LA INSÓLITA MORALEJA FAMILIAR

Hermanas Calabró: ¿con cuál se queda?

Marina CalabróIliana CalabróPor: Cicco. Como habrá podido deducir, las columnas del Asesino Serial se conciben, redactan, editan e ilustran de acuerdo a estrictas pautas anatómico musicales. Es decir, el autor hace lo que se le canta el culo. Considerada esta libertad, el que aquí les habla quería poner a raya, cortar el pastel, meter un bocadillo, para destacar el ilustre caso de las hermanas Calabró y su cruel moraleja escondida detrás de los medios, algo que, como verá más adelante, tiene mucho que ver con usted.

Porque, no vamos a engañarnos: si se menciona a una de las hermanas Calabró, hijas del capo cómico Juan Carlos, digamos que usted escucha en público lo siguiente “le ví la raya”, o “le comí el pastel”, o “le metí el bocadillo a una Calabró”, usted definitivamente pensará en Iliana, la vedette, quien cobró fama nacional a fuerza de cantar como gato cagado a palos y aún así triunfar a lo grande en Cantando por un sueño. Es precisamente de esto de lo que quería hablarle.

Primero, un paneo interior de la casa florida de los Calabró, para entender el contexto de la cosa. La cámara circula por el espléndido living con cuadros, esculturas, y fotos de Juan Carlos personificado en Aníbal y Johnny Tolengo, luego atraviesa la cocina donde el humorista prepara sus platos fuertes – pollo a la portuguesa y mejillones a la provenzal-. Pasa por la cama solar que poseen desde 1982 donde su mujer Coca permanece 35 minutos al día y logra así poner su piel de un particular tono cobrizo maldición egipcia, y, por último, se detiene en los cuartos de las chicas, que ahora tienen 32 y 40, y donde pasaron buena parte de su vida. La habitación de Marina está empapelada con flores azules, hay estantes cubiertos con peluches y muchos de sus libros universitarios. La menor de las Calabró es politóloga –se diplomó, según dicen, con nueve de promedio- y tiene un máster en economía en su haber. La cámara retoma viaje, avanza unos metros y se introduce en el cuarto de Iliana, la mayor. Alfombrado íntegramente en rojo bombacha de Silvia Süller, el dormitorio es una réplica de un camarín de teatro, incluido un gran espejo iluminado con spots. Se lo hicieron cuando era chica, Juan Carlos y Coca como regalo sorpresa. En su cuarto, de pequeña, Iliana ensayaba a ser vedette. Pero cuando tiempo más tarde, quiso quitarse las pilchas y ser vedette con el pechugueo al viento, sus padres se le pusieron en contra –Coca, se dice, empalideció aunque es difícil decirlo-. Finalmente, y después de mucha discusión familiar, la mayor de las Calabró logró torcer su voluntad.

Hoy Iliana es la cara y cuerpo de un éxito avasallante. Conduce en el 13 Para siempre ni solos ni solas – mide 7,5 de promedio y tuvo que grabar siete veces las promos hasta que la embocó con la letra-. Tiene libro propio de autoayuda para amas de casa –Iliana te la canta-, protagoniza una obra de teatro infantil –El Ratón Pérez-, graba su segundo álbum, es número puesto en los programas de chimentos y acaba de firmar un contrato comercial para lanzar su propia marca: habrá cartucheras de Iliana con las medidas de su pechos –entran un juego de 60 lápices, 12 escuadras, un borratinta, dos lapiceras y 389 gomas de borrar-, también habrá carpetas con anillos que cuando uno se acerca se cierran en los dedos y así los chicos pueden afinar como Iliana, y muchos juegos didácticos –en especial, un Ludo que se llamará Bo-. Y, por último, una línea de muñecas réplica de Iliana, producida con fines pedagógicos para niños con miedos al fracaso. “Ves”, podrán decir las mamás, agitando la muñeca, “si esta chica que es un desastre, tiene hasta su propia muñeca. Vos tenés todas las de ganar”.

A pesar de que trabajó en los ciclos y películas de su padre cuando estaba en actividad, Iliana dice que le debe su celebridad última a la exposición de rayos gama del show de Tinelli. “Desafinamos tanto”, explicó, “que para resistir tuve que crear un personaje”.

Mientras la hermana mayor es todo esto aún con menos preparación académica que el Roña Castro, Marina, voy a llorar, sobrevive con caídas en Patinando por un sueño –en un ensayo se fracturó una costilla -, y es panelista de Yo amo a la TV un programa módico de espectáculos que se emite los viernes por la noche en Canal 7 –las variables combinadas de canal 7 y viernes por la noche, es un concepto que Stephen Hawkings apodó “agujero negro televisivo”, una vez que se ingresa, afirmó, uno termina limpiándole el camarín a Lucho Avilés-. Una emisión tan módica que los panelistas se explayan durante 30 minutos sin que nadie los interrumpa con la confianza íntima en una sola cosa: nadie los ve, nadie los escucha, a nadie le importa un pomo. Yo amo a la TV disputa cabeza a cabeza el rating no con Tinelli, ni con Son de Fierro, le pelea la medición a los anuncios de lotería de Riverito. Un duelo reñido: la última semana Riverito midió 1,2, mientras Yo amo TV dio 1,1. Riverito se impuso por un rulo.

Aún con sus lecturas, y los años en la facultad, aún con sus promedios altísimos como cejas de mamá Coca, en pocas ocasiones la menor de las Calabró pudo sacar a relucir el título y disfrutar esos escasos segundos de prestigio en los que uno puede afirmar que ha hecho algo con su vida. Años atrás, cuando era panelista de otro programa, habló escuetamente de su pasar académico en una entrevista con el diario Clarín. Véalo aquí, la que habla es Marina: “Doy clases de análisis económico y financiero en la UBA, me gusta la docencia. En Canal 13 seguimos con Hechiceras del espectáculo. Formamos un panel con Catalina Dlugi, Marcela Coronel y Gisela Marziotta, pasamos noticias del espectáculo y hacemos notas de actualidad”. Al enterarse de que la menor de las Calabró es docente en la facultad, la cronista formuló a continuación la siguiente pregunta: “Volviendo a las comidas, ¿come solamente pastas?”

¡Pobre Marina, no la dejan ser! ¡En este país no hay lugar para chicas lindas y serias, sin que nadie le pregunte sobre un plato de tallarines! Pero bueno, no hay que agarrárselas tampoco con la periodista. Es que la nota iba para el suplemento Ollas y Sartenes, y ella hizo bien su trabajo. Por otra parte, mientras estuvo en pareja con su marido Maximiliano Ambrosio, dueño de un restorán italiano y chef internacional, era natural que a Marina le preguntaran más sobre pastas y mariscos, que sobre La utopía desarmada, de Jorge Castañeda.

Días atrás, sin embargo tuvo su semana de gloria cuando captó la atención de los medios con una noticia inusual: tras cinco años de casados, acababa de separarse de Ambrosio. Lo confesó públicamente. La pareja no daba para más. Hubo amor pero ya no quedaba nada. Cuando quiso citar, al pasar, a Giovanni Sartori y su teoría del “homo videns”, los medios ya daban vuelta de hoja el tema y se metían de cabeza con el fallido desnudo de Nicole en el microcentro.

Una vez, le preguntaron: “Marina, ¿qué es para vos ser panelista?” Y su respuesta me marchitó el malbón, me secó el gladiolo, me desplumó el zorzal. “Pienso que ser panelista es el trabajo más ingrato, al igual que el de notero. Aunque el trabajo del notero es peor porque los noteros deben lidiar con las inclemencias climáticas, con las guardias periodísticas que son bastante inhumanas. En cambio, el panelista tiene la comodidad que otorga un estudio de televisión, pero debe estar supeditado a la buena voluntad del conductor. Porque si el conductor es generoso y le da la oportunidad de lucirse, de hablar, el periodista del panel puede hacerlo, pero si no lo dejan hablar y lo interrumpen se hace imposible poder decir más de dos palabras”.

Mientras a Marina no le dejan morder dos bocadillos consecutivos, Iliana opina libremente de cuanta cosa le sube al pecho. Así inscribió en el programa de Susana, una de las máximas sexuales del año. Confesó: “El matinal es lo más”. Y el mundo tembló.

Y ahí tiene entonces. He dejado en estos párrafos plasmada la inquietud y el dilema mediático con suficientes argumentos para que usted decida por sí mismo: ¿con cuál de las Calabró se queda? ¿Elige a Marina, sobria, accidentada, humilde, divorciada y con sus estudios universitarios y sus peluches? ¿O se queda con Iliana, power, desafinada, iletrada, con muñeca propia, para que le rompa el coco?

Si me pregunta a mí, no tengo ninguna duda en mi elección. Yo siempre lo digo: antes que con un nocturno de Jorge Castañeda, me quedo con el matinal de Iliana.

La Familia Calabró

Juan Carlos Calabró y CocaPapá Juan Carlos (capo cómico retirado) y Mamá Coca
(ama de casa apasionada de la cama solar)

Iliana Calabró Iliana (la bebota mayor, vedette y exitosa)

Marina CalabróMarina (la hija menor, estudiosa y sin suerte)

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