SANTIAGO Y EL RATI HORROR SHOW
Dos grandes documentales

EL RATI HORROR SHOW Y SANTIAGOPor: Javier Porta Fouz. Llega uno de los mejores estrenos de este año, y una de las mejores películas latinoamericanas de la década: Santiago, del brasileño João Moreira Salles, que se dará en la fundación Proa todos los sábados a las 19hs a partir del 18 de septiembre (el sábado 9 de noviembre es la última función). Santiago es un documental sobre quien fuera mayordomo de la mansión de la familia del director durante treinta años (João es hermano de Walter Salles, cuya mejor y más recordada película es Estación central). El director filmó a Santiago (Santiago Badariotti Merlo, argentino) durante algunos días en 1992. Santiago no sólo era un ex-empleado de su familia sino también un experto en la historia de la aristocracia, sobre la cual tenía escritas cientos de páginas. En 1994 Santiago muere y la película queda sin concluir hasta el año 2006, cuando Moreira Salles decide terminarla, con un formato de reflexión sobre el cine entreverado con el retrato de este personaje único. Con esa altura intelectual pudorosa que tienen algunas películas singulares, inoxidables, Moreira Salles hizo una película macerada, sabia, emocionante. Obviamente, Santiago no es cine masivo, pero para algunos puede convertirse en una película inolvidable. Presten especial atención quienes gusten de El desencanto de Jaime Chávarri, hay cierto aire de hermandad entre las dos películas. Y si no vieron El desencanto, bueno, se están perdiendo otra película única.

El otro gran documental de la semana es El Rati Horror Show, de Enrique Piñeyro. Piñeyro está interesado en varios males de la Argentina, males que tienen su origen en diversas corrupciones, defensas corporativas, ineficacias y estupideces. Piñeyro quiere cambios, y ya hizo tres películas “de denuncia”, además de muchas denuncias en la justicia. Whisky Romeo Zulu (2003) era una película de ficción basada en hechos reales. Fuerza Aérea Sociedad Anónima (2006) era un documental fuertemente didáctico, en el que Piñeyro se ponía en el lugar del docente, alguien que explicaba, y que demostraba grandes dotes para presentar y hacer atractivo un tema desconocido para la mayoría de la gente. Piñeyro pone el cuerpo, y pone su inteligencia de ciudadano cabal: se anima a denunciar, a declarar, a hacer películas para mejorar el mundo. En El Rati Horror Show nos mete de lleno –con genuino sentido narrativo, basado en el planteo de múltiples intrigas y su resolución mediante variados despliegues informativos–, en un caso policial y judicial impactante: corrupción, flagrante manipulación de pruebas, y otras calamidades (no conviene adelantar más porque la película está estructurada con múltiples e impresionantes revelaciones a medida que se va profundizando en el caso). Piñeyro es un hombre renacentista: activista, piloto profesional, médico, productor, director, actor, polemista. Piñeyro, en El Rati Horror Show, se pone otra vez en el centro de la escena, despliega computadoras, chiches, tecnológicos, efectos especiales, pruebas, contrapruebas, y hasta reflexiona sobre el sonido de las balas en el cine y su impacto. Vemos el backstage de la producción, Piñeyro comenta, manipula muñecos, nos guía por los caminos de la justicia, o más bien por los de la injusticia. Para Piñeyro, la corrupción es una de las encarnaciones más nefastas y dañinas de la estupidez, y la estupidez lo indigna. La omnipresencia de Piñeyro irrita a algunos críticos y espectadores. También Nanni Moretti irrita a unos cuantos. Por mi parte, creo que los mazazos cívicos que pegan Moretti y Piñeyro (Piñeyro también es un sardónico humorista político), desde su presencia y su ego, son algunas de las mejores encarnaciones de la resbaladiza noción de “cine necesario”.

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