Una de las cosas que los estadounidenses deben agradecerle para siempre a los inmigrantes no sajones es el humor. El stand-up, desde Groucho Marx y Jerry Lewis a Seinfeld y Woody Allen, es un invento judío que todo grupo desplazado (negros, gays y mujeres) ha utilizado para reírse de su lugar en un mundo donde mandan otros. Pero no basta con la declaración. Los mejores estandaperos tienen que ser, primero, perfectos comediantes. No solo tienen que saber decir sino interpretar: el secreto es que el cuerpo, la voz, el micrófono y el banquito repetidamente inútil nos representen todo el mundo. El mejor de ellos -el mejor varón, perdón Amy Schumer- hoy es Louis C. K., a quien seguro vio como el esporádico amante de la actriz Sally Hawkins en el film Blue Jasmine. Hablar de su sinceridad, de cómo expone sus más íntimos pensamientos, es lo que haría cualquier estandapero correcto pero además, estamos ante un gran actor que no oculta la angustia detrás del chiste.
Por el canal de cable Comedy Central puede verse Louie, los martes a la medianoche y domingos a las 22, la serie creada por el comediante. No, no es como Seinfeld que era una sitcom hecha y derecha aunque el monólogo de Jerry fuera hilando la historia en cada episodio, sino otra cosa. En Louie, cada episodio puede girar alrededor de algunas viñetas, de momentos nomás, a veces sin relación unos con otros. A veces hay historias que se siguen de un episodio; a veces quedan abandonadas por ahí. Porque Louie narra la vida no demasiado bella de un comediante divorciado de mediana edad, excedido de peso y con dos hijas: es el propio C.K. que en dolorosa autoparodia rescata lo mejor del stand-up, el recurso del fluir de la conciencia y de llegar al extremo oscuro de nuestro pensamiento pasando por encima de cualquier barrera o represión. La desnudez máxima sin el corset de “veamos cómo unimos al personaje con su interés romántico para cuando termina la temporada”. Aquí la cámara es cruda: recorre desprolija las calles de la mente y encuentra en el peor absurdo de la vida, esa risa capaz de exorcizar la abulia nuestra de cada día. ¿Se habla mucho de sexo? Y sí, quizás porque es el único reservorio de caos que nos queda, siempre insatisfecho. ¿Se putea a lo bestia? Por supuesto, como cualquiera que sale a la calle a la hora pico. Louie no es yanqui sino universal como lo es la alienación cotidiana en forma de sarcasmo. No una herencia de quienes inventaron el stand up sino un paso adelante, descarnado y por eso, tierno hasta el hueso.