¿VERDADERA MILITANCIA O ESPEJITOS DE COLORES?
Varios interrogantes sobre la política desde Internet

InterrogantesEN LA WEBPor: Sebastián Di Domenica. En esta columna sobre Internet, en muchas oportunidades me ocupé de la política en la web. En diferentes textos escribí sobre la campaña de Obama, sobre las estrategias políticas locales en el ciberespacio, sobre los políticos argentinos con más fanáticos en Facebook, sobre las herramientas que ofrece Internet para que las minorías se hagan conocer y otras más. En todos esos artículos, expuse mi total optimismo en relación a las posibilidades que todos los ciudadanos conectados tienen para sumarse desde la web a diferentes grupos on line, para expresar ideas, para debatir temáticas o para sumarse a grandes o pequeñas acciones. También en este espacio se trató el poder potencial que poseen los celulares. Ese poder que recientemente se utilizó desde diferentes rincones del mundo para hacer donaciones para Haití. Más allá de todas esas realidades, que son cada vez más notorias; la columna de hoy es diferente: plantea todas las dudas e interrogantes que me genera esta nueva forma de hacer política. ¿La participación política desde una computadora tiene el mismo peso que la participación política codo a codo y de cuerpo presente?

La respuesta es No. Hay que partir de una premisa: si la participación desde Internet en un corto plazo no llega a la participación presencial, la primera no tiene sentido. Porque para hacer política tarde o temprano hay que hacerse presente y poner cuerpo e ideas al servicio de una causa. Los casos exitosos de participación política a partir de Internet generan de manera rápida el paso de la web a la realidad: Obama utilizó Internet y celulares para convocar y sumar voluntades; pero rápidamente el aporte virtual se transformó en gente que organizaba reuniones, sumaba adeptos y generaba grupos de seguidores por estados o ciudades. Lo mismo ocurrió en diferentes países europeos en los que la utilización de redes como Twitter o Facebook y el envío en cadena de mensajes SMS generó revueltas de gran magnitud con gente en las plazas y en las calles y a favor de un objetivo general y común. Desde Hipercrítico expuse el caso de Moldavia, país en el que más de 10 000 jóvenes se autoconvocaron de manera espontánea (a través de mails, facebook, twitter y sms) para reclamar por un supuesto fraude en las elecciones. 
 
Hace dos años escuché que un militante de un grupo peronista decía que las discusiones que hace una o dos décadas se generaban en la Unidad Básica, hoy se generan desde los blogs. En aquel momento, la afirmación no me pareció del todo convincente porque la participación política desde un blog es completamente diferente a la participación política en persona en vivo y en directo. En un blog se pueden dar debates de interés, pero también se pueden dar discursos y monólogos monocordes que no respetan ni perciben al otro. En un mar de opiniones que se pisan unas con otras. Por el contrario, en las reuniones políticas de carne y hueso hay que oír al otro. No queda otra alternativa. El otro tiene cara, nombre, apellido, historia y se hace oír aunque a mi no me interese o no tengamos coincidencias. Hay que esperar el turno para volver a hablar y el diálogo es la única posibilidad. En esas reuniones hay que estar, escuchar, mirar, hablar, y contar con suficiente tiempo para que todos puedan participar.
 
Hoy los blogs ya no son lo que eran, porque hacer un blog lleva mucho tiempo; y eso es lo que falta. En estos días la regla es Facebook y Twitter. Desde las redes sociales todo se dice en pocas palabras y para mi pequeño o gran grupo de contactos. Estas redes han aceitado el va y viene de las opiniones y la buena noticia es que los grupos a favor de pequeñas o grandes causas se han multiplicado por miles. Desde Facebook es muy fácil decirle NO a una determinada medida política o sumarse a una causa a favor de la justicia en un lejano país. Con un simple clic, doy apoyo y hago público lo que pienso de ese tema.
 
Pero hay que volver a lo mismo; qué valor o qué peso tiene que una carita con nombre y apellido se anote como fan en Facebook de un determinado candidato o le diga NO a la tala de bosques. Peor es nada, podemos decir. Expresar nuestro acuerdo o desacuerdo es muy fácil; y como es esperable, todos los políticos desean tener miles y miles de seguidores en Facebook. Es el mismo fenómeno que generan las encuestas: todos quieren estar primeros y hacen lo imposible para que así sea; porque esos datos son muy importantes para el día de votación y para ganar las elecciones. No es fácil que una persona se sume como fan o demuestre el acuerdo o el desacuerdo con una determinada causa. ¿Pero la expresión a favor o en contra determina luego una acción concreta de carne y hueso? El interrogante aún no tiene respuesta.
 
Para terminar está el tema de la brecha digital. Por el momento, en Argentina hay muchos que se quedan afuera de las mieles de las tecnologías de la comunicación. Hay muchas personas que no tienen acceso ni a Internet ni a una computadora; y en algunos lugares, ni a la energía eléctrica. ¿Qué pasa con aquellos que se quedan afuera de esas nuevas formas de participación? ¿Vamos hacia un mundo en el que el analfabeto tecnológico tiene menos posibilidades de participar y expresar sus ideas? ¿Vamos hacia un mundo en el que la tecnología es determinante para el funcionamiento de la democracia? Hace algún tiempo una nota del diario El País de Madrid señalaba que en España hay muchos servicios del estado que se implementan únicamente a través de la red. La nota se preguntaba qué debían hacer aquellos que no tienen acceso a una computadora con Internet o aquellas personas ancianas que no cuentan con la experiencia para hacer un trámite vía web. En esos casos, más que un avance la tecnología parece ser un retroceso.
 
Recuerdo mucho los juegos de mesa en los que se compraban hoteles, estancias, se atacaban países o de golpe se perdía todo. Se tiraban los dados y a jugar por uno u otro objetivo. Si la participación desde Internet no invita o no logra llevar a la gente a participar de manera presencial; a la larga la política puede llegar a parecerse mucho a esos juegos de mesa: en los que se ataca, se compra, se gana o se pierde; todo desde una mesa y sin consecuencias para nadie.

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