DRIVE, DE NICOLAS WINDING REFN/ 
Engaña pichanga

Drive/Por: Javier Porta Fouz. Críticas positivas en casi todos los medios. Premio al mejor director en Cannes 2011. Película cool al mango, Drive no es una buena película. Tiene mucha más forma de anzuelo para pescar críticos y espectadores que buscan violencia y la sombra lejana de los géneros en un paquete artie.

¿Qué es Drive? Bueno, es esa película del danés Nicolas Winding Refn que está en cartel. ¿De qué trata? De un muchacho que se mueve cool, firme, casi siempre con una campera con un escorpión estampado en la espalda (atención: simbolón), casi siempre con anteojos negros. Habla poco. Tiene sus códigos: uno es que te espera cinco minutos para que hagas el afano. El muchacho es un driver, no se le conoce el nombre en la película. Es un kid que maneja un coche, que anda entre coches: mecánico, chofer doble de acción en filmaciones, y chofer de chorros. Para este último trabajo, te espera cinco minutos. Ah, ¿ya lo dije? Una exigencia de esas caprichosas que suelen o solían decir algunos personajes del cine negro y que a veces funcionan muy bien. Otro ejemplo en un neo noir: el “yo no lavo autos” del personaje de Don Johnson en The Hot Spot (Zona caliente, de Dennis Hopper, si no la vieron es hora de que lo hagan). En “yo no lavo autos” había una moral, un límite para el personaje. Además, era una frase corta, cortante. Acá, la tontería de los cinco minutos necesita bastante más explicación, y no tiene demasiado sentido. “Te espero cinco minutos, no cinco minutos y un segundo”, ajá. Con eso y poco más (entre ese poco más el envarado Ryan Gosling) el señor Refn (o Winding Refn) cree que tiene un personaje inolvidable. No, ¿sabés que no? ¿Que los personajes de noir actualizado de Michael Mann en Heat eran otra cosa? Que Mann no vende escasez como depuración. Que sus personajes están vivos, parecen hacer sinapsis aunque se pongan casi literarios en sus diálogos. El driver este, a fuerza de tanto laconismo y escasez no queda como profesional o como sólido, más bien parece un raquítico mental.

Así, Refn (o Winding Refn) arma una película en la que caminar lento o en ralenti es interpretado como depurado. Tengo para mi entender que no depuración, es que pasan pocas cosas y hay que venderlas con algo condimento fugaz para el ojo. Y con ralenti, y con música con letra que dice exactamente lo que debemos entender, y con planos de más sobre el driver y sobre ella (Carey Mulligan) se nos explica: ya ya ya, ya nos quedó claro que el driver podría ser un buen padre para el pibe, para el pibe de ella. Ya, por dios. Esos ralentis, y la música grasuna y los títulos en tipografía demodé y rosa impacto son interpretados como referencias a cierto cine de los ochenta. Refn (o Winding Refn) tira anzuelos críticos, cosillas por allí o por allá para que algo se pueda decir de su película si hay ganas de celebrarla. Si les gusta tanto Refn (o Winding Refn), prueben con las Pusher o con la que hizo hace poco, la también descerebrada Valhalla Rising. Ojota, descerebrada pero violenta, gore. Drive es más atractiva que Valhalla Rising, al menos está hecha en Los Ángeles y no entre montañas y ambientada hace muchos pero muchos años como Valhalla, de ese tiempo cuando los hombres eran barbÁros y se comían a los pajÁros. Los Ángeles, territorio frecuentado por Michael Mann, así como el noir hecho en los ochenta con películas como Manhunter. Refn (o Winding Refn) llega tarde, y con eso de quitar e ir a lo esencial llega tarde y llega poco. Hay que decir, nobleza obliga, que a veces arrima algo con algunas buenas persecuciones en coches, lo mismo que te hace un buen director de segunda unidad de la industria, de la que parece querer burlarse Refn (o Winding Refn) con algún diálogo de esos que quiere vender como esenciales. Pero para ir a lo esencial en los diálogos es mejor tener personajes que no sean rematadamente idiotas o infantiles (esos gangsters no pasaban de salita de tres en el viejo jardín de buenos muchachos de Scorsese). Ay el personaje de Albert Brooks que tira la panza palante y la voz para el tacho. Ay la secuencia final, que no les voy a contar pero que tiene una lógica disparatada. No estoy en contra de las películas disparatadas y hasta descerebradas, pero ojo que esta se presenta como grave y solemne, que intenta hacer centro en el honor del protagonista, como hacía Jean-Pierre Melville en El samurai. Pero este Refn (o Winding Refn) no es Melville, Gosling no es Alain Delon y, sobre todo, Refn es un turista meramente estético en los géneros, uno que no entiende nada de las implicancias éticas de los personajes, de sus posibles significaciones o codificaciones. Para Refn (o Winding Refn) los personajes no emprenden acciones, apenas se mueven para ser iluminados de formas rebuscadas. Para justificar una casualidad Refn (o Winding Refn) hace que un personaje diga “qué casualidad” sobre el final (ah, por eso contaba historias que parecían no tocarse, pero… zzz). Para justificar sus limitaciones, Refn (o Winding Refn) vende diseño, personaje cool y torvo pero bueno, que te cuida al pibe (volvamos a esos momentos, YA ENTENDIMOS). Y, para despertarte mientras mirás su película-lounge, cada tanto te mete algunos momentos de violencia gore, de esa misma que era mucho más divertida, festiva y coherente en Piraña 3D, una de esas películas que desprecian unos cuantos de los encandilados por las luces de Drive. Refn (o Winding Refn): drive, drive, drive. Bah, andá.

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