DISCUTIBLE ELECCIÓN DE LA NUEVA REVISTA ADN CULTURA
¿Sergio Renán, un consagrado del cine nacional?

La fiesta de todosLa TreguaPor: Gustavo Noriega. Los dos primeros números de adncultura, el suplemento sabatino de La Nación, habían cubierto razonablemente mis expectativas, que no eran muchas. No era la aparición fresca, nueva y provocativa que yo hubiera deseado en mis sueños más salvajes pero era mejor que la anodina Ñ. Es verdad que el desafío de superar al suplemento cultural del Clarín no parecía hercúleo, pero una nota fuerte de tapa en la primera edición y un sumario abierto y fresco en el segundo me habían hecho ilusionar. Creo que mi sentimiento era similar al expresado por Terranova en estas páginas hace un par de semanas.

Amigos, el número tres me pareció un bodrio. Por si no se entiende, me pareció malísimo. SubÑ, si esa categoría existiera. Algunas de las timideces esbozadas en los dos primeros se hacen acá dueñas de casi todo el espacio: una cierta actitud constipada, un miedo a la polémica, una urgencia por no molestar a nadie que termina convirtiendo a un suplemento prometedor en un rejunte de notas anodinas.

Tomemos mi materia específica, el cine. En ese campo, las deficiencias vienen del primer número. Da la sensación de que no hay un editor específico de cine o que si hay, no le prestan atención en el armado del sumario.

En el número 1, la única nota relacionada con el cine era una elegante nota del escritor mexicano Carlos Monsiváis sobre María Félix. La nota no carecía de méritos pero también es innegable que la actriz mexicana está muy lejos de las discusiones contemporáneas que puede generar el cine.

Pero no se trataba de un caso aislado, sino de una tendencia. La única aparición sobre el cine del segundo número es un obituario de Bergman y Antonioni, de otro escritor mexicano, Carlos Fuentes. La temática era inevitable pero el contenido de la nota era muy poco interesante. Más allá de disponer de un nombre importante, es evidente que la nota no aportaba nada especial. Evidentemente el cine no es uno de los fuertes de Carlos Fuentes.

En el tercer número hay una entrevista de Marcelo Panozzo al director independiente Raúl Perrone. Ahí hay atisbos de algo parecido a la modernidad. De todas maneras, una nota al director de Ituzaingó es algo poco sorprendente, casi como el examen de ingreso al registro de revistas culturales.

Lo que sí sorprendió es la participación del cine en la nota de tapa. Allí, “consagrados” de distintas áreas (parecen los mega argentos de El Gen Argentino) eligen a quienes consideran sus herederos. Por ejemplo, Beartiz Sarlo elige a David Oubiña, ensayista y destacado crítico de cine; Litto Nebbia elige al músico Gonzálo Aloras, etc. El consagrado de cine es Sergio Renán, que elige a Jorge Gaggero.

En este caso me sorprende más el nombre del consagrado que el de la joyita a largo plazo. La carrera cinematográfica de Renán no es de las más destacadas. Uno puede destacar su versatilidad, su labor, además de cómo director, de regisseur y de actor. Pero calificarlo de “consagrado” en el ámbito de cine es de una temeridad llamativa. De La tregua pasaron más de treinta años. Y el curriculum incluye La fiesta de todos, una vergonzosa celebración del Mundial 78, tan ofensiva por su contenido patriotero y demagógico como por su oportunismo y su deliberada chapucería estética. En el ámbito cultural se ha decidido dejar pasar este horrible desliz de Renán y no me parece mal. Sabe Dios las circunstancias en las que los hombres cometen sus más inconfesables pecados y a menudo el silencio gentil es a medias castigo y a medias perdón. Pero pasar de ese silencio a la situación de “consagrado” me parece demasiado. Su carrera posterior a 1978 (seis films, ninguno memorable) no lo amerita. Y otros directores en actividad han hecho mucho más mérito para tal distinción (hasta Gaggero, con dos interesantes películas, tiene una filmografía más atractiva que la de Renán).

En fin, una política de Big Names, con alguno de ellos productos de un gran malentendido. Una intención de no polemizar, de no asustar al lector tradicional de La Nación, de no pasarse de una raya demasiado cercana, hacen peligrar un proyecto potencialmente rico como parecía ser adncultura. 

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