EFECTOS CENTRÍFUGOS DEL DETERIORO DE LA EDUCACIÓN/ 
Muchos problemas

PROBLEMAS/Por: Javier Porta Fouz. No sé ustedes, pero yo conozco a varias personas que directamente dejaron de ir al cine porque no quieren tener que sufrir el comportamiento de los otros espectadores. Otras personas que conozco han optado por no ir a funciones muy concurridas y terminan yendo a las funciones de la mañana, por el mismo motivo.

He ido mucho al cine en mi vida, desde la década del 70. Y he ido al cine en unos quince países. Nunca sufrí un público tan grosero y maleducado como el público argentino actual. No, esto no comenzó ahora, y viene intensificándose desde hace unos cuantos años. Celulares que suenan durante la película, celulares que son atendidos, charlas en voz alta, prepotencia y violencia si uno les objeta esos comportamientos, fotos sacadas con flash durante la película. Pochoclos y gaseosas que no se cuidan y que casi se puede decir que son arrojados al piso con saña. Gente que llega tarde y que se detiene en el pasillo porque no tiene idea de cómo ubicarse y, mientras, le impide ver la película al que está sentado, llegó a horario y se ubicó correctamente. Gente que no entiende una lógica alfanumérica simple y se sienta en asientos que no le corresponden, o gente que con el cine lleno se sienta a propósito en un asiento que no le corresponde. Gente que patea el asiento del que está adelante. Y muchas, muchas más molestias. No, no siempre fue así.

Los síntomas del deterioro de la educación, del comportamiento en público, de la civilidad están por todos lados en la sociedad argentina y, claro, también en el cine, en las salas. Sí, me amarga, me preocupa que en el subte no te dejen salir antes de entrar, me preocupa que la presidente use la cadena nacional para amonestar impositivamente a un particular que hizo una declaración en un diario, me preocupa que cada vez más quienes atienden en los comercios no puedan sacar las cuentas más simples sin usar una calculadora (1,60 x 2, por ejemplo, ejemplo concreto y real), me preocupa que se haya extendido el “si yo haría”, me preocupa y me amarga que se mienta sistemática y oficialmente la tremenda inflación argentina, me preocupa que gente con el secundario aprobado no logre entender el concepto de porcentaje, me preocupa que la tecnología sea cada vez más cara y más lejana para los argentinos (y vuelve Tecnópolis, no entiendo el chiste, si lo hay), me preocupa que los cines argentinos no puedan reconvertirse al digital con la velocidad con la que deberían (así, se multiplican las copias en fílmico de películas pensadas para digital, se encarece la distribución, se perjudica al cine minoritario), me preocupa que la educación argentina siga en una decadencia de décadas, me preocupa que se haya perdido el respeto por enseñar y aprender (doy clases hace 20 años, y he dado clases en educación primaria, secundaria, terciaria y universitaria). No, no somos un país especial o especialmente talentoso, un gran país o un país de buena gente (el slogan de “buena gente” directamente me provoca vergüenza, no es una buena señal que algo así necesite afirmarse de forma rimbombante). Para poder encarar nuestros problemas, que son muchos y acuciantes, y que se ven, como les decía, también en las salas de cine, deberíamos empezar a pensar que somos un país más, un país entre otros, un país con problemas que debería buscar soluciones en base a la educación, a pensar en el futuro, a reconstruir. Sí, claro, dirán que este párrafo es una ensalada. Yo creo, sin embargo, que la falta de respeto en el cine tiene sus orígenes en una educación destrozada, y que si no se reconocen los problemas no hay manera de solucionarlos (¿o ustedes ven que la inflación se haya detenido? Cuanto más se miente o se niega, más se acelera). No somos un país de buena gente, somos un país de gente. Nada más y nada menos.

Sí, hubo estrenos, la muy buena ganadora del Bafici 2011 Figuras de guerra, la gran decepción de Pixar-Disney Valiente, y otras, como Soledad y Larguirucho (sobre esta última no puedo dejar de apuntar que varios colegas que han manifestado opiniones en contra de la película han sido insultados de forma pertinaz en las redes sociales). Sí, en el ambiente de cinéfilos y críticos en Twitter se habla con preocupación del avance del doblaje para películas que no son especialmente para niños. Yo ya escribí sobre el tema acá. En el pasado, varias veces, se probó en el mercado argentino el cine doblado. Siempre fracasó. Ahora no. Saquen las conclusiones pertinentes. Yo creo que esta preferencia está directamente relacionada con el deterioro de las habilidades cruciales de leer y escribir en los jóvenes. No hay mucho más remate que ese.

Si queremos recuperar la sala de cine como un lugar en el que no amargarse discutiendo con gente que no cumple con las mínimas normas de convivencia, deberemos reconocer que hay un problema. Muchos problemas.

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