MACHETE, DE ROBERT RODRIGUEZ Y ETHAN MANIQUIS
Disfrutes y decepciones

MachetePor: Javier Porta Fouz.   Machete es una película nacida de un trailer falso. Mejor dicho, de un trailer de una película que no existía, y que acompañaba el doble programa de Tarantino y Rodriguez Grindhouse, que consistía en Death Proof y Planet Terror. Ese trailer de Machete fue tan comentado y disfrutado que dio lugar a esta película, que Rodriguez dirigió con Maniquis, el montajista de Planet Terror. Es extraño haber visto el trailer de una película tres años antes de que la película se realizara, y esa espera quizás haya generado altas expectativas, tal vez excesivas, por Machete.

Y Machete, si bien es una película con unos cuantos buenos momentos, algunos buenos chistes, algunas actuaciones regocijantes, es bastante menos de lo que pudo haber sido. Vamos por partes, por cortes, que parece ser lo indicado en una película con tanto filo de cuchillos, espadas, tijeras y, obviamente, machetes. Machete comienza con una secuencia en México, con un color setentoso, un coche y un ambiente que hacen recordar a la gran película de Sam Peckimpah Traigan la cabeza de Alfredo García, un título fundamental en cuanto a decapitaciones se refiere. Justamente, Machete empieza con una decapitación, con una chica desnuda y con un celular perfectamente ubicado, y con el principio del show de Steven Seagal, uno de los villanos. Luego de ese comienzo rutilante y prometedor, la película avanza un poco a los tropezones, con secuencias con demasiada autonomía, sin tensión, con una estructura demasiado pop, demasiado deudora de la idea de segmentos que puedan ser cortados por tandas televisivas. Es cierto, la apuesta de Rodriguez y Maniquis va por ese lado: por los seriales, por la clase B, por muchos componentes trash. El problema es que Machete tiene una línea política seria, de denuncia, con algunas buenas frases (“nosotros no cruzamos la frontera, es la frontera la que nos cruzó”) que dan cuenta de forma comprimida de las injusticias actuales e históricas sufridas por los mexicanos en y frente a los Estados Unidos. Esta línea política no es mala per se –de hecho, creo que Machete podría haber sido una buena película seria y sombría, o un gran artefacto pop cargado de ideología, si hubiera tenido, entre otras cosas, un tono más decidido– pero se resiente con tanta estructura episódica, con tanto fragmento, y también con alguna obviedad, como cuando el personaje de Jessica Alba dice que “va a hacer lo correcto” cuando el silencio y la acción habrían sido menos redundantes y más elocuentes y límpidos. Con todo, la estructura de fragmento, de disparate sanguinolento, podría haberse atenuado si el fragmento final, la lucha colectiva de cierre, hubiera formado un todo compacto, hubiera sido una set piece de acción bien planificada. Pero es el momento más flojo: Rodriguez y Maniquis se preocupan por el look de los contrincantes (los planos de Lindsay Lohan y la hermosa Michelle Rodriguez), por mostrar explosiones que detienen la acción, por la fragmentación un tanto incomprensible del espacio (véase a un maestro del relato de luchas en varios frentes como a James Cameron en la batalla final de Avatar para comparar) y por una fascinación por los efectos digitales (¿cuántas veces tiene gracia mostrar esos coches que se paran en dos ruedas?).

A pesar de toda esta lista de defectos, debo decir que tengo más simpatía que antipatía por Machete. Sin embargo, la mejor película de Rodriguez sigue siendo Del crepúsculo al amanecer: una película verdaderamente festiva, endiabladamente clase B y con el gran protagónico de George Clooney. Del crepúsculo al amanecer es, además, mucho más carnalmente erótica –recordar el baile de Salma Hayek– que Machete (salvo el principio, demasiado prolija en este aspecto, y hasta con un desnudo “digital”: el de la ducha). Y la mejor película de Danny Trejo con Robert De Niro sigue siendo Fuego contra fuego, la obra maestra de Michael Mann.

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