Lo habrá visto, de casualildad, primero, en el diario, junto a una publicidad. Luego, tal vez en los carteles de la calle. Por último, se lo encontró en una vidriera y esto ya lo irritó un poco. Pues sintió que el significado oculto de este arabesco digital lo estaba dejando de lado.

La primera vez que ví el símbolo pensé  que era un código de barras. Estaba ahí en un periódico, en un anuncio de electrodomésticos. No daba mayores explicaciones. El símbolo estaba ahí, un poco escondido, es cierto, pero su sóla presencia bastaba para que a uno le despertara la inquietud. “Se debe ver con unos anteojitos especiales como los de 3 D”, me dijo un amigo. “Debe ser alguna promocióin de una tarjeta de crédito”, dedujo mi mujer. En poco tiempo, las conjeturas sobre el simbolito se expandían a toda velocidad. Desde hipótesis sobre descuentos en Groupon hasta sospechas de mensajes subliminales. ¿Y qué, se preguntará uno, si esos códigos son indicios de una inminente invasión extraterrestre o sirven de coordenadas para que unos pocos se salven del azote de un meteorito gigantesco?

No importa la hipótesis que fuera, evidemente esta gente quiere que uno se mantenga al margen o se ponga rápidamente al día. Tal vez, un grupo de empresas líderes de merrcado buscan tenernos a resguardo de esta información vital que sólo puede descifrar un puñado de elegidos, que, como suele suceder, no somos ninguno de nosotros.

 A medida que pasaban las semanas, meses, el símbolo ganaba cada vez más espacio de negocios, campañas de automóviles, telefonía, perfumes, cervezas. Y aquellos garabatos incomprensibles se transformaron en una intriga urgente: había que saber qué corno significaba, antes de ir a una cena de amigos, y quedar como reverendo perejil. Así sucede con la moda, siempre un paso delante. Y resulta que cuando por fin uno comprende que para levantar necesita un buzo Gap o se le exige tener celular táctil, ya existe una nueva aplicación o un nuevo buzo que hace que el nuestro sea dejado, una vez más, de lado como si de pronto uno llevara en el pelo gomina.

Y al final, después de mucho indagar, descubrí el miserio. Si usted lo sabía antes, lo felicito. Los simbolitos se llaman códigos QR, y son una forma renovada y marketinera y boluda del código de barrras. Para reconocerlos, se necesita un teléfono inteligente con scanner: un Iphone o un Blackberry pues, por más que llame a Indiana Jones y al protagonista del Código Da Vinci, no va a sacar de él nada en absoluto.

En Japón, donde surgieron los QR desde 1994, son un boom. No hay publicidad que no los tenga. El código QR amplía el anuncio y linkea al sitio de la compañía que decide si usted es o no miembro del club. Si su celular es lo suficientemente inteligente para captar el  cifrado. Y, lo más importante, si usted es lo suficientemente descerebrado para interesarse por esto. Si es así, bienvenido al club de los techs idiotas. Yo lo espero en la puerta. Del lado de afuera.

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