EL BAFICI Y LAS RECOMENDACIONES
Vivan las diferencias

Um amor de perdicao11 BAFICIPor: Javier Porta Fouz. Esta es la semana en la que aparecen el catálogo y la grilla de programación del BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente). Y esta es una columna semanal de cine y no puede ignorarlo. Pero yo trabajo en el BAFICI, desde hace nueve años. En otras ediciones trabajé en el catálogo, en el diario, en la edición de los libros, en la traducción de alguno; ahora soy programador y además preparo la grilla de días y horarios de las funciones de las películas. Hecha la aclaración, digamos que un festival de cine es un lugar propicio para ver películas, un montón de películas. Y para encontrarse con gente y discutir sobre las películas. Para mí, hace rato que los días del BAFICI consisten en presentar invitados antes de las funciones, en coordinar alguna mesa sobre algún tema y, sobre todo, en intentar arreglar las decenas de detalles de mi sector que pueden llegar a salir mal al mismo tiempo. No me quejo, es un lindo trabajo, que implica ver las películas antes del evento (e incluso, si se produce un período de un par de horas tranquilas y sin problemas, hasta puedo meterme un rato en una sala). Pero para quienes no trabajan en él, un festival es un lugar en el que hay muchas más películas disponibles que las que pueden llegar ver, por más que se internen en los cines y vean siete películas por día. Es decir, los espectadores de un festival siempre tienen que elegir y dejar de lado decenas o centenares de opciones.

Cuando uno selecciona películas para el BAFICI, se expone en general a lo siguiente: a la salida de las funciones –sobre todo de las funciones privadas para acreditados– suelen acercarse algunos colegas críticos a comentar lo que acaban de ver. Si les gustó, todo bien. Si no, no sólo se quejan de la película, del aire acondicionado de la sala y del clima de marzo y de abril sino del hecho de que la película esté ahí en el festival, de que uno haya participado en la selección de esa película. Porque seleccionar una película es, también, recomendar esa película. Y recomendar una película implica casi siempre meterse en problemas. Cuando uno le recomienda a alguien un restaurante y ese alguien tiene una mala experiencia, uno siempre puede decir que “ah, justo fuiste un miércoles, que es el día que el cocinero principal tiene franco” o “¿pediste pastas? Pero te dije que el fuerte era la carne”, etc. Pero frente a las películas, bueno, son películas. Y ahí viene el colega crítico con cara de “¿me querés decir porqué esta película está en la competencia?” o “¿me recomendaste en serio esta cosa?”.


Esta es la semana del catálogo, la grilla y en la que salen a la venta las entradas, el momento en que nuestros allegados suelen pedirnos recomendaciones de entre los cientos de películas que están en el festival, o sea de entre las que seleccionamos con el equipo y, de alguna manera, estamos recomendando. Pero quieren más especificidad: “dale, decime unas diez o veinte de las que sabés que me gustan”. Y ahí uno revisa el listado, trata de adecuar su gusto al del otro y le dice, sabiendo que siempre, en algún momento durante el BAFICI, vendrá ese alguien con cara de “me recomendaste esto, ¿era en joda?”. Es que con los gustos nunca se sabe. Y por más que uno se esfuerce en recomendar para el paladar de que pide la recomendación, invariablemente en algún momento llegará el desacuerdo, el reproche, el “¿no me conocés?, ¿no sabés que odio las películas con gnomos?”


Como sé que las situaciones antedichas son inevitables, este año decidí que cada vez que me pregunten voy a recomendar no aquellas películas que sé que pueden llegar a gustarle a quien pregunta sino justamente aquellas que más riesgo tienen de no gustarle, pero que a mí me gustan mucho. Total, de todas maneras, en algún momento voy a errar con la recomendación. Y qué tanto, lo mejor de los festivales es ir a sorprenderse, a ver cosas nuevas que uno ni sabía que le podían gustar, y a polemizar con quien se cruce. Entonces, ya que estamos, les recomiendo cuatro películas que me gustaría que me recomendaran a mí si no las hubiera visto: Un amor de perdiçao, Filmefobia, Holland y Tiempos malos. Espero que alguna les guste, y que por lo menos una les haga decir: “¿pero este tipo recomendó esto? Está rematadamente loco.” Y que esa una no sea la misma para todos. Un festival es un muestrario diverso: diversas películas, público variado, diferentes discusiones, gente a la que le gustan los gnomos y gente a la que no. Y no está mal que así sea.

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