 Por: Gustavo Noriega. Hay en el final de una de las mejores películas del año, Ratatouille, un monólogo de un crítico, de restaurantes en este caso puntual, pero cuyo contenido se puede aplicar al mundo del cine (de hecho, creo que en eso estaban pensando). Allí, Anton Ego (atención al apellido), dice: “En más de un sentido, el trabajo del crítico es fácil. Arriesgamos poco y aún así nos situamos por encima de aquellos que ofrecen sus trabajos y sus personas para nuestro juicio. Nos deleitamos en la crítica negativa, que es fácil de hacer y divertida. Sin embargo, la amarga verdad que los críticos debemos enfrentar es que, en el gran esquema de las cosas, cualquier porquería es más significativa que la crítica que la condena. Pero hay momentos en que un crítico realmente arriesga algo, y eso es en el descubrimiento y la defensa de lo nuevo.”
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