexto favorable, poco mediático y más legitimado por la revista Hola en lugar de Paparazzi. Sin embargo, el problema con Lucky ladies es que no hay nada para contar.
Cada una tiene su perfil y puede que el espectador se sienta más o menos cerca de alguna de ellas pero ninguna presenta un nudo de conflicto a tomar en serio. Ni siquiera para dejarse llevar por los prejuicios ni para despejarlos. Por ejemplo, Concepción es la más estereotipada, la concheta cool insoportable; le sigue en tilinguez Solana, que parece bastante inútil y trata de manera horrible a su mucama; Sylvita tiene su banda, quiere cortar con el mundo del polo y su mejor idea fue cambiarlo por un novio manager de futbol; Anita es una ama de casa desesperada que lloriquea de hastío; Martina parece la más “común”, tal vez demasiado; y Julieta es la única, creo, con algo para contar pero a través de su padre, no del polo.
Si alguna conclusión útil puede sacarse con este programa es que 1) “el mundo del polo” es una desgracia pasados los primeros años de matrimonio parasitario y 2) que estas mujeres no saben (ni quieren saber) vivir sin plata y autoabastecerse. Sus conflictos están llenos de moho porque la mayoría de las mujeres ya los resolvieron hace tiempo. Por lo que el programa -y de eso se trata- se desinfla en un ramillete de ñoñeces de señoras. Si la suerte olía a bosta, a seguir buscando.