TRABAJADORES SIN CAPACIDAD DE RECLAMO Y PERIODISTAS QUE NO PREGUNTAN |
Cines: el paro que no fue |
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En primer lugar, un motivo simplemente numérico hubiera permitido poner la noticia en duda: es difícil que un gremio de un centenar de trabajadores pare los cines de Capital y el GBA. En segundo lugar un conocimiento mínimo de las condiciones laborales en las grandes cadenas, que es donde reside el grueso de las salas cinematográficas, hubiera sugerido que la sindicalización y por consiguiente la capacidad de presión de los operadores es muy reducida. En los shoppings los trabajadores van rotando en sus funciones a lo largo del tiempo: de vender comida a cortar entradas, de allí a recibirlas, a limpiar y a proyectar las películas. Por otra parte, como sucede con todo tipo de cadenas, especialmente las de comida rápida, el recambio es altísimo, los trabajadores duran muy poco tiempo y buscan nuevos horizontes o simplemente prefieren quedar desempleados.
La plantilla, además, es muy reducida. El complejo Hoyts Abasto a menudo utiliza a una sola persona para controlar el ingreso a doce salas. Un jueves al mediodía hay uno o dos vendedores de tickets y una persona controlando el acceso. Con dos o tres personas tienen cubiertas todas las salas. A menudo, a pesar de que no es el día ni la hora de mayor actividad, se arman colas y hay una espera considerable para conseguir la entrada. Hace aproximadamente un año, una señora se dedicó a preguntarle a la única vendedora de entradas sobre el argumento de todas las películas en cartel mientras la cola se hacia larguísima. En aquel momento pedí el libro de quejas y dejé constancia del hecho. La situación sigue siendo la misma.
A diferencia de los taxistas y los mozos, que lograron presionar con éxito aprovechando el boom del Día del Amigo, los empleados de las cadenas están sufriendo la precarización laboral en su forma más extrema sin tener a su disposición las armas tradicionales de los trabajadores. Aunque Telam y Clarin.com no se enteren.
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