MARAVILLA MARTINEZ/
El primer ídolo completo de la Argentina

Sergio Maravilla Martinez/Por: Cicco. Lio Messi tiene el don pero le falta esfuerzo. A Manu Ginóbili le sobra esfuerzo y sudor de camiseta pero es un poquitín soso. Del Potro tiene la garra y la dedicación pero aún no escaló a la cima. Maradona tenía el don y el esfuerzo pero  se dedicó en su vida privada a tirarse tierra encima. Pero ahora, a Dios gracias, la Argentina tiene el primer ídolo 100% inmaculado.

Maravilla Martínez es el ídolo impecable: nadie le regaló nada, ni siquiera un don como a Messi. Luchó por su lugar, empezó tarde, fue estafado, le quitaron el título, y lo recuperó con aún más esfuerzo.

No son buenas las comparaciones pero ya están los colegas que dicen que no tiene la pegada de Monzón o que, aún cuando se permita  bajar la guardia y esquivar los golpes poniendo la caripela, Locche lo hacía mejor y con más reflejos. Son estupideces. Hay que estar orgullosos de Martínez, un tipo que trascendió el ring y demostró que se puede ser disciplinado, correcto,  y convertirse en campeón del boxeo sin necesidad de bajarse del gimnasio y empinar el codo.

Nunca el deporte argentino dio una figura como él. Por donde quiera que se lo mire, califica de estrella.

A diferencia de las figuras del boxeo local que nos acostumbró el país y que terminan envueltos en crímenes y escándalos varios, Martínez nunca pisó el palito. No sólo eso: además, demostró ser un astro del baile en tevé y hasta calificó bien como humorista en un show de stand up para Duro de domar. En su paso por la pantalla chica, los buitres del momento ya hablaban de su farandulización y que exponerse le quitaba tiempo al entretenamiento. Qué farandulización  ni qué ocho cuartos: Maravilla es la contracara de la farándula. Tiene mérito suficiente para no necesitar ni un chisme para ganar espacio mediático. Y hasta le esquivó el bulto –es lo suyo después de todo- al supuesto romance con Susana. Dijo que, en todo caso, estaba más para la nieta.

Conocí colegas que entrevistaron a Martínez y salieron, fieles a su apodo, maravillados. “No sabés lo carismático que es Sergio”, contó una periodista que terminó enamorada.

¿Qué más se le puede pedir a un ídolo? Maravilla tiene el ego tan plantado como Alí y con una inteligencia estratégica que le permite entender a sus rivales mucho mejor que el boxeador promedio.

Maravilla no sólo es rápido en el ring. Abajo, también tiene velocidad y un lector voraz: lee a Borges y admira “La conjura de los necios”, la venenosa novela de Kennedy O’Toole.

Además de tener confianza plena en sí mismo, es humilde para reconocer errores. “Fue ridículo lo que hice”, reconoció tras su pelea por el título, donde por un error de cálculo por poco cae KO en el último round contra Chávez Jr. Uf, qué momento de vilo y corazón en la boca ese minuto final. Pero eso hace un campeón: ser el primero en admitir sus errores. Así aprende a superarse.

A decir verdad, y aunque nos duela, no merecemos un ídolo como Martínez. Él tuvo que salir a hacer carrera y profesionalizarse en Europa y hasta hubiese sido lógico de su parte que se nacionalizara español –y, llegado el caso, Messi tambíén podría haberlo hecho-. No hicimos nada por uno ni por el otro. Si hubiese querido, Martínez no le habría dado a la Argentina ni una pizca de su crédito de campeón. Pero como todo ídolo con mayúsculas, también hizo honor a su origen. Lo queremos a Maravilla.

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