ELOGIO DE LA SIMULACIÓN CREATIVA
El boom del deporte falluto

DavydenkoPor: Cicco. En la vida, uno ve todo el tiempo gente que se esfuerza por llegar a las portadas de los medios. Que se rompe el alma por ser bueno, por ser distinto, por un segundo de fama. Que invierte toda su juventud, sus mejores años, en perfeccionarse, en mejorar su técnica. Al presentar sus trabajos, uno los escucha decir siempre: “Esta obra es fruto de un largo esfuerzo, de un trabajo en equipo, de años de planificación. Sí, señor. Podría decirles, sin temor a faltar a mi humildad, que me he pelado bien el orto”.

Sin embargo, excepto en la política o en el fuero judicial, nadie se atreve a ser mucho con poco. O con nada en absoluto. Pero ahí está el gran ejemplo del tenista Nikolay Davydenko, a partir de hoy, mi ídolo. Nikolay no es número uno del mundo –es cuarto-, no es bonito –es más bien tirando a columnista de finanzas de CVN-, no nació en los Estados Unidos, nació en Ucrania. Ingresó al tenis profesional en 1999 y ya ganó 6.210.906 de dólares en la cancha. Pero cómo los ganó, esa es la parte interesante de esta nota. 

La última semana, la ATP, la asociación que preside el tenis profesional en todo el mundo y que dispone de cómo distinguir una red de competición de una red de mojarritas, impuso a Niko una multa de 2000 dólares. El motivo: no hacer un mejor esfuerzo en el torneo de San Petersburgo donde era favorito y cayó derrotado ante un don nadie, el bosnio Marian Cilic –perdón a la familia Cilic, pero es así: su hijo es un don nadie, bienvenido al club-. “Davydenko no transpiró la camiseta”, indicó la comisión directiva de la ATP. “O no puso mucha garra o tiene un poderoso desodorante”.

¿Pero qué es lo que quiere esta gente de la ATP? ¿Por qué Nikolay no puede decidir por sí mismo ante quién quiere perder? ¿Por qué no lo dejan tranquilo, carajo?

Ellos se basan en las estadísticas del partido. Davydenko, ese maestro del court comparado con André Agassi en hotel all inclusive del Caribe, hizo cuatro dobles faltas en un set y seis en otro. A la ATP esto le pareció mucho. Pero cometen un error de apreciación. No se necesita demasiado esfuerzo por embocar un saque en su debido lugar. Esto es parte de las exigencias de un tenista profesional. No es nada del otro mundo. Sin embargo, se necesitan las bolas de Robert de Niro, la pesadumbre actoral de Marlon Brando, y el peso emocional de la desgracia en los párpados de Nicholas Cage para actuar diez dobles faltas y convertirlas en diferentes notas gestuales en la escala tonal del drama humano. 

DavydenkoNikolay en plena acción en un match de la Copa Davis. Véalo con sus propios ojos: un actorazo. 

Era tal el nivel de la actuación de Nikolay, que el árbitro detuvo en un momento el partido y le preguntó con lágrimas en los ojos si se sentía bien. “Muy bien”, respondió Nikolay. “¿Y usted?”

Pero resulta que la ATP lo tiene entre ceja y ceja –es decir, entre la A y la P- desde que, en agosto último, Nikolay cayó en Polonia ante el argentino Martín Argüello, rankeado 87. Es decir, 83 posiciones más abajo que él. Fue un sapo que nadie se quería tragar.

Davydenko, ese talento cuyo fuerte, señalan los especialistas, es la velocidad de pies, en especial en las discos de Ucrania, ganó sin chistar 6-1 en el primer set y después dijo que le dolía precisamente el pie y abandonó la cancha rengueando como si acabara de volárselo con una granada de mano.

Ante Cilic también se impuso en el primer set en un abrir y cerrar de ojos: 6-1, en menos de 27 minutos –bueno, pensándolo bien, un abrir y cerrar de ojos si usted padece de conjuntivitis-.

La ATP sospecha que el tenista está vinculado con el negocio de las apuestas on line. Una vez, lo encontraron jugando al strip poker con un grupo de conejos ucranianos. “Ellos me insistieron”, explicó, con una zanahoria en la oreja. El sitio de apuestas Betfair decidió no involucrarse en aquel partido entre Nikolay y el argentino Agüero, según dijeron, por irregularidades que no pasaron a enumerar, pero que, en confidencia, deslizaron: “Nikolay la quiere toda para él. Es un canuto”.

Tanto con Cilic como con Argüello las apuestas daban cifras millonarias si uno ponía sus dólares contra Davydenko. Y eso fue principalmente lo que habría hecho el propio Davydenko. “Mis piernas colapsaron”, se excusó Nikolay, esa eminencia ucraniana apodada “la pantera rusa” –esto no es un chiste, descubrirá cuándo es un chiste cada vez que vaya acompañado con la impresión de que el que escribe estas líneas es un idiota-.

Hoy Davy vive en Monte Carlo, Mónaco, donde juega a la Play Station, entrena cuando no hay nada bueno en la tele y por las tardes, estudia en un taller de mimos. “Ya puedo limpiar un vidrio”, comentó, “sin ningún vidrio de por medio. Mi maestro dice que, si sigo así, en tres meses podré simular un infarto de miocardio en mitad del partido. Esto puede mejorar mi performance en las canchas”.

Si uno ingresa a su portal oficial - www.nikolay-davydenko.net -, inmediatamente lo derivan a una página de citas con chicas y de venta de casas, las verdaderas pasiones de Davy. Haga la prueba.

Pero el gen de Nikolay no tiene fronteras. Por regla general en la vida, cuando uno cobra, es porque hizo algo. Porque fue a su trabajo. En fin, porque movió un dedo. Entonces, llegado el momento, cobra. Le dan algo a cambio. Sin embargo, es tal la tendencia de haraganería que hoy en día, hasta en el fútbol cobran por algo que no fue.

Una semana atrás, el suplemento deportivo de Clarín abrió con una nota a toda página intitulada “Los simuladores”, donde dieron cuenta de la cantidad de futbolistas que fabulan faltas, que agrandan el dolor, que convierten el espectáculo deportivo en una tragedia griega. Citaron a técnicos, a jugadores y a psicólogos deportivos. Y aportaron una cifra demoledora: en 14 fechas del torneo apertura, ya hubo 709 amonestaciones.

En el artículo la revelación más certera la hizo el Burrito Ortega, quien confesó que el 50% de los penales que le sancionaron a lo largo de su carrera, no fueron caídas producto de un foul sino tropiezos lógicos resultado de cambiar el Gatorade por grapa caliente.

Y comentaban el caso de Franco Niell, delantero de Argentinos, que si bien no ingresa mucho a la cancha como titular, se las arregla para tropezar cuando baja por las escalinatas y reclamar así al club una mejor cobertura médica.

Tiempo atrás, los jugadores festejaban los goles con gestos que aludían a su paternidad, a su esposa, a su difunto padre, o a un amigo del alma del equipo. Hoy, los gestos apuntan a una realidad muy distinta. En la actualidad, si ve a Ismael Sosa, el delantero de Independiente, o a Diego Rivero, el volante de San Lorenzo –dos simuladores profesionales-, festejando un gol con misterioso esperpento y señas de manos, sépalo ahora mismo: esta gente juega al dígalo con mímica. Arrojan en público señales codificadas dedicadas al séptimo arte. Si la adivina, descubrirá en qué películas se inspiran estos hombres para desarrollar sus caídas en vuelo palometa. 

Ariel OrtegaEl Burrito Ortega interpretando a Bruce Willis en “Duro de matar 4”. “Cada vez”, comentó el jugador, “siento que vuelo mejor”. ·

"Es difícil darse cuenta si la simulación es cierta o no”, dice Sergio Pezzotta, árbitro internacional. Un colega se sumó a la polémica y concluyó el debate con una solución a tono con el escándalo: “En mi caso, si hay una supuesta falta y tengo la duda”, explicó, “les corto las bolas con una tijerita y observo su reacción. Si los gestos son similares a los primeros de cuando ocurrió la infracción, se las devuelvo con una curita y cobro la falta. Por el contrario, si sus gestos son distintos y más agudos, no cobro el foul y me llevo las bolas a mi casa. Así aprenden de una vez estos fallutos de mierda”.

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