LA REALIDAD DE LA MAFIA
Hay que ver Gomorra

GomorraPor: Javier Porta Fouz. En el cine, cada uno tiene sus aficiones. Yo tengo particular interés por las películas que incluyen presidentes, boxeadores o mafiosos. Nunca veo boxeo real, no leo demasiadas notas sobre presidentes reales (aunque suelo ver documentales sobre presidentes), y no sigo los juicios a los mafiosos reales. Ya sabemos: el cine no es lo mismo que la realidad.

Nos gustan El padrino, Caracortada o Carlito’s Way, pero no las sentimos reales, siempre vemos en ellas algo de especial intensidad, algo bigger than life (“más grande que la vida”). Hay algo romántico o tristemente romántico en Carlito Brigante o en “Lefty” Ruggiero, los personajes de Pacino en Carlito’s Way y Donnie Brasco respectivamente. Y en Caracortada, De Palma construye un Tony Montana –otra vez Pacino– de grandeza trágica. Nada de esta intensidad, nada de este poder de seducción está en Gomorra, aunque los aspirantes a mafiosos de la película intenten imitar a los mafiosos cinematográficos. La película de Matteo Garrone –el de Estate romana y L’imbalsamatore, ambas exhibidas en el Bafici– es cruda y despojada, de un estilo realista incómodo y perturbador.

Gomorra la película –basada en el best seller homónimo del hoy seriamente amenazado de muerte Roberto Saviano– cuenta varias historias sobre la Camorra Napolitana, aunque menos que las que hay en el libro. Las historias están lejos del romanticismo, de la grandeza trágica: no hay aquí grandes épicas personales ni fascinantes ascensos en la escala del poder criminal. Esta mafia no seduce. La Camorra se autodenomina “El Sistema”. Y eso es lo que describen el libro y la película: un sistema funcional a otros sistemas como la economía globalizada y la política en retirada. La mafia napolitana está en la confección textil de alta costura, en el “tratamiento” de residuos tóxicos, en la construcción, en el narcotráfico. Es una mega-empresa de particular velocidad y rapacidad. Y además mata mucho. La “tropa” del Sistema anda de equipo de gimnasia y musculosa, y mata en ojotas. Y vive en horribles monoblocks.

La película de Garrone es un mazazo, un shock: muestra cómo la lógica criminal mafiosa no es algo extraordinario y aislado sino algo integrado a la normalidad de la sociedad. Gomorra nos recuerda, con relatos ásperos, que a veces el gran cine descubre la realidad. Y, al descubrirla, grita desesperadamente.

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