Todavía está caliente el recuerdo de aquella sorpresa. No hace mucho que latas provenientes de Turquía con larguísimos melodramas desplazaban a la competencia. Cuando ya estábamos acostumbrados a los Onur y a las Sila, desde Brasil llegaron Moisés y sus plagas con otra novedad: había espectadores dispuestos a la telenovela bíblica. Y hace pocos meses se estableció muy cómodamente en la grilla diaria otra adquisición que da por tierra con la suposición de que el espectador argentino promedio se diferencia de sus pares latinos: Caso cerrado, por Telefe lidera la franja de la tarde con +/- ocho puntos y los sábados, la versión “sin censura”, compite de cerca contra la noche de Mirtha.

A lo mejor todavía no lo vio porque siguió de largo ante la cara de sargento de la abogada cubana-estadounidense Ana María Polo, la forma de hablar de los participantes, la exageración, en fin, los gritos que tanto abundan en la televisión. Pero deténgase y escuche si es que le importa comprender por qué este programa, realizado desde 2001 por Telemundo en California, funciona a la perfección.

Una de las razones es la justicia rápida, la resolución inmediata del conflicto. Demandante y demandado cuentan su versión, traen pruebas, se pide la opinión de expertos. Si todo le parece armado, es en parte cierto: los casos son reales pero muchas veces están representados por actores, cuando las personas no quieren aparecer en cámara.

La otra razón es la historia de vida. Cada caso es un novelón que empieza y termina en esos minutos. Casos banales sobre medianeras y cuernos pero también problemas profundos que no aparecen ni en noticieros ni en las ficciones: adopciones, tenencias, diferencias de clase, dificultades sexuales, abusos, violencia de género, discriminaciones, bullying y otras miserias que afectan a la gente común.

Por último, la personalidad de Polo que con la furia de su martillo pone fin a la cuestión. Ya dijimos que no es simpática. Su estilo de conducción no se parece a ninguno, al menos por estos lados. Pero tiene una mirada amplia y pone la cosas en su lugar. Y en especial, lo más subrayable, no es conservadora aunque luzca como tal y a veces trate a los participantes con cierta displicencia. ¿Si hay morbo? Sí, por supuesto. Es televisión. Pero no solamente. Caso cerrado toma partido: su punto de vista es ecuánime para valorar la postura del más débil en una sociedad cruel con los diferentes.