GIORDANO, SULLER Y MARLEY/
Por qué son más astutos de lo que se imagina

SULLER GIORDANO MARLEY/Por: Cicco. No hay nada peor en la vida que un periodista prejuicioso. No tiene interés por lo que sucede ahí fuera. Se informa pero no quiere conocer. Esta gente no debería dedicarse al periodismo. Debería probar con otro rubro, como la política o el sindicalismo. Un trabajo donde haya aliados y enemigos. Donde estén los pro y los contreras. Los inteligentes y los imbéciles. Esta es la clase de periodistas que hacen que el gremio esté como esté: para la merda.

Un periodista con prejuicios sólo se guiará por estereotipos. La celebridad canchera seguirá siendo célebre y ganadora. Y el tonto seguirá luciendo como lo que es: un tonto. El periodista prejuicioso tiene culo pesado. No quiere descubrir, sólo quiere repetir. Es más seguro. Es como un profesor que pone un 10 en un examen: ningún alumno lo cuestionará. Sin embargo, cuando decide desaprobarlo, cuando va en contra lo que el otro espera, tiene que dar infinidad de explicaciones. Tiene que estar seguro de lo que dice. En fin, sabe que la verdad muchas veces traer dolores de cabeza.

Cuando uno se abre a descubrir quién es, en verdad, el personaje que entrevista puede tomar conciencia de que esa faceta desconocida es difícil de comunicar al lector, que, por su alejamiento con la farándula y las noticias, suele tomar lo que le dan. No se hace preguntas. Y se lo traga, sin masticarlo, papel incluido.

De todas las notas que hice en mi vida, tres de las celebridades más perspicaces que conocí, eran, paradójicamente, las que parecían más descerebradas en la vida pública.

El primero de los supuestos nabos mediáticos, fue Guido Suller, hermano de Silvia, por entonces, en plena ebullición en programas de chimentos. Guido revoleaba agua de floreros en la tevé, lloraba en cámara, juraba que no era gay y que tenía novia oficial, que acababa de cuernearlo. En fin, era un pelandrún. El hazmerreír de toda la Argentina. El bufón de la corte de Rial y Polino.

En persona, sin embargo, Guido es un avión. Es arquitecto, trabajó en obras importantes, y si mal no recuerdo era artista. Es más rápido de reflejos que Feinmann –José Pablo-, Horacio González y cuanto intelectual ojeroso que haya por ahí. “Yo hago mis propios guiones”, me dijo. “Pienso mi vida como si fuera una película y creo la trama. Después se producen una cadena de reacciones muy interesantes en los medios”. Guido era el cerebro del clan Suller. Un tipo que era consciente de que yo, por entonces redactor de revista Noticias, iba a fusilarlo. “Sé que me vas a destrozar, pero no me importa, hacé lo que quieras. Es parte del juego”. A eso lo llamo un hombre sabio: un tipo que puede separar el personaje de su persona.

A Roberto Giordano, el peluquero, lo entrevisté años más tarde, para una revista chilena de farándula, en su local del centro. Ese año, Giordano, qué groso, cómo lo admiro aún con el revés económico de hoy en día, se expandía a Uruguay y tenía en miras llevar sus productos a escala masiva. Él me dijo, en un momento con una sonrisa: “Yo sé que doy boludo en los medios”. Detrás de esta fachada, Giordano hacía negocios, organizaba desfiles donde levantaba en pala. La gente lo veía como un nabo. Él capitalizaba esa careta.

Y por último, conocí a Marley, el emperador del blooper, el rey del tropiezo, el tipo que más se equivoca en cámara –después de Susana-, el supuesto pelagatos más grande de la televisión. En persona, fue cálido, profesional. Ya al teléfono, sonaba respetuoso, cálido y maduro. Repitió las tomas cientos de veces con una sonrisa. Marley habló de sus viajes, sus productos, sus proyectos como un productor profesional. Maneja tan bien su imagen que es como un artista trabajando con arcilla. Él es, como dijo Ricky Martin sobre su sexualidad, lo que el público quiere que sea. No hay nadie más inteligente que aquel que se conoce a sí mismo. Alguien que es inteligente, es aquel que puede permitirse lucir como payaso.

Podría escribir una larga lista a la inversa: todas las supuestas estrellas inteligentes, sagaces y progres que, en persona, resultaron ser unos idiotas, conservadores y temerosos. Nunca creas en lo que dicen los medios. Mientras haya periodistas prejuiciosos en este mundo, todo estará puesto del revés. Y el bufón, por lo bajo, se reirá de todos nosotros.

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