LA PREGUNTA DEL MILLÓN
¿Quién corno escribe los horóscopos?

predicePor: Cicco. Por regla general, sé exactamente qué cosas no sucederán en mi vida con sólo leer el horóscopo. Lejos ha quedado el tiempo en que aguardaba un mensaje venidero cifrado en los astros. Luego de años de lectura meticulosa de mi signo, descubrí que los horoscoperos tienen menos efectividad que el vapuleado Servicio Metereológico. Si no, pregúntese, ¿por qué será que los diarios de más tirada del país afirman algo tan contundente como el futuro y el destino de las personas, desde columnas asombrosamente anónimas? ¿Por qué coño esta gente no da la puta cara?

No tienen ninguna vergüenza, los elucubradores del cosmos. En el 2005, una astróloga rusa llamada Marina Bai, demandó a la NASA por 310 millones de dólares por volar del cielo al importantísimo cometa Tempel 1, cuya función principal en el cosmos es la de cañita voladora espacial. “El experimento”, explicó Bai, a través de su abogado, “atenta contra el equilibrio de fuerzas del Universo”. Lógicamente nadie le dio bolilla. El cometa detonó en mil pedazos. La NASA siguió con lo suyo. Y el cosmos continuó siendo un lugar de infinitas posibilidades, sobre todo si uno es astrólogo y vive a su costilla.

En Buenos Aires, los horoscoperos hasta tienen restorán propio. Se llama Astro Bar y hacen platos de acuerdo al signo del comensal –es decir asado para Tauro, calamaretis para Acuario, arácnidos para Escorpio y niños envueltos para Géminis-. Mientras tanto, día a día, los psicólogos incorporan cada vez más las cartas natales a las terapias. Dicen que así ganan en profundidad, acortan tiempo de sesiones, y pueden echarle la culpa a otros de su fracaso.

Pero vamos a poner en palabras el problema que nos compete aquí: ¿quién catzo escribe en los medios esos horóscopos optimistas pero brutalmente fallidos? Telefoneé al diario Clarín donde un colega pudo arrojarme lo más parecido a una precisión: “La que lo escribe se llama Waina o Wasma. Tiene un nombre raro, como todos estos. En un momento aparecía firmando con su nombre, pero al parecer Clarín compró los derechos de autor así que le borró la firma y listo. Pero podés pedirle precisiones al editor del área Sergio Danishewsky, a las 12 lo ubicás en la redacción”. Lamentablemente, lector, las 12 es la hora en que armo mi picadita con salamín y Hesperidina, así que nunca llamé a este editor. Pero sí telefoneé en mi horario laboral al diario Crónica, para tener más ejemplos, y allí un hombre más bien rudo, me brindó al oído la siguiente información con el tono de algunas oberturas de Pavarotti: “¡Hace un año que este teléfono no es más el de Crónica! ¿Por qué no te actualizás un poco, soquete?”. Imaginé que podía seguir buscando un nuevo teléfono de Crónica, cuando recordé que tenía un torneo inclaudicable de bochas en el parque. Una semana más tarde, de nuevo en el ruedo, probé llamando al Diario La Nación y el chico del conmutador fue muy claro conmigo: “Mirá, no sé adónde pasarte para hablar con los de horóscopos, porque no tengo idea de a qué sección pertenecen. Es más, tengo entendido que no trabaja ningún astrólogo en el diario.” Un viejo contacto en los bajosfondos de La Nación, me confesó lo siguiente: “La que escribe los horóscopos de la revista firma como Kirion. Pero en verdad se llama Karina, es periodista, y supuestamente astróloga. A diferencia de todos los colaboradores de aquí, esta Karina nunca pisó la redacción. Nadie le conoce la cara, excepto por la fotito de su sección”.

Para sacarme la duda de encima, hablé con Horangel, el astrólogo de más larga data del país. Vende un promedio de 150 mil ejemplares al año, y se dice que en 1963 anticipó el asesinato del presidente Kennedy, sólo que no llegó a discar a tiempo el número de la Casa Blanca, porque tenía las manos ocupadas con un helado de cucurucho. Horangel está retrasado con la entrega de su libro de predicciones 2008, así que es un momento caótico para el pobre. Digámoslo así: esto no lo tenía previsto. Le hice una serie de preguntas telefónicas, entre ellas si lo que tiene sobre su cabeza es peluquín o mascota doméstica, pero él me paró en seco: “Para decirle esas cosas y hablar de todos esos asuntos, tendría que estudiar el tema. Hacer una carta natal de los personajes involucrados. No puedo hablar así tan fresco. ¿Por qué no espera a la salida de mi libro? Me dice exactamente de qué temas quiere hablar, yo me preparo y lo resolvemos”. La estrategia de Horangel es notable y es la razón de por qué se mantiene tantos años escribiendo sus famosas predicciones: para eliminar dudas sobre si los horoscoperos son gente profesional y dedicada o chantas planetarios, es mejor parecer exageradamente serio. De un reconcentrado y esmerado profesional, puede cuestionar su exactitud, pero nunca va a poder acusarlo de que anda por ahí rascándose la constelación Orión.

Hablé también con Ludovica Squirru. Me cae bien Luvodica. Sobre todo, porque me da la sensación de que trabaja una semana al año. Desde la casa de su amigo Carlitos Perciavalle en Laguna del Sauce, donde terminó la gira de presentación de su libro, me vaticinó un gran año para nosotros los dragones, uno de los dos signos mejor dotados del zodíaco chino. Aunque me recordó que aquellos como yo nacidos en 1976, son los más flojitos de todos los dragones. Lo más probable es que tu camada, me señaló, lejos de cumplir el mandato mitológico de escupir llamas por la boca, simplemente se dediquen a cagar fuego. En lo personal, tengo un problema con el horóscopo chino. Me cuesta creer que los mismos perejiles idiotas descerebrados que uno tenía como compañeros de colegio, pertenecen a la misma gama de animales mitológicos que yo.

Ludovica me advirtió que, en verdad, lo que anda mal en este mundo no son los astrólogos, lo que anda mal es nuestro calendario. “Los propietarios de almanaques con dibujos de Molina Campos, que contienen boleadoras, suelen tener años pésimos”, remarcó. “En cambio, los almanaques de gomería, al menos con cuatro lolas al aire, son providencialmente mejores”.

Le hago una pregunta retro: ¿quiere saber cómo eran los primeros horóscopos en los periódicos? Este es de agosto de 1945, el primero del Diario Clarín

astros

Según pude entender, si coinciden las letras de su nombre con los números 2-22-5-14-4-9-1, uno tendrá un buen día. Al menos, en los inicios, el trabajo de los astrólogos era más realista: ellos sabían a ciencia cierta que, tener un buen día, era más difícil que tener suerte al Loto o que cepillar a Wanda Nara en ambas direcciones.

A pesar de las dudas generalizadas del periodismo, gente inclinada solamente a confiar en ciertos pálpitos en el Casino Flotante, los medios se resisten a quitar a los horoscoperos, por necesidad obvia de la gente cada vez más idiota que los necesita para seguir con su miserable vida. En los Estados Unidos, entre el cinco y el diez por ciento de los lectores, señaló que dejarían de leer los periódicos si sacaran los horóscopos. Sin embargo, los medios lentamente los han llevado a modernizar su estilo: hoy, los pronósticos se parecen cada vez más a consejos de abuela. En tiempos en que las abuelas han decaído en prestigio y especialmente, en poder auditivo, los horóscopos llenan un vacío social. Tal vez no tenga a sus abuelos a su lado, pero Lily Sullos lo acompañará hasta en el baño.

En mi caso, nací bajo el signo de Géminis, reflejado universalmente con unos gemelos en taparrabos. Aunque, a mis 31 años, aún no he conocido a mi hermano así que ni siquiera pude reclutarlo para pareja de truco en torneos interbalnearios de Mar del Plata. Reproduzco los horóscopos de la presente semana para el signo Géminis y con esto, le prometo, concluyo esta columna: “La ternura será lo que logre que los demás decidan apoyarte en tu causa. No bajes los brazos, no defraudes a tus aliados” (diario La Nación). “Realice un movimiento que ayude a acceder a sus deseos pero sea el promotor de la concordia ajena” (diario Clarín).

Y Revista Para Ti: “Podrás realizar todo lo que te propongas. Tendrás respuestas deseadas y nuevos ofrecimientos”. Pero ya sabe cómo son estas cosas. A la luz de este pronóstico favorable, me propuse escribir una columna brillante sobre los horóscopos, y descubrir con nombres y apellidos aquellos cobardes que los escriben. Y aquí tiene los resultados. 

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