SIGUE LA REVISIÓN DE LA TEMPORADA |
Balance 2009 (segunda parte) |
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El puesto número 10 de mi lista de las mejores del año es para Marley y yo, dirigida por David Frankel. Sí, Marley y yo, “la del perro”. Ya les dije en Hipercrítico que la película era mucho más que eso, más bien otra cosa. Y esa otra cosa es algo de lo mejor que ha sabido hacer Hollywood en su historia: distraernos, divertirnos (una de las acepciones de divertir es justamente distraer) para contarnos historias profundas, emocionantes, hasta desoladoras. En Marley y yo el perro es el testigo de la maduración de los personajes y del paso del tiempo, de lo que se gana con cada cosa y, sobre todo, de las inexorables pérdidas que conllevan. Quedó décima en el ranking (aunque podría haber subido algún puesto sin los desarreglos faciales de Jennifer Aniston), pero está primera en el ránking de lágrimas.
El puesto número 9 es para Julie & Julia, de Norah Ephron). Escribí para Hipercrítico en esta columna. Y agrego algo, o preciso un poco más una idea que estaba en ese texto: los primeros planos de comida en preparación pertenecen el mundo real pero generan efectos del orden de lo maravilloso. Y esta película demuestra, entonces, que lo maravilloso puede ser parte de la vida cotidiana.
El puesto número 8 es para Coraline y la puerta secreta, de Henry Selick. Escribí para Hipercrítico acá. Coraline es otra película sobre lo maravilloso, sobre mundos maravillosos, y sobre la maravillosa capacidad de imaginar maravillas. Una de esas películas que nos transportan a otros lugares. Los miedos infantiles, y los miedos en general, pueden lograr ─como en este caso─ películas que son mundos tan tenebrosos como habitables (como toda maravilla, su prolongación puede dar lugar a excesos pesadillescos).
El puesto número 7 es para Criatura de la noche – Vampiro (o sea Let the Right One In, de Tomas Alfredson). También escribí algo para Hipercrítico. Let the Right One In crece con los días. Es decir, su negrura permanece y la melancólica maldición de su historia de amor ligado a la soledad se profundiza. Quizás, de haberse estrenado unos meses antes, con posibilidades de revisarla y repensarla mejor, hoy estaría en un puesto más alto en mi lista.
Y por hoy, basta de la lista de las mejores, y vamos a una de las tres que elegí como de las peores del año. Las peores no se definen tanto por ser cabalmente las peores, sino más bien por su poder de irritación, porque los mundos que proponen son, para mí, indeseables, repelentes, nada atractivos. Una de las tres peores del año es, entonces, Rumba, de Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy. Rumba relata la historia de una pareja formada por dos profesores (ella enseña inglés; él, gimnasia). Ambos son, además, bailarines y participan en concursos de baile. Y tienen un accidente por el cual ella pierde una pierna y él pierde la memoria. Su propuesta humorística no conectó nunca conmigo, por lo que los movimientos “sumamente expresivos” de los protagonistas quedaban como meras morisquetas, y la preparación de cada gag se me hacía directamente obscena. Al no funcionar el tono, todo el humor negro me resultaba directamente canallesco. Creo que algunas críticas de la película la relacionaron con Jacques Tati. Tati era un genio (vean Playtime si no me creen) que podía reflexionar sobre el mundo contemporáneo. Esta gente que hizo Rumba apenas hace un cine del más rancio y pavote solipsismo.
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