LA NOTICIA DE TU VIDA
Estas cosas te pasan cuando te morís

el cuerpo después de la muertePor: Cicco. Los medios podrán explicarte con lujosa exactitud la cantidad de víctimas fatales de un accidente en la ruta, la mecánica minuto a minuto de un homicidio en un country, el análisis exacto de por qué la selección de fútbol se ha convertido en un plantel de 11 muertos vivos. Sin embargo, nadie le contará cómo es que, de un momento a otro, usted pasa de ser una persona con documento, nombre y apellido, y el monotributo al día, a transformarse, con el tiempo, en algo irreconocible, frágil y polvoriento como harina Blancaflor.

Pero, por si no lo sabía, esto es lo que le sucederá. La única noticia que, tarde o temprano, usted tendrá que vivir.

Existe una forma de medir el tiempo que usted lleva de muerto llamada fórmula de Glaister, un método que quizás usted juzgue de invasivo, sin embargo, los médicos aseguran que, dada su condición de no viviente, esto no le reportará dolor alguno. A la temperatura rectal normal, se debe quitarle la temperatura rectal al momento de la medición y dividirla por 1,5. Esto le dará una estimación de las horas que lleva muerto. Hay que tener en cuenta que los gordos tardan más en enfriarse, en especial si perecen comiendo guiso de mondongo.

Normalmente, después de todos los contratiempos que envuelven a toda muerte –gritos, llantos, apegos, arrebatos de nostalgia a todos los culos que no ha podido acceder-, sigue un proceso de completa, armoniosa y pacífica miorelajación. La llamada muerte en paz. Es una etapa para creer que, por más miserable y turro que haya sido en vida el difunto, asciende melodiosamente al paraíso, acompañado por sus seres queridos desaparecidos de hace tiempo, y un par de promotoras con sombrillas para cubrirlo de tanta luz divina. Pero, como decíamos, este proceso de miorrelajación es puramente físico, es ajeno a la moralidad del implicado y lamentablemente dura poco. Acto seguido, viene algo que los médicos forenses llaman sin muchos rodeos rigidez cadavérica, un proceso muy ameno que empieza endureciendo los maxilares inferiores como si comiera vidrio molido y se despliega hasta los pies. A las 15 horas de iniciado usted asume la forma consistente, pétrea e inconmovible de un helado de palito. Superada esta etapa, su cuerpo regresa a una relajación tan aplastante que sólo se logra en ciertos hoteles alojamiento de la Panamericana. Y esto sucede paulatinamente desde los pies hasta la parte superior, es decir, a la inversa del proceso anterior.

A esta etapa, los tanatólogos se resisten a llamarla relajación y prefieren usar el término más adeucado: putrefacción. Este momento tan colorido viene acompañado de extrañas manchas verdosas en la fosa ilíaca derecha, -también conocida como región inguinal derecha o región del ciego -, como si en el velorio un familiar hubiese estornudado allí.  

Para el caso de que usted no tuviera el monotributo al día y decidiera saldar sus deudas con el fisco volándose los sesos, lo más común es que, durante el tiempo de la primera miorelajación, usted continúe apretando el gatillo a lo largo de todo el proceso aún cuando ya nada lo ate a la AFIP. A esta reacción se la conoce como espasmo cadavérico y signo de Taylor –no de Elizabeth, aunque, para el momento, usted se parezca asombrosamente a ella-.

Si usted decide morir, digamos, sentado en el inodoro pues entiende que esto es una puesta en escena, un manifiesto que asienta su juicio sobre dónde se ha ido la humanidad, seguramente se le formen livideces, es decir, como un moretón  producto de la acumulación de sangre y que, en el caso de que usted expire sentado en el inodoro, se le presentaría en la zona que denominamos: exacto, allí mismo. Un pétalo violeta adornándole el upite.

Y ahora sí viene la invasión. En invierno, pueden pasar hasta 18 horas para que los microbios de sus intestinos, alimentados en vida a base de yoghurts enteros, pasen a introducirse por el cablerío de sus vasos sanguíneos persiguiendo todo lo que se asemeje a un Actimel o a la voz de Pancho Ibáñez. Terminado el proceso, se forman vesículas de formas divertidísimas, llenas de un líquido semejante a una botella de Sprite pero con olor a bola de maratonista. A esto le sigue un proceso de transformación conocido como período colicuativo donde usted se convierte de pies a cabeza en un tejido de color pardo similar a un clítoris gigante sin orgasmos.

Por más afecto que le tenga, el primer órgano de su cuerpo en descomponerse será su cerebro. El último, el corazón. A los tres años de muerto, le desaparecerán completamente sus partes blandas, y me refiero a todas sus partes blandas. En algunos casos, pueden llegar a pasar cuatro años hasta que se completa el proceso, sobre todo, si está bien dotado ahí abajo, o las chicas cuando están bien provistas arriba. En el mundo de la descomposición y la muerte, es todo cuestión de metros cuadrados.

A los cinco años, usted pierde la totalidad de sus cartílagos, que vaya a saberse para qué uno los tenía. Si bien su cuerpo está constituido en un 50% de minerales, con el tiempo de muerto usted alcanzará el 70% y tendrá todas las propiedades de una Villa del Sur.

De acuerdo al lugar que le asigne su sagrada familia para su descanso eterno, pueden sucederle algunas alteraciones extras: a los dos o tres meses de permanecer en un nicho o bóveda, lo más seguro es que su tejido graso se haya vuelto un jabón de magnesio o potasio, ideal para el tocador. En el caso de que su familia lo guarde en un cajón de metal, porque usted era fanático de AC/DC, usted quedará en un mismo lapso de tiempo seco, firme y de color negruzco como Alfio Basile, algo que en la medicina forense se conoce como corificación. De acuerdo a la temperatura circundante y a sus ganas de apurar el trámite, se irá convirtiendo en piel y huesos, y después nada más que lo último, algo que ya habrá visto en numerosas películas de terror y en desfiles de primavera verano.

Y finalmente, le sobrevendrá la descalcificación, el último eslabón de la cadena. Es decir, usted dejará de tener los minerales que su cuerpo necesita, con lo cual sus huesos se fragmentarán uno tras otro como grisines, y se los irá llevando el viento igual que figuras en la arena.

Y es así cómo de una vez y para siempre, usted se dejará de joderle la vida a la gente por un buen rato.

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