HAY QUE VER JULIE & JULIA
La felicidad en el cine

Julie JuliaPor: Javier Porta Fouz. Hay películas que buscan la felicidad. No todas la encuentran, y algunas a veces apenas exhiben morisquetas, maquillajes, fórmulas y recursos varios que confunden edulcorante con dulzura real. Son películas que pueden engañarnos un rato pero que dejan un sabor falso, al igual que los edulcorantes artificiales. Hay otras películas que no buscan la felicidad, sino que la encarnan y la definen.

Las grandes películas, de hecho, tienen su propia definición de la felicidad, una que funciona en sus propios términos. Un ejemplo de 1993: Hechizo del tiempo (Groundhog Day, de Harold Ramis). Ahí el meteorólogo Phil Connors (Bill Murray) tenía la posibilidad de vivir a repetición el mismo día hasta darle forma, la forma perfecta. Pero la película, al tiempo que era el relato de la búsqueda de la felicidad de Phil, era en sí misma un relato feliz, uno que había encontrado la respiración y el ritmo justos. Uno vuelve a ver la película, o apenas un fragmento, y siempre encontrará uno o más detalles de lujosa inteligencia, de gran sensibilidad. Los detalles son clave para aquellas películas que tienen su propia definición de felicidad. Un ejemplo de este año, de una película que tiene su propia definición de felicidad y que le ha prestado mucha atención a los detalles es Adventureland, de Greg Mottola, sobre la que pueden leer aquí.


Un estreno de este jueves 17 de septiembre, Julie & Julia, es otra película feliz que tiene su propia definición de felicidad. La dirigió Nora Ephron, cuyo mayor aporte al cine y a la humanidad hasta el momento había sido el guión de la muy feliz Cuando Harry conoció a Sally (dirigida por Rob Reiner en 1989). Como directora, Ephron había acertado con cierta actualización del clasicismo en la comedia romántica Sintonía de amor (Sleepless in Seattle, 1993) pero que últimamente parecía perdida en una amable mediocridad (Hechizada en 2005, Lucky Numbers en 2000). Con Julie & Julia, Ephron –20 años después de Cuando Harry conoció a Sally– ha llegado a la felicidad cinematográfica como directora. La película cuenta dos historias entrelazadas emocional y filosóficamente: Julia Child (quien fuera una famosísima cocinera en Estados Unidos) aprende a cocinar en los cincuenta en Francia. Y Julie Powell, a principios de esta década, decide hacer un blog sobre la experiencia de cocinar las 524 recetas del libro de cocina de Julia en un año. La historia de Julie transcurre en esos 365 días, la de Julia a lo largo de varios años. La película va y viene de una historia a otra, y en ambas construye personajes potentes, en la búsqueda de la felicidad. Otra vez el ritmo, la respiración, los latidos de una película refulgente: esta es una película placentera que hay que volver a ver para lograr captar sus detalles. La felicidad en el cine es un logro a veces secreto, siempre elusivo a una primera mirada. Pero en un primer acercamiento a Julie & Julia se nos impone una actriz enorme como Meryl Streep como Julia (que a partir de los noventa ha entrado en sus mejores años), la calidez de la sonrisa –y la sonrisa es también una actitud del cuerpo entero– de Amy Adams (Julie), y la seguridad y el aplomo de un actor excelente y encantador como Stanley Tucci. Y en cuanto a las actrices, presten atención a la que interpreta a la hermana –altísima– de la alta Julia: es Jane Lynch, una de las grandes comediantes actuales (vean Role Models, por ejemplo). Pero la felicidad de Julie & Julia no se define solamente por las actrices y los actores. La principal felicidad de la película es la comida, la cocina, el amor por ambas cosas. Como pasaba en la muy feliz Ratatouille, cuando en la pantalla vemos la buena comida y su preparación, las imágenes pueden proveernos epifanías: ahí está uno de los secretos de la existencia. También uno de los momentos sublimes de la vida. Parafraseando lo que decía Stanley Cavell en su libro sobre la comedia de enredo matrimonial en Hollywood, que a su vez parafraseaba a Kierkegaard: en Julie & Julia se puede percibir lo sublime de lo cotidiano. Y Julie & Julia, al igual que esas comedias de los treinta y de los cuarenta sobre las que escribió Cavell, es una comedia de lo cotidiano. Y lo cotidiano puede –en apariencia paradójicamente– estar lleno de momentos excepcionales.

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