FANATISMOS Y ATUENDOS
Gente disfrazada

remera de Harry PotterPor: Javier Porta Fouz. El día del estreno de Harry Potter y el príncipe oscuro fui al cine. No a ver la película de Harry Potter sino Ponyo y el misterio de la sirenita. El caso es que, los días de estreno de las películas de Harry Potter, uno está inmerso en el mundo de los fanáticos de Harry Potter.

Para ver Ponyo, no había casi nadie. Pero para Harry Potter había cientos de personas. La ven en castellano, la ven en inglés. La ven toda de un saque, la ven con intervalo (dura dos horas y media). La ven vestidos de civil. ¡La ven disfrazados! Vi gente con capas, varitas mágicas, la cara empastada de maquillaje, sombreros cónicos de bruja, o de mago. Chicas y chicos que van al cine a festejar, o como miembros de una hinchada que se reconoce por el atuendo, por “los colores de la camiseta”. No ven la película como una película sino como una celebración del reencuentro con el ídolo o, quizás, con un universo al que les gustaría pertenecer, o algo por el estilo.

No entiendo mucho estas cosas, el fanatismo me resulta bastante incomprensible. El sentimiento gregario en los conciertos multitudinarios en los que la gente salta apiñada me es ajeno, no canto canciones de aliento futbolístico, etc. Obviamente, tampoco fui nunca disfrazado al cine a ver ninguna película. La primera reacción de alguien con mi personalidad frente a la gente disfrazada para ver películas debería ser de rechazo. “Esta gente es ciertamente ridícula”, pienso en primera instancia, sobre los que van vestidos de magos a ver alguna de las Harry Potter, o los que iban vestidos de Darth Vader a ver algún episodio de La guerra de las galaxias. Sin embargo, veo a esta gente con capas, máscaras, bonetes, gente que todavía hace del cine una experiencia colectiva, y no puedo dejar de sentir una corriente de simpatía. Antes, la gente “se vestía para salir” para ir a los cines del centro. Hoy en día, el atuendo para ir al cine puede ser el mismo que para ir al supermercado, que puede ser definitivamente cualquier cosa. Y tal vez estos chiflados que van con disfraz a ver una película sobre un mago adolescente, de alguna manera, todavía sostengan cierta sacralización, cierta idea del cine como un momento que está afuera de lo cotidiano. Entre tanta película que circula en DVDs piratas de mala calidad, grabados de mala manera entre cabezas de otros espectadores y consumidos con poca atención, estos seres disfrazados todavía siguen apostando a vivir un momento especial en una sala de cine.

{moscomment}