FELLINI, EL EXITO DEL MES
Algunos apuntes sobre un mentiroso

La dolce vitaPor: Javier Porta Fouz. Septiembre fue un mes particularmente malo para los cines, y los dos últimos fines de semana fueron directamente paupérrimos en cuanto a venta de entradas. Pero las cifras de asistencia general no dicen nada del éxito del mes: la retrospectiva integral y en 35mm de Federico Fellini que programó la sala Lugones entre el 10 de septiembre y el 1 de octubre, con localidades agotadas en casi todas las funciones.

El 31 de octubre se cumplirán 17 años de su muerte. Empecé a ver películas de Fellini no mucho antes de que muriera. Yo tenía menos de veinte, y el cine de Fellini me resultaba una rareza un tanto inasible. Con el tiempo, fui viendo casi todo, en oleadas, en oleadas contradictorias, que a veces se disparaban por un disco o una canción de Caetano Veloso (un admirador de Fellini), otras veces seguían por la música de Nino Rota, y otras por algún libro de conversaciones con Fellini o sus memorias. Difícil de encuadrar, constructor, mentiroso, poeta, expansivo, contradictorio, polémico, Fellini podía agredir a Pasolini, ganar varios Oscar, hacer películas para televisión y después considerar a la televisión como el mayor mal del planeta. Yo leía y miraba sus películas, a veces en dosis de mucha intensidad, y podía llegar a quedar indiferente frente a la parte más famosa de la “zona Masina” (es decir, las películas con su mujer Giulietta): nunca me gustaron La strada (1954) ni Las noches de Cabiria (1957), aunque sí Ginger y Fred (1986), y hasta tengo una especial debilidad por Julieta de los espíritus (1965), considerada de forma casi unánime entre lo peor de Fellini.

Justo después de ver La strada llegué a Los inútiles (1953), una de las mejores películas de Fellini, la que aún hoy me parece la mejor o al menos una de las tres mejores. Fellini fue uno de los primeros cineastas intensamente autobiográficos, y los “recuerdos de provincia” de Los inútiles influyeron en no pocos directores y películas; por nombrar una: Calles peligrosas (Mean Streets, 1973) de Martin Scorsese. En Los inútiles, el actor que representaba a Fellini (el que se iba del pueblo) era el más apuesto de todos, y no se parecía a Fellini. En esa película actuaba también Riccardo Fellini, hermano de Federico y parecido a él, pero su papel era otro. La autobiografía, también, como una forma de embellecerse. Los inútiles ha sido una de las películas de Fellini que más veces vi, y –junto con El cuentero (1955, una película de un mentiroso sobre mentirosos)– es definitivamente la que mantiene más estable en mi valoración. Claro, Los inútiles no tiene que ver con “lo felliniano” más cacareado; eso lo representa mejor Amarcord (1973), otra película autobiográfica de recuerdos de provincia, pero con más gritos, personajes “locos”, mujeres enormes.

Fellini también hizo autobiografías sobre sus experiencias como cineasta: 8 1/2 (1963) fue otra película muy influyente. Tuvo, por ejemplo, su “versión Woody Allen” en Recuerdos (Stardust Memories, 1980) una de las (injustamente) menos valoradas películas de Allen y que merecería hoy una revisión, sobre todo a la luz de abominaciones que intentan describir a Fellini y hasta osan “continuarlo” como Nine (2009), la última inmundicia de Rob Marshall. Y así como prefiero Los inútiles frente a Amarcord, es decir, prefiero la película menos famosa y menos estridente de los “recuerdos de provincia” de Fellini, entre sus autobiografías cinematográficas siempre tuve mayor estima por Entrevista (1987) que por 8 1/2. Entrevista, la anteúltima película de Fellini, propone memorias crepusculares antes que los problemas creativos de un cineasta en la cumbre de su fama. También propone calidez y sabiduría, decorados de elefantes planos, reencuentros. La secuencia del reencuentro de Mastroianni y Fellini con Anita Ekberg, con la magia (literalmente hablando, Mastroianni está vestido de mago, con varita y todo, y hace aparecer una pantalla) de La dolce vita (1960) detrás de ellos, ya mayores, es una de las imágenes más importantes de mi vida como espectador de cine. Una vida que a intervalos irregulares vuelve a Fellini, porque el de Fellini es un cine que nos mira frecuentemente de forma diferente, es el cine de un mentiroso (así los definía, a él y a Mastroianni, Ekberg en Entrevista) que nunca sabemos cuando nos va a revelar alguna nueva verdad.

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