NUEVE RECOMENDACIONES NUEVE
Algunas películas para ver en el Bafici

IMAGEN de la película AlamarPor: Javier Porta Fouz.  Como trabajo de programador para el Bafici, he visto una buena cantidad de las cientos de películas que se darán entre el 7 y el 18 de abril. Aquí van algunas recomendaciones de títulos que tal vez no tengan un alto perfil pero que pueden resultar sorprendentes, atractivos o ─ya se sabe que las recomendaciones son riesgosas─ polémicos (dejo de lado las películas argentinas, que las recomiendo en general: hay mucho nuevo, muy bueno y variado).

Alamar, de Pedro González-Rubio, México. Uno de los directores de Toro negro (exhibida en el Bafici hace unos años), con especial sensibilidad, cuenta una historia familiar para atesorar y, de paso, dialoga con algún clásico documental como El hombre de Aran de Flaherty. En Alamar, un nene de padre mexicano y madre italiana vivirá la aventura de aprender las tradiciones de su padre, en un ambiente al que llamar deslumbrante es describirlo fríamente.

31 de abril, de Víctor Cubillos P., Chile. Una película endiablada, astuta, que nos desafía, y que puede cambiar de género retrospectivamente. No conviene adelantar más para no disminuir su eficacia.

Cuchillo de Palo, de Renate Costa, España. En realidad, una película de producción española pero de directora e historia paraguayas. Renate Costa busca los rastros ─en su familia, en amistades─ de su tío Rodolfo, gay reprimido por la dictadura de Stroessner, y así hace un retrato múltiple (familiar, social, personal) de profunda emoción.

El Charles Bronson chileno (o idénticamente igual), de Carlos Flores del Pino, Chile. En 1978, el programa de televisión Sábados Gigantes entregó el premio de su concurso de parecidos a un señor parecido a Charles Bronson. El Charles Bronson chileno es una película de 1981 sobre ese señor, sobre las extravagancias que lo rodean (el representante no para de decir los más memorables disparates) y sobre un país y su identidad. Una feroz comedia sociológica.

Lejos de los árboles, de Jacinto Esteva, España. Una película imprescindible, que en el catálogo del festival el excelente crítico español Carlos Losilla describe perfectamente con estas palabras: “Lejos de los árboles es, literalmente, una salvajada, una puñalada trapera, una descripción implacable y glacial de la España más negra y profunda a través de sus ritos y ceremonias ancestrales. Esteva no se mueve como un antropólogo entre toda esa barbarie, sino que la retrata con una mezcla de rechazo y fascinación que da forma al peculiar tono de la película. Y no hay moralina alguna en sus imágenes ambiguas y desconcertantes, pues, de algún modo, quienes vivimos en este país sabemos que nunca podremos librarnos de esa pesadilla.”

Mary and Max, de Adam Elliot, Australia. Animación en plastilina sobre la amistad postal entre una nena australiana y un viejo neoyorquino, ambos solitarios. Esta película es, como la de Esteva, también una salvajada a su manera, y usa a la animación como entrañable escudo para contar (casi) todos los males de este mundo con descarnado humor.

Zona Sur, de Juan Carlos Valdivia, Bolivia. El director de Jonás y la ballena rosada (estrenada en Argentina hace más de una década) propone en Zona Sur una serie de vistosos y milimétricos planos secuencia para contar la historia de una familia de clase alta en decadencia, con personajes fuertes y diálogos crudos. De paso, aparecen no pocas tensiones de clase y un retrato del matriarcado boliviano.

Velódromo, de Alberto Fuguet, Chile. El escritor y cinéfilo de tiempo completo Fuguet hace su segundo largometraje, una comedia quejosa sobre alguien de treinta y pico que quiere vivir como quiere vivir. Presentada como una “comedia existencial santiaguina”, Velódromo demuestra que el cine digital puede ser también el territorio de una narración sólida, que no le teme al humor, ni a los exteriores, ni a la cinefilia desbordante.

Perdida, de Viviana García Besné, México. Una historia posible e increíble del cine mexicano, la de “los Calderón”, la de la familia de la directora. Las películas que produjeron van desde el melodrama clásico hasta películas con El Santo, pasando por alguna de Sam Fuller y otras sobre cabareteras. Apasionante retrato de cuando el cine podía ser impulsado por gente con gran sentido de la aventura.

Me doy cuenta de que, sin querer, hice cierto recorte: por un lado idiomático-cultural porque son todas películas habladas en su mayor parte castellano menos una (la australiana); y por otro lado geográfico, porque son todas del hemisferio sur menos tres (dos mexicanas y una española). Y de que recomendé tres películas chilenas (la chilena es una cinematografía en ebullición, que no para de crecer y de diversificarse). Hay mucho más para ver, pero ya sabrán encontrarlas en otras recomendaciones de otra gente, o leyendo el catálogo, o arriesgándose con lo que les resulte atractivo. Bah, también se van a arriesgar con estas que les recomendé, porque ya se sabe que no hay nada más riesgoso que seguir las recomendaciones de los críticos. El cine, la vida y los festivales son, como dije el año pasado, territorios de bienvenida diversidad. Que pasen un buen festival.

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