TOSTADO Y PARANOIA/ |
Es humillante llegar a las vacaciones blanco |
/Por: Cicco. Somos bichos raros. Hacemos lo imposible por prevenirnos de toda clase de cáncer. Mejoramos la dieta. Incorporamos ejercicios, aún con este calor. Hasta contamos con celebrities dispuestas a aparecer siempre que llega el día mundial de la lucha contra el cáncer de mama. Creemos, incluso, que hay una conspiración de la industria farmacéutica por evitar que se conozca la cura. Y aún así, no podemos evitar exponernos al delicioso encanto del cáncer de piel. Llega el verano y es más importante tener un buen bronceado, que tener pocos veranos por delante. |
No hay nada peor que llegar a la playa blanco. Esto es síntoma de que usted pasó bajo techo buena parte del año, atrapado y sometido a órdenes de los tiempos de la esclavitud. Los veraneantes esto lo detectan al vuelo. Ante este escenario, en el mejor de los casos, y con tres semanas de vacaciones, lo más probable es que logre el bronceado mínimo indispensable para no parecer una momia para los últimos días y, una vez que tenga el tono correcto, el tono en que ningún playero lo mirará con desprecio epidérmico, usted ya deba hacer las valijas y emprender la vuelta.
Así que, una vez que llega a la playa hay que trabajar. Esta vez, sobre su color de piel.
Como habrá visto, la mayoría de los veraneantes son gente precavida. Y asumiendo que se acerca el verano, se pone a retocar su piel a fuego mínimo como quien deja un churrasco en la plancha para comérselo más tarde.
El bronceado es un estado efímero. Hay que conservarlo a la fuerza, acentuarlo y rendirle tributo almorzando en plazas en lugar de restoranes en sus breaks de trabajo. Leyendo el diario en el balcón, si es que tiene, en lugar del living. Y de ser posible, hacer sus necesidades en la terraza a pleno sol, provisto de un buen bidón.
Este paquete de medidas garantizará que, apenas ponga un pie en la playa, lo haga como si hubiese estado todo el año allí. A nadie le llamará la atención y podrá dedicarse a mirar trastes sin temor a ser descubierto.
Las cosas se ponen patas para arriba en el verano. Durante el resto de las estaciones, el trabajo suele ser un distintivo de levante. Las horas de empeño puestas en la oficina suelen tener un efecto positivo en la conquista. Y es razón de admiración entre sus pares. Pero estas cosas no funcionan en la playa. El blanco culo es motivo de humillación pública por más que usted sea gerente de multinacional y cague oro en polvo. La va a pasar mal.
El sexo opuesto, entregado a los vaivenes epidérmicos del verano, sólo conoce un parámetro de éxito: su tostado.
Es por eso que los representantes de raza negra suelen ser tan habilidosos en el deporte. Ellos no necesitan tostarse. No precisan pasar días enteros sudando la gota gorda para lograr que su vecina de sombrilla deje de mirarlo como si fuera sábana tendida en la arena. Y con ese tiempo libre, practican. Y eso los vuelven jugadores maravillosos. No es que lo lleven en los genes. Es más tiempo libre nomás.
Pero volviendo al tostado, ¿cuál es el tostado ideal? Pues, alguien que está rosado –un primer golpe de sol de apuro- no se le puede llamar bronceado. Y eso es aún peor que el blanco culo: es querer entrar al club por la puerta de atrás. No, señor, la pantera rosa es la peor humillación pública playera que existe. Es por eso que, compañías como Hawaiin Tropic lanzan al mercado la línea de aceleradores de bronceado: vienen en pote naranja zanahoria y como podrá imaginar su factor de protección es: 0.
Es mejor internarse en el Hospital del Quemado que quedar a medias tintas en La Feliz o en Punta. Además, ofrecen una línea de cremas de autobronceador donde ya no hace falta tener sol para estar tostado. Usted puede encerrarse día y noche en la oficina durante el año, y aún así, estar a la altura del desafío epidérmico con una crema autobronceante. Es trampa, claro, pero no será la primera ni la última vez que lo haga.
Además, nunca es bueno correr tantos riesgos. El sol, esa estrella incandescente en constante deterioro, está bravo. Ya no alumbra como antes. Y, lo que falta, es que para estar a tono con los tiempos de bronceado, usted ponga en juego su vida embadurnado en aceleradores de bronceado. Porque si hay algo más tremendo que el blanco de oficina. Es el blanco fiambre. Y ahí sí: no hay Hawaiin Tropic que lo salve.
Y, antes de partir, nos pedimos con una frase célebre del verano:
“Bronceado mata galán”.
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