TRES PELÍCULAS/ 
Dos recomendaciones y media

damas y medianeras/Por: Javier Porta Fouz. 1. No supe ver, no supe ver. En una primera visión, No supe ver Damas en guerra. Uno ve, y puede no ver lo evidente. La vi por segunda vez y las objeciones se diluyeron: las buenas películas son las que resisten más de una visión, por estructura, reenvíos de sentido, detalles de construcción y, sobre todo, por el placer que generan. Pueden no ser malas las películas que se agotan en una primera visión pero sus placeres son tan efímeros que su recuerdo es velozmente menguante, y su revisión tiene mucho de resignación. Damas en guerra es, de hecho, una película para rever: la segunda vez es mejor. Ya sabemos que no estamos ante una comedia superficial sino ante una abisal: Annie (Kristen Wiig, una actriz insoslayable) es un personaje oscuro, al borde –lado externo– del colapso en varios frentes. La comedia –en este caso particular una constelación de escatología, celos, canciones, neurosis, explosiones emocionales e inteligencia– prueba otra vez en esta temporada su vitalidad en Estados Unidos, su capacidad de sumergirse en todo tipo de crisis y oscuridades. Protagonizada por seis mujeres y guionada por dos (una es Kristen Wiig), Damas en guerra es un prodigio de timing, con situaciones construidas en función de la incomodidad cómica de la duración prolongada (los discursos, por ejemplo), y otras en función de la explosión (la fiesta de tema parisino, por ejemplo). Si no la vieron, véanla, y con ojos de segunda vez. O con más lucidez que yo en la primera.

2. Esta semana se estrena una (otra) película argentina. Sin embargo, atención, no es una película más: es una comedia romántica urbana argentina, y recomendable. Esto escribí sobre ella para el catálogo del Bafici: “La identidad de las grandes ciudades descansa, en buena medida, en sus edificios. Buenos Aires tiene una caótica variedad de estilos, que conviven a veces bien conectados y a veces en conflicto. Medianeras comienza observando, clasificando edificios. Y luego pasa a centrarse en dos habitantes de esos edificios: chica y chico. Ella es Mariana (Pilar López de Ayala) y él es Martín (Javier Drolas). Taretto juega con la comedia romántica, y la película no descansa sobre el menú habitual del género que indica responder a la pregunta ¿serán estos dos el uno para el otro? Medianeras nos hace saber que Mariana y Martín efectivamente lo son, y la pregunta será ¿cómo harán para encontrarse? En este breve texto se ha usado un par de veces el verbo descansar, que no es nada apropiado para hablar de Medianeras, una película alejada de cualquier idea de descanso o de piloto automático, una película trabajada con mil ideas, mil detalles, mil recovecos de placer cinematográfico.”

3. Gigantes de acero. Leo varias críticas muy a favor de esta película dirigida por el monocorde y hasta ahora impersonal director canadiense Shawn Levy (Una noche en el museo, Una noche fuera de serie, entre otras). Gigantes de acero, ambientada en el futuro cercano, es una de esas de boxeo, pero de boxeo de robots, con hombre perdedor y chanta y que abandonó a su hijo que deberá volverse casi ganador y noble y crear lazos con el pibe. La película es simple, directa, lineal, lo que no está del todo mal, salvo porque muchas secuencias son pura burocracia, en el borde de la liberación grasa pero que se quedan en la mera chatura. Claro, para la liberación grasa es mejor Sylvester Stallone que Hugh Jackman (demasiado sofisticado para este protagónico). Y sí, hay que nombrar a Stallone porque Gigantes de acero es un poco Halcón y mucho Rocky, a veces hasta el descaro. Sí, el enfrentamiento de los buenos (un all-american de buen corazón, su hijo y la chica musculosa) contra un genio cibernético japonés malhumorado y una fría millonaria de Europa del este es como una linda golosina vintage. Sí, la pelea final es bombástica y puede emocionar mucho. Pero ojo, cualquier Rocky es mejor (menos la 5, que es horrible). Y si no vieron Rocky Balboa no prioricen Gigantes de acero. De todos modos, si ya vieron todas las Rocky este sucedáneo de lata no está tan mal, pero definitivamente moderen sus expectativas o, como nos dice Larry David, curb your enthusiasm.

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