smartphones vs cerebros

Por Cicco. Es una cosa de locos. Los smartphones vienen cada día más inteligentes. Ya no sólo son teléfonos, ni walkmans, ni cámaras de video, ahora son plataformas de video games, pcs portátiles, GPS, metereólogos. Y claro todo muy bonito, pero el ser humano sigue siendo el mismo idiota de siempre. Y en tren por seguir siendo amos y señores del planeta, estamos perdiendo terreno a lo pavote.

 

No van a ser los simios quienes conquisten el planeta, como pronosticaba el clásico de ciencia ficción. Tampoco los robots. No señor. En este mundo, en años nomás, serán dominados por los celulares. Así es. No se preocupe, eh. Aún estamos a tiempo de mejorar nuestra performance, como seres humanos, y quién sabe, aprender de meteorología, reemplazar los video games con destreza en el balero y el yenga, y podemos memorizar un puñado de calles sin necesidad de apelar a Filcar alguno. El hombre puede dar batalla. No está perdido.

Aún recuerdo los primeros modelos primitivos de celulares del tamaño de una zapatilla número 40. Eran pesados, feítos y la batería era del tamaño de un celular moderno. El acto de ensamblarla al aparato tenía el mismo espíritu y chasquido de cargar una escopeta. Uno se sentía poderoso. Pero el celular en sí parecía inofensivo, un poco torpe. Nadie jamás de los jamases iba a pensar que, con el tiempo, terminaríamos convertidos en sus esclavos.

Antes la batería se terminaba en horas y uno se la pasaba con el celular apagado. Nadie se atrevía a tomarse mal que uno no lo atienda. Era lógico. Ya meter semejante socotroco en el bolso era un trabajo titánico. No había bolsillo que aguante. Pero los modelos se superaron y el tamaño se achicó. El precio de abarató y al cabo de unos años, uno no podía eludir tener su propio celular y menos aún atenderlo. Y así empezó todo. Primero nos hicimos dependientes de ellos. Además de estar pendientes de sus timbres, costeábamos cuotas cada vez más pesadas. Luego, ellos se volvieron, ups, más inteligentes que nosotros. Y ahora estamos a su merced. Lo más recomendable, dadas las circunstancias y previendo lo que vendrá, es tratar con delicadeza al smartphone, tener buenos modales con ellos, ponerles un nombre, darles un espacio cómodo donde descansar por las noches y en breve, anexarlos a su propia constitución. Y cuando llegue el momento indicado, y hayan tomado en golpe comando los congresos del mundo, copado las centrales eléctricas y el control áreo, sólo nos quedará una opción: arrodillarnos y pedir clemencia.