25 AÑOS ATRÁS/ |
Las nieves del tiempo |
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1. En Argentina comenzaba la decadencia de la asistencia a las salas de cine. Entre 1984 y 1986 se habían vendido, por año, unos 55 millones de entradas en promedio. No hemos vuelto a esas cifras, con mucha más población que en ese entonces. Claro, en 1987 comenzaba la popularización de las videocaseteras. Y vendrían el cable, la explosión del delivery, los múltiples alicientes para quedarse en casa y un largo etcétera (y no excluyo que las calles fueron cada vez menos amigables).
2. Una de las estrellas ascendientes era Mel Gibson, del que se decía en ese momento que “parecía un nene”. Después de su período “cine australiano” con George Miller (las tres Mad Max) y con Peter Weir (Gallipoli, El año que vivimos en peligro) conseguiría finalmente un súper éxito en Holywood con Arma mortal, dirigida por Richard Donner.
3. George Miller, por su parte, también trabajaba en Hollywood: la memorable Las brujas de Eastwick, con Jack Nicholson como el diablo, nada menos. Y con tres brujas en su esplendor: la morocha Cher, la pelirroja Susan Sarandon y la rubia Michelle Pfeiffer.
4. Oliver Stone ganaba Oscars con Pelotón: mejor película, mejor director. Todavía faltaba más Vietnam (y más Vietnam visto por Stone), pero en pocos años más bajaría la frecuencia de aparición de esa guerra en el cine. En 1987, además, llegaba “la de Vietnam” de Stanley Kubrick: Full Metal Jacket (acá titulada Nacido para matar).
5. La camélida comedia Ishtar, cuyo presupuesto se había disparado a las nubes (se dice que por culpa del perfeccionismo obsesivo de Warren Beatty y Dustin Hoffman y de la directora Elaine May), se estrenaba y se convertía en uno de los grandes fracasos de la historia. Elaine May jamás volvería a dirigir.
6. Si bien en Argentina se estrenaría en enero de 1998, el bodriazo de Adrian Lyne Atracción fatal es de 1987. Sería un tremendo éxito, y acá supimos reservarla con semanas de anticipación en los videoclubes. Sobre esa película dijo el muy lúcido crítico chileno Héctor Soto: “Dueño de una filmografía en la cual no existen muchos motivos para enorgullecerse (Flashdance, Nueve semanas y media), Adrian Lyne obtiene con Atracción fatal un triunfo antes en el campo de la comercialización que en el de la expresión artística. Al respecto no hay por qué rasgar vestiduras. Sería una beatería hacerlo. Pero, por otra parte, tampoco hay razones para ver en la película poco menos que un magisterio de comportamiento conyugal. Si es por lecciones, mucho más original es la que sacaba un espectador bastante perceptivo: según él, al ilustrar los peligros de la relación adúltera fugaz, la obra rescata las ventajas del adulterio institucionalizado, como en los viejos tiempos. Nada de flirteos efímeros y de una noche. Sí, en cambio, a las amantes instaladas con casa, camas y petacas, en relaciones tan formales como el matrimonio. Con algo de esa formalidad, el protagonista no habría tenido ningún problema. Es probable.” También es probable, digo yo, que Soto jamás haya usado jeans nevados.
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