UNA REVISIÓN Y UNA LECTURA
El secreto de sus ojos revisitada  

El secreto de sus ojosPor: Javier Porta Fouz. Desde hace unas semanas, a mi atención cinematográfica la han ocupado una serie de películas de los setenta –o de alguna forma relacionadas con esa década– y tres estrenos de estos días. Los tres estrenos son la comedia ¿Qué pasó ayer? de Todd Philips, que vi un par de veces y tal vez vuelva a ver; la genial Bastardos sin gloria, de Quentin Tarantino, que volveré a ver y rever apenas se estrene; y El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella. Volví a ver El secreto de sus ojos y un par de días después leí La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri, la muy atractiva novela en la que se basa la película. Pensé largamente en la película y el libro, escribí para El Amante (sale el miércoles 2 de septiembre), charlamos mucho con Noriega, y discutí acaloradamente con unos alumnos y alumnas sobre la película. Les dejo algunos apuntes, como un extra del texto que escribí aquí hace dos semanas.

1. Lo primero que me impactó en la segunda visión de la película es cómo Espósito (Darín) ingresa al Palacio de Tribunales, cómo parece cansarse de la repetición del piropo, como actúa perfectamente esa cosa mecánica de chistes y chanzas en la entrada a su ex lugar de trabajo. La cámara va subiendo, lo muestra desde arriba, como si nos estuviera diciendo que las paredes de ese lugar, o todo ese lugar, esconden historias que pesan en el personaje.

2. La secuencia del interrogatorio a Gómez. La primera vez que vi la película noté que fallaba el verosímil y que uno de los problemas era la dicción del actor español. Al volver a ver la película, creo que no hay más problemas que ese: se le nota demasiado la preocupación por “hablar en argentino” y termina hablando de formas muy raras, casi robóticas, y se le escapan algunas pronunciaciones poco adecuadas (la más notoria es la de la palabra “pagar”, la “g” la dice con un dejo a “j”). Soledad Villamil tiene que interpretar un momento de tensión, dar la sensación de que está “actuando” (para Espósito y para el espectador) y a la vez hacerle pisar el palito a Gómez. Villamil está a la altura del desafío. Por otra parte, el plano genital de Gómez no está puesto sólo para sorprender, tiene un correlato en el ascensor en donde Gómez “pela” otra vez.

3. La escena anterior al interrogatorio. En una primera visión pensé que Irene (Villamil) le decía una vez “Eduardo” a Benjamín. Tal como apuntó un lector en la columna de hace dos semanas, Eduardo se llama el pinche, que está en el pasillo enfrentado (pero lejano) al que están Irene y Benjamín. Tal vez me confundió la lejanía entre Irene y el el pinche, y que ella no grita demasiado. Disculpas por mi confusión.

4. Lo que más me gustó  de lo que noté en una segunda visión fue la construcción de la situación de la puerta del despacho de Irene. La situación es estructurante para la historia de amor, y se da tres veces, yo había notado dos en una primera visión. Ahora me di cuenta de que hay una al principio que refuerza esta línea narrativa e incrementa las emociones con elegancia. Irene quiere cerrar la puerta de su despacho (con Benjamín adentro) en el presente del relato, y en el pasado, y otra vez en el presente. Quiere que Benjamín deje afuera la causa, deje afuera a Morales, deje afuera las borracheras de Sandoval, deje afuera las complicaciones políticas, y que se concentre en ella. Irene sabe que si logra concentrar a Benjamín en su mirada, en sus ojos, este no podrá seguir huyendo.

5. La situación de las puertas, el protagonismo de Irene y la captura en la cancha de Huracán son tres de los muchos elementos de la película que no provienen del libro, que fueron generados en la adaptación. Y hay muchos elementos del libro que no pasaron a la película. Entre todos esos cambios, el que me pareció más llamativo fue el de la época en la que transcurren el libro y la película. En el libro, las acciones “del pasado” ocurren principalmente entre 1968 y 1973 (gobiernos de Onganía y Lanusse, hasta que asume Cámpora) y desde 1976 (ya con Videla y compañía en el poder). La película elige –en una apuesta más que interesante, sugestiva y significativa– situar ese pasado entre 1974 y 1975, es decir, en los gobiernos de Perón e Isabel. Pavada de cambio. De esta última y de otras diferencias –pero sobre todo de esta última– intenté reflexionar para El Amante. La revista ya está en la imprenta y yo le sigo dando vueltas a lo que escribí y a ese cambio de temporalidad política. Como dice Morales (Pablo Rago) en la película: “es muy complicado”. El secreto de sus ojos es una película compleja, intrigante, y no descarto seguir escribiendo sobre ella.

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