PERVERSIÓN EDITORIAL/
¿Por qué la gente disfruta viendo celebridades en desgracia?

INTERROGACIÓN/Por: Cicco. La portada de la última edición de Revista Caras, con la cobertura fotográfica de Luis Alberto Spinetta en plena lucha contra el cáncer de pulmón, reflotó el debate más sórdido del periodismo. Un debate que, más que estandarte sobre la libertad de expresión, lo señala como simple husmeador de mierda ajena. 

Dante, hijo del músico, acusó al semanario de buitre y con razón. “Ponerle un paparazzi en la puerta para sacarle una foto a mi papa que está muy enfermo es sádico”, protestó el rapero en Twitter. El dibujante Liniers se sumó a la ola: dijo que, al periodista que toma escondido  imágenes de alguien sólo porque está enfermo y que justifica que eso es parte de su trabajo, deberían caérsele las bolas. Para rematar la indignación, el actor Luis Brandoni advirtió que, con la portada de Spinetta, el periodismo cruzó un límite: “Digamos basta”, exigió el actor. Pero con decirlo no alcanza.

A pesar del texto en apariencia alentador de Caras que augura una pronta recuperación del músico, lo que se ve, por las fotos, es una sucesión de imágenes de escalada dramática que podría resumirse así: Luis saliendo de su casa, en bermudas, relajado. Luis iluminado por el sol, delgado como siempre y contento de estar vivo. Luis en sombras, en el acto de descubrir al fotógrafo, a distancia considerable. Luis que corre, fuera de sí, tormentoso, directo hacia la cámara para cagarlo bien a palos. Fin de las tomas.

Spinetta es un grande, el mismo que cuando se puso de novio con Carolina Peleritti vistió una remera con la leyenda: “No lea basura. Lea libros”. O algo así. Algunas revistas, con sentimiento de culpa, borraron la leyenda con Photoshop. Luis es uno de los pocos artistas que logró mantener siempre su música por sobre cualquier otro asunto. El hombre que mejor manejó su imagen pública de los últimos años. En tiempos de figurettis, un ejemplo. Sin embargo, no es personal, Luis. Es la parte turbia del periodismo, el equivalente a la pedofilia que empaña al Vaticano.

Ahora bien, ¿por qué los periodistas tienen la manía de mostrar la enfermedad? ¿Por qué se disputan con uñas y dientes el documento fotográfico de la desgracia ajena? Maradona desencajado por las drogas. Britney Spears pelada y sacada. Hasta Bob Marley tuvo un paparazzi que lo retrató en el hospital, delgado, enfermo de cáncer, rapado  y sin rastas.

Tiempo atrás recibí una tanda de fotos que incluían a Kennedy baleado, Lennon dándole el autógrafo a su asesino y luego la instantánea de su cadáver. Un futbolista muerto de un síncope en la cancha. Y otras atrocidades históricas. La cadena de mails era enorme. Esa pelota de fotos había pasado por los ojos de cuánta gente.

Hay algo en el mecanismo social de ascenso de ídolos que, la gente exige completar. Ya los hicimos subir. Ahora la gente quiere verlos bajar.

De todos nuestros órganos de percepción, el ojo es en el que más confiamos. El politólogo Giovanni Sartori bautizó al hombre moderno como Homo Videns, lo nuestro es puramente visual. Podrán decirnos lo que sea pero hasta que no lo vemos con nuestros propios ojos, no terminamos de creerlo. Este es el sentido de los sepelios. No es tanto un tema de despedida. Es un asunto de confirmación. Es por eso que la gente que no entierra a sus deudos, nunca cierra su duelo. El círculo, la certificación ocular, no les permite completarlo.

Es el ciclo de la naturaleza. La metamorfosis que transforma a todo lector en buitre. Y una enfermedad, que debería mantenerse en la esfera privada, pasa a mostrarse desnuda y delatada. Carne de los cuervos.

Por eso, Dante, Luis, no se enojen con Revista Caras. Ni con el paparazzi que, para este momento, según  Liniers, debería estar con desprendimiento de bolas. Son lo peor de nosotros, es cierto. Explotan el dolor ajeno de una forma atroz, es también verdad. Pero nos traen a la mesa el plato que ordena nuestra curiosidad. Y si aún piensan que Caras y los paparazzis son buitres en un país de conejitos: vean las cifras de ventas de la portada de Luis. Mal que nos pese, Caras, los parazzis, y la bandada de buitres, son de los nuestros.

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