narda lepes

Por Cicco. Una semana atrás, una ola de periodistas y cibernautas enfurecidos, puso el grito en el cielo y luego, como corresponde, en la red, protestando por el mal gusto que había tenido la cocinera Narda Lépez, a quien queremos mucho, en subir la foto de una cabeza de cerdo en su cacerola. Se la veía, plácida, flotando con su hocico de enchufe. Y ellos, enojadísimos. Pero el Asesino Serial expresa su adhesión entusiasta y convencida a Narda por razones que, ahora, se enterará.

 

Oh, qué tremendo una cabeza de cerdo. Y lo que es peor, dentro de una cacerola. ¿A quién se le ocurre? Dios mío. Hay que tener mal gusto, eh. Uf. Uno está tranquilo, comiendo su porción de carne, limpia de todo rastro de origen, y viene una señora mal educada con una foto a traernos una cabeza horripilante de cerdo a la cocina y subirla a su página de Instagram. Pero criticar a Lépez, es una forma de ceguera. El último tabóo que nos queda a los argentinos: el de saber realmente aquello que comemos.

No sólo Narda se hizo célebre y reconocida por lo copado de sus platos –como podrá ver por el adjetivo “copado”, el que aquí escribe domina poco el mundo gastronómico-. Además, le puso música y onda a esos programas soporíferos culinarios de tevé. Escribió buenos libros, de lujo, didácticos, serviciales. Pero nunca se mandó la parte. Ni posó de chef estrella. Y, lo que más nos gusta de ella, es que fue la primera en recordarnos que, más allá de lo lindo de la presentación del lomito, o el corderito patagónico, el ser humano no deja de ser un animalito comiendo otros animalitos, más bonitos que él. Y más inocentes, claro. Así fue cómo Narda nos acostumbró a que, siempre que podía, metía un paneo o una foto que ilustraba en dónde comenzaba todo su plato: en un animal muerto. Pero claro, los cibernautas y periodistas ultrasensibles, piensan que todo esto obedece al mal gusto. A un aspecto bizarro de Narda en pos de cagarse en su público y, por así decirlo espantar giles. Pero en el fondo, ella nos hace un favor: nos recuerda que, para llenarnos la panza, alguien debió sacrificar su vida. Y esto que puede sonar oscuramente perverso. En verdad, ayuda. Toda esa gente que vive como si estuviera muerta. Que piensa que la vida viene servida en bandeja, a punto y ya especiada. A todos esos pánfilos que hay que sacudirlos con imágenes de cabezas de cerdo a la cacerola, para que sean, al fin, agradecidos. A aquellos que aún creen que la bondiola, o el carré o el bife mariposa es el fruto de un árbol que acepta, agradecido, que le descarguen el peso de sus ramas para seguir creciendo. A todos esos, gente de gran estómago, y poco aguante, cuánta falta les hace gente como Narda. Es por eso que la queremos tanto.