EL OTRO BOOM NAVIDEÑO
¿Todavía no tenés tu caganer?

Caganer de Cristina KirchnerCaganer de MessiPor: Cicco. Durante mucho tiempo, estuve convencido de que, antes de comprometerse en santo matrimonio, antes de entregar su corazón a Dios y a María Santísima, toda persona debía ver a su futura pareja, al menos durante unos minutos, trayendo esas mágicas criaturitas al mundo a las que llamamos comúnmente mierda.

Esta fórmula es trasladable a cualquier situación de la vida: elegir a un presidente, a un ídolo, a un periodista en quien confiar. La cagada le da un piso de autenticidad a las cosas. Nos hermana en un mismo acto animal. De acuerdo: esta gente caga igual que usted, ahora podemos construir una relación basada en la realidad y no en pedos de colores. 
 
El otro día, un monje budista amigo me mostró su baño. “Mirá”, me dijo, “yo tengo una mesita ratona rodante pues, cuando hago mi cagada, llevo un libro y leo. Así leí el tuyo. Pero no quiero que te ofendas”. Mi amigo trataba de transmitirme que, para él, el garco era sagrado y que el hecho de que incorporara la lectura de mi libro en él, debía tomarse como algo meritorio, por más que a mí me diera una sensación extraña.

Una semana atrás, descubrí por los medios que en España descubrieron la forma de traernos esta experiencia sacra, sin necesidad de pasar por un momento odorífero desagradable. Los llaman caganers. Son unos pequeños muñecos navideños de arcilla, con los pantalones bajos y en actitud precisamente de caganer.

Allí están representadas figuras del deporte, el espectáculo y la política. Y todas vienen acompañadas de sus respectivas cagadas. Porque un caganer sin su cagada, es como un tenista sin su raqueta, como un futbolista sin botines, o como un político sin sonrisa.

Esto que, podrá intuir, es propio de la chifladura de quien escribe esta columna, es, en verdad, una costumbre en los pesebres catalanes y aprobada por el mismo Vaticano, quien considera que el caganer, en tiempos de Navidad, es símbolo de prosperidad, esperanza y fertilidad, aún cuando recomienden no colocarlo en un lugar protagónico en el árbol. Pues, hay que recordarlo, podrá ser muy navideño pero no deja de ser alguien cagando y esto siempre requiere de discreción.

Este año hubo una muestra anual de caganers en la feria de Santa Lucía, en Barcelona. Y la costumbre ya está extendida a las Islas Canarias, a Portugal y a Murcia donde los llaman lisa y llanamente y, para evitar malos entendidos, “cagadores”.

Ya hay caganers de Cristina Kirchner, Lionel Messi, Barak Obama, Hugo Chávez y Silvio Berlusconi, y salen un promedio de 14 euros la unidad. Es curioso cómo aún no hicieron una de Román Riquelme, el astro del fútbol, o el sindicalista Moyano, hombres que prácticamente siempre tienen cara de estar en ocasión de caganer.

He visto con mis propios ojos el caganer de Cristina. Tiene trajecito azul y baja la pollera delicadamente para descubrir unas nalgas blancas de tanto sentarlas en la butaca del Senado. Mientras hace su caganer, la presidenta asume un raro aire solemnidad que recuerda a Mercedes Sosa. Palpé con mis dedos la bolita en forma de S que viene bajo su upite, y después de estudiar el asunto, quiere que le diga, no le veo mucha prosperidad al 2009.

Porque cada cagada de cada celebridad es única en sí misma. La cagada del tenista Rafael Nadal, es vigorosa y termina en punta, mientras que la de Ronaldinho es escasa, pobre y parece una lombriz dormida. La de Lula es tan grande que prácticamente le llega a las rodillas. La cagada de Obama es sobria y decidida. Mientras que la del Papa Benedicto XVI tiene forma de varios anillos concéntricos pegados al suelo.

Lejos de considerarse un insulto, en España entienden que, inspirar un caganer, es la consecución de algo grande. Importante. Señal de que uno, después de mucho esfuerzo y dedicación, ha llegado a ser considerado mundialmente un verdadero cagador.

Caganer de Hugo Chavez Caganer de Barack Obama

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