Aunque todavía el año no terminó, no parece arriesgado cerrarlo con la afirmación de que el mayor éxito de la pantalla 2016 es la telenovela brasileña Moisés y los diez mandamientos, desde el 28 de marzo en el prime time de Telefe. Éxito en términos de audiencia, está claro, porque en cuanto a guión, calidad y elenco, la diferencia la hizo por lejos El marginal, la serie de Underground dirigida por Luis Ortega. Pero el promedio de (+-)18 que alcanza este ciclo lo convierte en contundente ganador sobre Showmatch y Educando a Nina, sus más cercanos seguidores. Aun cuando no está definido qué canal terminará como líder del año (los últimos meses, Telefe no logra torcerle el brazo al Trece en la franja de la tarde), la tendencia es firme con respecto a los números del imbatible Moisés, como antes pasó con la producción de Red O Globo, Avenida Brasil, en 2014, y la turca Las mil y una noches, en 2015.
Y sí, Moisés trajo novedades: 1) El guión de Vivian de Oliveira basado en cuatro libros del Antiguo Testamento -Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio- es el debut en formato telenovela de un relato bíblico. 2) Desplazó el reinado de O Globo y sus historias focalizadas en tendencias sociales de la actualidad, por el de la cadena Record, propiedad del millonario predicador Edir Macedo, el fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, los mismos de Pare de sufrir. 3) Aunque es un país acostumbrado a las superproducciones televisivas, se trata de una inversión muy importante: 250 mil dólares por capítulo (en total, son 176), filmados en Israel, Egipto y en el desierto de Atacama, Chile.
¿Pero por qué el rating? No por los actores ya que Guilherme Winter, Sergio Marone (ambos invitados al living de Susana) y Camila Rodrigues, no se destacan más que Débora “Nina” Falabella, Adriana “Carmina” Esteves o, también invitado al programa de la diva, Cauã “Jorgito” Reymond, de Avenida Brasil. Es discutible, de la misma manera, la relación entre reacción conservadora y temática religiosa porque las razones por las que los espectadores eligen un producto en lugar de otro son demasiado difusas como para encuadrarlas en el cambio político, es decir, hay que tenerlas en cuenta pero no son unívocas porque las crisis pueden conducir a un mayor compromiso con los contenidos o también a la búsqueda de evasión y fantasía.
Entonces, ¿qué? ¿La superproducción, el vestuario, los escenarios naturales, las escenografías a todo trapo? ¿Los efectos especiales puestos en juego para “las doce plagas de Egipto”? Creo que por ahí, en la espectacularidad de Moisés, es donde reside la clave. Poco importa que la reconstrucción histórica sea para el horror de los investigadores. Es un mérito y un valor en sí mismo para quienes amamos las series y películas de época pero nada, ni siquiera la exactitud histórica, está por encima de un buen guión. Y Moisés aunque sea un mamarracho de rimmel y collares, aunque en el palacio del faraón coman sanguchitos, aunque los diálogos sean una aberración contrafáctica, aunque apeste a didactismo, la trama de amores y odios está contada como en el libro de lectura de la primaria, apta para todo público, tan amena como fabulosa.
No se me ocurre otra razón para explicar la aceptación del público. Continuará: Telefe ya se aseguró la segunda temporada, con la travesía por el desierto. Y después viene La Tierra prometida. La Bibliamanía está a full y no porque se acerquen Pascuas ni Reyes.