COMPLICACIONES EN LA VIDA DE UN ÍDOLO DE LA CANCIÓN
¿Por qué Dios no quiere a Sergio Denis?

Sergio DenisPor: Cicco. Cuando hay algo que no le gusta, Dios se pone insoportable. Ahí están los músicos de blues para dar cuenta de su crueldad. Al compositor Blind Lemon Jefferson, Dios lo dejó ciego de pequeño, y por si fuera poco, en diciembre de 1929, mientras daba un paseo con su bastón en un campo de Chicago, se desató una tormenta de nieve tan intensa que clavó a Jefferson como un palito bombón helado. A Ray Charles, Dios le dio visión el tiempo suficiente para ver a su hermano ahogándose en un pozo y, dos años más tarde, lo hundió en el reino de las sombras. A Robert Johnson, a quien le adjudicaban un pacto musical con el diablo, se lo llevó a los 27 años, tras colocarle veneno en su whisky. A Stevie Ray Vaughan, el genio del shuffle de Texas, le envió una espesa niebla divina que obligó a su helicóptero a estrellarse en la colina de un resort, rumbo a Chicago. A Jimi Hendrix, el mejor guitarrista de la historia, le colocó a un camillero idiota que, mientras lo trasladaban a un hospital, con alcohol y somníferos en el estómago, le volcó la cabeza de tal modo que Jimi murió ahogado en su propio vómito. Es parte del refinado sentido del humor divino.

A Dios tampoco le gusta la música soul. A Curtis Mayfield, pionero indiscutible del género, le desplomó un juego de luces en la nuca en agosto de 1990, durante un concierto al aire libre en Brooklyn. Quedó duro como funcionario de Kirchner. Curtis no sólo jamás volvió a rasgar una guitarra en su vida, sino que, desde entonces, no pudo quitarse las pelusas del ombligo. Al asombroso Ottis Redding, Dios le sopló su avioneta en diciembre de 1967, en las afueras de Madison. Murió a los 26 años, en las profundidades del lago Monona con casi toda su banda. A Marvin Gaye, defensor de la ecología en sus canciones, le colocó una escopeta en manos de su padre y le ordenó que gatillara en abril de 1984. En 1974, una fan le arrojó polenta hirviendo a Al Green mientras éste tomaba una ducha, produciéndole quemaduras de tercer grado en la espalda, el brazo y el estómago. Para escapar de la ira de Dios, Green se convirtió en pastor evangelista y vive escondido en su capilla en Memphis.

Considerando cómo Julio Iglesias continúa procreando tan resueltamente a los 62 años -ya tiene ocho hijos, contando a Enrique Iglesias, 10% humano y 90% muñeco articulado-, y cómo Luis Miguel embolsa 600 mil dólares por show sin perder la sonrisa, intuía que Dios disfrutaba inmensamente con la música romántica. Sin embargo, algo echaba por tierra mi hipótesis. Porque, en ese orden de cosas, ¿cómo se explica el martirio ejemplar que arroja sobre el pobre Sergio Denis? ¿Es éste otro de sus chistes? ¿Hay que entenderlo como una señal de que ha dado un giro hacia la cumbia villera? ¿O es un método audaz de marketing, que incluye al padecimiento rotundo como herramienta afectiva para vender más discos? Hasta hoy, existen indicios de que esta teoría es más que un indicio alocado. Ante el avance arrollador de la piratería, se ha multiplicado el número de usuarios que, tras seguir con atención la cantidad de baldazos de mierda que recibe Sergio en el jopo, han corrido a comprar su último álbum, sea cual fuere, y se han convertido en monjas de claustro. Porque, ¿quién puede desear el mal o aprovecharse de Sergio Denis? Para empezar, no hay nada de qué aprovecharse, pues en algún momento, alguien ya lo ha hecho. La policía lo detuvo en dos oportunidades, una por una causa por estafas, otra acusado de librar cheques sin fondo. Las auditorías, ya lo declararon en quiebra. El fonoaudiólogo, le diagnosticó pérdida de la voz. El psicólogo, ataque de pánico. El médico clínico, trombosis pulmonar venosa. Su última novia, Melisa Durán, le metió los cuernos ante miles de espectadores. Su contador, le recomendó recortar gastos, viajar en colectivo y vender sus canas, enmascarándolas como lana de oveja Merino. Y, por si fuera poco, semanas atrás, el enfermero de un hospital de Asunción, le decretó la muerte por infarto cardíaco. Pero no sólo Sergio tuvo la desgracia de volver a la vida para someterse nuevamente a los oscuros designios de Dios, además, según afirmó, durante esos 17 minutos del lado de la muerte, no tuvo oportunidad de ver ni luz ni túnel alguno. No hubo familiares esperándolo. Ni fans señalándole el camino. Sergio volvió a la vida sin material siquiera para un libro de autoayuda.

“Sólo recuerdo que sentí una punzada tremenda en el abdomen”, recordó al arribar a Buenos Aires, donde lo demoraron en el aeropuerto por firmar autógrafos falsos y pasar sin declarar un diente de oro. “A pesar del dolor, alcancé a arrastrarme hasta el teléfono de la habitación, me contacté con la recepcionista del hotel y minutos después, ví a dos personas que me tenían en el aire”. Su relato se interrumpe aquí. Sin embargo, se pudo saber que, tras convencer a las dos personas para que lo depositaran en la alfombra y no lo arrojaran por el balcón, prometiéndoles a cambio cancelar la totalidad de sus shows en el país, Sergio se tomó un colectivo rumbo a la clínica, donde hizo combinación en las afueras de Asunción. Mientras buscaba sin suerte la segunda parada, fue asaltado por un niño rengo con un mono tití. Cuando quiso atraparlos, Sergio resbaló con un jabón de glicerina en plena acera y se fracturó la nariz, mientras el mono tití lo sometía a un intenso piquete de ojos. Por suerte, el médico de guardia lo reconoció de inmediato, lo cual le aseguró un trato diferencial: “Soy un fan de Melisa Durán”, se presentó. “Una chica divina”. Según consta en el acta, el pulso de Sergio se detuvo en ese momento durante poco más de 17 minutos. Gracias a los contactos de un grupo de fans de Villa Ballester con el milagroso San Expedito, lograron devolver a Sergio a la vida a través de una cadena oración. “Tardamos un minuto para juntar a las chicas”, habría explicado la presidenta del grupo. “Y 16 para encontrarle a la oración, un sujeto y predicado”.

De ahora en más, qué es lo que Dios tiene entre manos para el compositor, es algo que sólo se sabrá con el tiempo. Por otra parte, qué es lo que mantiene a Sergio en pie, es algo que sólo podemos saber intuitivamente a través de sus canciones. Cito una estrofa de “Luz de calcio”, un bellísimo tema de Sergio dedicado al poder nutritivo de la banana: “Vamos ya/que la luz espera/y es preciso continuar/La luz que hay en la gente/Es la que me ayuda a seguir”.

Por último, los médicos del hospital San Roque, en Asunción, fueron concluyentes. A pesar de sus esfuerzos constantes y su destacada labor profesional, señalaron poco antes de que el músico saliera de la clínica: “Hemos hecho todo lo humanamente posible”, explicaron. “Pero Sergio volverá a cantar”. 

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