CORTOS, LARGOS Y UN SUEÑO CUMPLIDO/ 
Misiones en Escocia

Bruce Springsteen en Edimburgo/Por: Javier Porta Fouz. Hace dos días regresé de Edimburgo, Escocia. Del Festival de Cine, el más viejo de los existentes que no tuvo interrupciones (Venecia y Cannes empezaron antes, pero hubo años en los que no se hicieron). Como programador invitado para esta edición, preparé un ciclo del cine del cono sur con películas argentinas, chilenas y uruguayas, que se llamó “Looking South” (“Mirando al sur”). Esa fue la primera misión. Además, fui jurado de la competencia internacional de cortometrajes (segunda misión). Y, misión destacada en lo personal, un día me fui desde Escocia hacia el norte de Inglaterra (Sunderland) para cumplir con mi máxima aspiración en lo relativo a conciertos de rock: ver y escuchar en vivo a…

… Bruce Springsteen y la E Street Band. Soy un pésimo espectador de conciertos de rock multitudinarios, al menos en los pocos a los que fui en Argentina. Me molesta la impuntualidad, me molesta la dificultad para llegar, me molestan las estafas con las extorsiones del estacionamiento, me molestan los precios absurdos de cualquier consumo que se quiera hacer, y los exorbitantes precios de las entradas también me molestan y habitualmente hacen que no vaya, ni a estadios ni a teatros. Y hagamos otra oración con las molestias: me molesta el mal sonido en varios estadios, me molestan los empujones, el excesivo contacto con el sudor de los desconocidos que lo rodean a uno si quiere ver el escenario de cerca, los saltos continuos, el eterno ruido ambiente que no deja escuchar al artista, y esa impenitente búsqueda frenética de muchos para que el “público argentino” sea reconocido como “el más pasional del mundo” o algo por el estilo. Ah, sí, eso, soy lo que algunos llaman “amargo”. Y a mucha honra. En fin, que Springsteen salió a la hora anunciada, lo vi de cerca, lo escuché perfectamente, y disfruté de un concierto de rock como jamás en mi vida. Y quizás sea irrepetible, aunque esperemos que Springsteen finalmente venga a estas tierras en las que Roger Waters tiene más seguidores (escapa a mi entendimiento).

Ya escribí varias veces sobre Springsteen. Por ejemplo acá. Entre lo destacable del concierto en Sunderland estuvieron prácticamente todas las canciones interpretadas (acá tienen la lista), la puesta en escena, la puesta en sonido, los cambios en el menú de instrumentos para cada canción, el tremendamente energético ensamble de los dieciséis músicos (sí, 16). El carisma de Springsteen, su impresionante resistencia (tres horas y diez minutos de concierto sin detenerse, corriendo, saltando y cantando a los 62 años). La comunicación con el público, cercana y sin demagogia. Y estuvo el recuerdo de Clarence Clemons, el recordado saxofonista que murió hace un año. Jake Clemons, su sobrino, toca el saxo (y otros instrumentos) en esta gira, y si bien todavía no ocupa un lugar tan frontal como su tío (quizás por respeto), evidencia una enorme presencia escénica. Y detrás de toda esta descripción estuvo mi máxima emoción en un concierto de rock. Pero ese es otro asunto. Lo que no puedo dejar de advertirles es que la ausencia de Springsteen en Argentina (solo estuvo en 1988) nos hace más pobres en varios aspectos.

El Festival de cine Edimburgo, en su primera edición bajo la dirección artística de Chris Fujiwara, termina este domingo, y con mis compañeros de jurado, el programador holandés Erwin Houtenbrink y el actor escocés Ewen Brenmer (Spud en Trainspotting, por ejemplo) vimos más de treinta cortos, de realmente notable calidad en promedio. También vi varios largometrajes, sobre los que ya llegarán los momentos de escribir (todo a su debido tiempo). Por si les interesa, Edimburgo es una ciudad hermosa. Ahora, en Buenos Aires, tengo que ponerme al día con algunos estrenos: todavía no vi las nuevas de Tim Burton y Woody Allen. Allá voy, con el concierto de Springsteen todavía fresco en la memoria. Y también quedará en mi memoria la imagen de una abuela inglesa que se abrazaba emocionada con su nieta mientras sonaba “Born to Run”. Ahí nomás, en las primeras filas en las que estábamos en el estadio, cerca del escenario, mientras llovía tenue pero persistentemente. 

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