SOBRE LA CAPTURA DEL PELHAM 1-2-3
¡Viva el cine de los setenta!

Pelham 1 2 3 (1974)Pelham 1 2 3 (2009)Por: Javier Porta Fouz. Había una magia particular en el cine de los setenta. En realidad, hay una magia particular en el cine de esa década, porque las películas se actualizan, reviven, al ser vistas. Y hoy la magia sigue ahí, evidentemente.

Una vez me encontré en una disquería-librería con uno de los mejores directores de la historia del cine argentino, uno que hizo sólo dos películas pero que son dos obras maestras. Fabián Bielinsky llevaba en sus manos una pila enorme de DVDs. Todos eran de películas americanas de los setenta. Se había estrenado El aura hacía pocos meses y Bielinsky, en las entrevistas, no perdía oportunidad de decir que su cine favorito era el de Hollywood de los setenta. Con sus DVDs en las manos y a punto de pagarlos me dijo que no podía parar de mirar esas películas. El aura, efectivamente, citaba La violencia está en nosotros (Deliverance, 1972), la impactante película de John Boorman (si no la vieron, no se la pierdan).

La crítica Pauline Kael decía que la de los setenta era la mejor década del cine americano (y lo decía durante los setenta): cine de altísima calidad era, a la vez, cine exitoso, masivo, premiado. Kael decía que El padrino era el mejor ejemplo de esas características, y hablaba de alquimia. Alquimia: trasmutación maravillosa de la materia. ¿Exageraba Kael? ¿Exageraba Bielinsky? Por mi parte, creo que la posibilidad de ver o rever en DVD (o antes en VHS) películas del Hollywood de los setenta permite darles la razón a ambos. En estos días, y ante el estreno de Rescate del metro 1 2 3 (una remake dirigida por Tony Scott), vi la versión original de 1974 de Joseph Sargent: La captura del Pelham 1-2-3 (así se llamó acá en el momento de su estreno) Otra vez la alquimia: La captura del Pelham 1-2-3 es un relato sobre el secuestro de un subte (¡un secuestro de un subte!) y, a la vez, es el cine como el arte del movimiento seco, de la acción impactante, de los diálogos austeros y certeros, de una cierta rusticidad en el trato y en el ambiente. La materia, las historias, los géneros solían transformarse maravillosamente en los setenta: el cine era entonces el arte de una vibración particular, de un ritmo difícil de describir pero inmediatamente reconocible. No, Joseph Sargent no es uno de los grandes directores de la historia del cine, pero su película es un excelente thriller tocado por el aire de la época, por un saber-hacer a la vez moderno y clásico de un período pródigo en grandes títulos, por la alquimia de la que hablaba Kael.

Unos últimos apuntes. 1. En los nombres en clave de los malos de esta película (Mr. Blue, Mr. Green, Mr. Grey y Mr. Brown) se inspiró Quentin Tarantino para los nombres de Perros de la calle. 2. Las actuaciones de Walter Matthau (casi todo el tiempo en interiores y con una corbata imposible), Robert Shaw (un líder de los malos perfecto, impertérrito) y Martin Balsam (el malo engripado, mucho más vulgar y escurridizo que su jefe) se disfrutan enormemente, y son de esas performances “de taquito”, aparentemente sin esfuerzo, gráciles, decididas, entrañables. Actuaciones de alto talento que parecen surgir con naturalidad; así como tocaba Aníbal Troilo, si se me permite la comparación. 3. En estos días, apenas vea la remake de Tony Scott con Denzel Washington y John Travolta, les avisaré qué tal está, pero me da mala espina que a Washington (para interpretar el papel de Matfhau) lo hayan hecho engordar un montón de kilos. Ese esfuerzo previo me impresiona como muy distinto de las actuaciones relajadas, lujosas y placenteras de la insoslayable versión original.

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