smartphone  y teléfono con rosquilla

Por Cicco. El otro día, gracias a un artículo en Clarín, descubrí que, dados los factores que identifican el fenómeno, pertenezco a la categoría de viejo digital. Más de 36 años. Poca bola con la tecnología. Escaso uso de las redes sociales. Un celular al que se le han borrado las teclas, que no tiene internet, ni mp3, ni ring tone, nada. Un soto. Y, al parecer, esta es una señal, de que en términos digitales uno está menos para Facebook y más para el asilo y el pañal de adulto.

 

Desconocimiento de cómo funciona Twitter. Nociones ínfimas de Instant Gram –ni sé cómo corno se escribe-. En fin, anfalfabetismo total. Un viejo bueno para nada.

Se preguntará, ofendido en su sensibilidad, en apariencia juvenil y treinteañera, ¿quién fue el encargado de decir que uno a partir de los 36 entra en la tercera edad digital? Fue una consultora llamada Gfk, a quienes desde acá les mandamos un saludito y muchos pero muchos cariños por esta información tan linda. La gente de Gfk, los cerebros digamos así de esta empresa tan seguramente prestigiosa, llegaron a esta conclusión, tras una encuesta en Buenos Aires, y al determinar que todos aquelos mayores de 36, usan los celulares, en su mayor parte, sólo con la función telefónica. Mientras que, los otros –los jovencitos, claro, ay ellos-, con menos de 36 la emplean como smartphones. Son unos piolas bárbaros.

Pero vamos a decirte algo Gfk: acá con mis amigos de más de 36, creemos que ya bastante smart con nosotros y con el Superangente 86. No necesitamos teléfonos que sustituyan tanta inteligencia. Somos autosuficientes.

Tras largos sondeos –no vamos a dudar de su seriedad- la consultora observó ó que los que más bajan desde su celular música, imágenes y esas pavadas que nosotros, gente adulta no necesitamos, tienen entre 26 y 35. Y también son la clase de gente que necesita servicios como el de geolocalización. Por favor: ¡Filcar, señores! ¡Abran el Filcar, muchachos! Hay que ser inteligente para descifrar el Filcar. Ellos lo quieren todo masticado. Increíble.

Sigamos. Entre 31 y 35 años son los que más emplean el celular para enviar emails. Y los teens de hasta 21 lo hacen al celu de goma y explotan todas sus capacidades. Pero claro, resulta que la gente de Gfk descubrió que ni bien uno cumple 36, por más que le den la última tecnología en teléfonos celular, el usuario dice: ¿Para qué? Si total, sólo lo uso para hablar. Somos, vamos a decirlo así, unos nabos.

Los expertos en comunicación digital, sostienen que esto sucede porque uno no “mamó” desde su cuna internet, ni tecnología con usos múltiples. Como lo único que mamó además del biberón es el teléfono fijo –el grandote, con discado de ruedita-, lo máximo que le da su capacidad es para sostener una conversación telefónica más o menos con cierta eficacia. En fin. Después de los 36, kaput, uno pertenece a la generación de los que dicen: cada cosa en su lugar. A mí no me vengan con chirimbolos y me mezclen los tantos. La computadora, para internet. El teléfono, para hablar. El walkman, para la música. No jodamos. ¿O nos quieren volver locos? Somos gente grande, gente mayor. ¿cómo dice? No le escucho bien. Le recuerdo bien que la generación de más de 36 no sólo mamó el teléfono fijo, también mamó el rock y el boliche: estamos sordos como una tapia.