PÚBLICO MODELO 2011/ 
¿Qué es todo esto?

QUE ES TODO ESTO/Por: Javier Porta Fouz. Últimamente, trato de ver más películas en funciones privadas para críticos y periodistas, rara vez están llenísimas y pocas veces se producen molestias. Últimamente, si voy a funciones comerciales suelo elegir aquellas en las que hay poca gente (jueves al mediodía suele estar bien, a no ser que estrenen la nueva Harry Potter). Pero también voy a funciones los fines de semana en horarios estelares. Y, últimamente, me pasan cosas como estas:

1. El piso está cada vez más pegoteado, la melaza que generan líquidos gaseosos azucarados derramados y restos de pochoclos caídos incluso genera ruido al despegar las suelas. ¿Estos productos tienden a derramarse más en el cine que en el resto del mundo?

2. Suele haber largas filas para sacar entradas, hay gente que espera más de una hora para poder comprar. Luego de eso, como si no hubieran tenido suficiente tiempo de espera, hacen largas filas para comprar pochoclo y otras cuestiones. Entiendo lo de la entrada (aunque no haría esa fila), pero lo de la comida no. ¿Es realmente taaan necesario ver una película comiendo? Y si es necesario comer, ¿no pueden comprar otra cosa en otro lado que no sea ese pochocho ahí? ¿Que el cine no deja pasar con “productos comprados en otro lado”? Bueno, no te van a dejar pasar con un balde gigante de pochoclo y una gaseosa “extra big champion of the world” comprada en otro lado. Pero no revisan las carteras y bolsillos, y allí se pueden llevar chocolates u otras golosinas más clásicas y menos ruidosas que el pochoclo, y con menos riesgo de derrame que esas inestables gaseosas.

3. Ruido: no sé si será por algún trastorno de la ansiedad o por la necesidad de elegir la mejor unidad disponible, pero cada vez más gente revuelve con más empeño y fruición el bendito balde de pochoclo.

4. Será porque hay muchas urgencias al mismo tiempo, o porque cada vez más gente va al cine cuando se le está por morir alguien muy querido, o simplemente por lisa y llana falta de respeto hacia el otro: cada vez más gente atiende el celular en las películas y habla, y habla, y habla (y no parece que le estén dando la noticia de un grave accidente).

5. Hace poco, y en una función de las poco concurridas, un celular sonaba y sonaba con una canción de esas de chequendengue. El dueño no lo atendía: estaba dormido, y al chequendengue del ambiente se sumaban gruesos ronquidos. Ya sabés: sacale el sonido al celular, máxime si te vas a dormir. ¿O este señor tendría el celular puesto como despertador?

6. Los grupos de adolescentes hablan entre ellos en las butacas y se codean cada vez con mayor frecuencia y con mayor volumen, y siguen preguntando al otro u otra “che boludo/a, ¿qué mierda me trajiste a ver?” incluso con la película bien avanzada.

7. Muchos preguntan “¿no hay 3D?”  cuando sacan entradas para cualquier película, sea lo que sea, una de Kiarostami, una de Moretti, o algo llamado Planas planicies en una llanura sin pozos.

8. El otro día volví a ver Super 8. En la fila de adelante tenía tres adolescentes en el modo descripto en 6. Era un sector lateral, en los que hay cuatro butacas por fila. A los 20 minutos de comenzada la película (¡20 minutos!) aparecen un señor y una señora (supongamos que eran un matrimonio), e hicieron salir a las adolescentes porque tenían esas localidades y los papeluchos que los hacían dueños de ellas por la siguiente hora y pico. Adolescentes: no se sienten en cualquier lado si ven que el cine está lleno. Matrimonio: si van a llegar 20 minutos tarde, vean la película en otra función. Ahora bien, en los cines en general no te venden la entrada para una función si pasaron 10 minutos desde su inicio (no quiero pensar que esta gente tenía como yo la entrada anticipada y llegó así de tarde). ¿Cómo hizo el matrimonio para llegar tan tarde? Simple, se quedó comprando pochoclo (ver punto 2). El matrimonio estaba en ese momento sin baldes del mencionado elemento semi crujiente, pero el señor vio unos cinco minutos de película y se paró y salió de la sala. Enseguida aparecieron un joven y una joven, supongamos que se trataba de la hija del matrimonio y su novio, que se sentaron al lado de la señora. El señor, digamos el padre, no vino con ellos: unos 20 minutos más tarde reapareció con una cantidad estrafalaria de baldes gigantes de pochoclo y vasos monstruosos de gaseosa. Tanto traía que el novio de la hija tuvo que pararse y asistirlo. Recompongo la historia: cuatro personas que van juntas llegan un poco tarde o con el tiempo justo a una función de una película y, en lugar de entrar rápido a verla, intentan comprar pochoclo a pesar de las largas filas de gente. Cuando pasan 20 minutos sin conseguir el ansiado alimento, dos de ellos dicen “vayan ustedes, nosotros nos quedamos comprando y enseguida vamos”. Uno de los que está adentro de la sala (que entró tarde y molestó parado en el pasillo y hablando con adolescentes mal sentadas), se sienta unos minutos y luego decide que va a relevar a los otros en la compra de chucherías, y se va de vuelta y se pierde en total unos cuarenta minutos de película.

9. Como decía Obelix sobre los romanos: están majaretas. ¿O seré yo el majareta, el loco, el inadaptado a estos tiempos en los que cada vez con mayor frecuencia te pueden tocar en suerte vecinos espectadores de lo más molestos y rompepelotas?

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